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Mientras tantoJordi Teixidor en el Museo de Arte Abstracto de Cuenca

Jordi Teixidor en el Museo de Arte Abstracto de Cuenca


Jordi Teixidor hablando en la película ‘Jordi Teixidor. Retrospectiva’

Es una exposición amplia, que se inauguró el 13 de junio y se clausurará el 22 de septiembre. Magníficamente instalada, como es la norma del “pequeño museo más bello del mundo”, como lo definió Alfred H. Barr, director del MoMA de Nueva York. El Museo de Arte Abstracto, alojado en las emblemáticas Casas Colgadas de Cuenca, ocupando prácticamente todo su espacio, inaugurado en 1966, cambió el carácter de una muy rancia y provinciana Cuenca, convirtiéndola en una marca del arte moderno. Inicialmente, el museo equivalía a la colección de pintura abstracta propiedad del artista hispano-filipino Fernando Zóbel (más de 250 obras de más de 80 artistas, entre las que se cuentan lienzos de Jordi Teixidor que están expuestos en el museo). Zóbel, en principio, quería que su colección estuviese albergada en Toledo, asunto que no prosperó; lógico, en esos años, una ciudad tan fuertemente histórica como Toledo, no vio factible que habitase entre sus legendarios muros un conjunto de cuadros y esculturas nada menos que abstractos para ser exhibidos en tan preceptiva urbe. Fue Gustavo Torner, amigo de Zóbel, el que le dijo: “¿Y por qué no llevas la colección a Cuenca?”. Y aunque Fernando Zóbel le contestó: “¿Y qué se me ha perdido a mí en Cuenca?”, al cabo aceptó y llegó a hacer de Cuenca su caluroso hogar, relacionándose, amigablemente, sobre todo con el sencillo pueblo conquense. Hay que resaltar que el alcalde de Cuenca en 1966, Rodrigo Lozano de la Fuente, naturalmente del Movimiento, partido único de Franco, apoyó con mucho entusiasmo el empeño de que el museo se pudiese abrir en Cuenca, nombrando un comité para tal fin.

Sin título, 1984, de Jordi Teixidor. Lápices grasos sobre papel

La exposición de Teixidor, El papel de la pintura –reuniendo obra en papel, mayormente de la colección propia del autor- consta de 251 obras abarcando varias fases de la trayectoria del valenciano, nacido en 1941 y que se formó en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de la ciudad del Turia, siendo sus profesores Francisco Lozano y Alfons Roig. Él ahora cuenta que la influencia de Sorolla, en su ciudad natal, era enorme, queriendo él siempre, si bien admirando a Sorolla, alejarse de ese poderoso influjo. Siempre fue seguidor del arte abstracto. “Desde luego –escribe-, aquel que ve en la abstracción un engaño nunca va a entender el cuadro negro de Malevich o un cuadro de Barnett Newman.” Manuel Fontán del Junco, en un texto del catálogo de esta exposición, subraya que el arte abstracto, quizá el fenómeno pictórico más señero del siglo XX, introdujo en la mente del creador una «conciencia que pasó de ser la de un artesano más o menos sofisticado a la de un artífice más o menos espiritual», dotándola de una «autoconciencia hipersensible». En un cuartito del museo, junto a los cuadros de Teixidor, se puede ver una película-documental, de 50 minutos de duración, titulada ‘Jordi Teixidor. Retrospectiva’, donde el pintor, en todo momento, habla, rodeado de un escenario intensamente blanco, quizá el museo conquense, de su experiencia artística. Relata muchas cosas. Una de sus anécdotas es cuando expuso, muy joven, en Valencia, una colección de ‘collages’ abstractos. Un señor abre la puerta para ver la exposición y al mirar aquello exclama: “¡Qué sinvergüenza!”

Diseño de la portada de la partitura de la ópera ‘Charlot’, de Salvador Bacarisse, realizada por Jordi Teixidor. Ilustración del texto, en el catálogo de la exposición, de Miguel Álvarez-Fernández sobre Teixidor

Ya más en serio, confiesa que él es muy lector, que lee mucha filosofía; al no ser especialista, casi nunca lee directamente a los filósofos, sino a quien los explica, lo que, en verdad, hace el común. La exposición muestra ejemplares de sus libros leídos: Thomas Benhard, Herman Broch, Wallace Stevens, Amador Vega…, y también de ejemplares (Valente o Cernuda) intervenidos por él, estampando en sus páginas sugerentes dibujos. Hay también cuadernos de apuntes que simplifican beneficiosamente una ejecución final. Son cuadernos ordinarios, de marcas económicas, simplemente libretas, herramientas no estéticas. En la película también habla de que el pintor, al enfrentarse a la obra, sólo encuentra, al comienzo, desconocimiento, pero al ir entrando en ella va conociendo. Su afición a la poesía es inmensa, lo que le mueve a decir: “Siempre me ha parecido que hacer un poema era lo más parecido a realizar una pintura. Que en el proceso de ‘construcción’ se recorrían caminos similares.”

Jordi Teixidor tiene una fecunda relación con la Fundación Juan March, que es propietaria del legado de Zóbel y del Museo de Arte Abstracto de Cuenca, desde que el artista cedió su colección a la fundación madrileña en 1980. Esta exhibición del artista valenciano va a tener lugar en otoño en la sede de la fundación en Palma. Teixidor, además de haber sido becado un par de veces por esta institución, fue conservador del museo abstracto en los principios de su historia, así como diseñador tipográfico y de publicaciones en la sede de Palma. En 2014 fue Premio Nacional de Artes Plásticas. El jurado consideró sus méritos para concederle el premio porque adoptó el camino de la abstracción “a conciencia y con independencia”.

En la obra de Jordi Teixidor, el dibujo no representa nada, no se esclaviza frente a la realidad exterior. El dibujo, entonces, no es herramienta y, como expresa María Toledo Gutiérrez, editora del vistoso catálogo y comisaria de la exposición, el dibujo, en Teixidor, “no aparece como elemento estructurador de su pintura, sino que es pintura en sí.” También afirma María Toledo que “la racionalidad que impregna su realización no está reñida, sino todo lo contrario, con una búsqueda de lo espiritual.”

El arte abstracto, efectivamente, es espiritual, altamente creativo por no abordar un proyecto configurado, sino por intentar adentrarse en un acontecimiento inesperado con la posibilidad de ser muy fructífero. Consiste más en sentir que en pensar, adopción central de la mística. Ahí están, como máximo ejemplo, las vidrieras abstractas, de Gustavo Torner, Gerardo Rueda y Bonifacio Alfonso, en la catedral de Cuenca. Es más, el arte figurativo es negativo. Recordemos la sentencia de Magritte al decir, ante una representación, en lienzo, de una cachimba, “Esto no es una pipa”. Sin embargo, el arte abstracto es positivo, pues, como se ha referido antes, no está supeditado a la realidad, sino que es una inequívoca realidad por sí mismo. La pincelada de Teixidor, y volvemos a las palabras de María Toledo, “constituye en su pintura el testigo más claro de su ejecución, y la síntesis del elemento determinante del proceso evolutivo de su trabajo reduccionista.”

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