Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Sociedad del espectáculoArteLa vitalidad artística, política y económica del Renacimiento de Harlem

La vitalidad artística, política y económica del Renacimiento de Harlem

La cultura afroamericana ha sido frecuentemente desfavorecida debido a prejuicios raciales surgidos después de la guerra de Secesión en Estados Unidos. Más adelante, a principios del siglo XX hubo una migración masiva desde el sur hacia las ciudades del norte. El influjo de esta población, que huía de las opresivas leyes de Jim Crow, creó una nueva dinámica en las ciudades lejos de los prejuicios del sur, lo que probablemente provocó un cambio considerable en la cultura que condujo inevitablemente al Renacimiento de Harlem. Aproximadamente en el mismo momento en que las migraciones ocurrieron, importantes innovaciones en la esfera de las artes visuales acontecieron en el mundo. El surgimiento del modernismo en el occidente de Europa se propagó rápidamente a otras partes del continente y al otro lado del Atlántico en Estados Unidos. La excelente exposición en el Museo de Arte Metropolitano (Metropolitan) El Renacimiento de Harlem y el modernismo transatlántico no vincula necesariamente los artistas de Harlem a los cambios extraordinarios en el arte generados por el modernismo. Sin embargo, podemos encontrar destellos de innovación en la exhibición, especialmente en las obras de famosos modernistas europeos cuyos retratos de negros americanos (y de otras partes) florecieron en esa época.

El Renacimiento de Harlem consistió en un periodo de inspiración en el arte y la cultura que duró cerca de veinte años –desde el fin de la Primera Guerra Mundial hasta mediados de los años treinta. Buena parte del arte que podemos encontrar aquí es documental, fotos de jóvenes en la ciudad, mujeres y hombres bailando al ritmo del jazz de la época,  famosos del momento y otros destinados a una fama imperecedera. En la poesía destacó el gran poeta lírico Langston Hughes, mientras que en la música la extraordinaria elegancia y la musicalidad de Duke Ellington lo convirtieron en un referente mundial.

Los participantes de este maravilloso encuentro de talentos eran numerosos y con intereses variados. El gran fotógrafo de sociedad James Van Derr Zee capturó el entusiasmo y el fervor de la vida social negra de la época. Sus famosos retratos incluyen al del renombrado poeta Countee Cullen y al nacionalista negro Marcus Garvey, sin hablar de las fiestas y los eventos más concurridos. Van Der Zee le siguió la pista a una aristocracia social cuyos nombres no conocemos en la actualidad, pero que eran reconocibles por su fama en aquel momento. También es importante destacar que modernistas europeos tan importantes como Henri Matisse, Edward Munch o Pablo Picasso pintaron retratos de afroamericanos notables que habían atravesado el Atlántico.

A pesar de que el arte figurativo abarca el Renacimiento de Harlem en su casi totalidad, desde un punto de vista social el espíritu de libertad que lo caracterizó trajo consigo innovaciones osadas. La expresividad social del momento ocasionó una aceptación total del arte, la vida y la conducta social. De ese modo el arte se convirtió en una fuente de increíble energía para la vida y viceversa.

La muestra se compone de 160 obras que abarcan diferentes géneros artísticos. Comisariada con un buen ojo para la historia cultural, como evidencian las destacadas obras expuestas, El Renacimiento de Harlem y el modernismo transatlántico nos recuerda que el dinamismo de la época se nutrió de todo tipo de disciplinas, como el arte, la literatura y la música. Se pone poco énfasis en la diferencia entre cultura alta, media o baja, ya que todo era legítimo y emocionante. (La fusión de enfoques disímiles hacia el arte y la cultura, sin distinción de clases, sigue siendo un continuo punto fuerte de Estados Unidos). Los ojos de Europa Occidental se concentraron por un momento en el florecimiento negro estadounidense. No hace falta más que tomar el ejemplo de Josephine Baker, una bailarina, actriz y cantante maravillosa que partió de Estados Unidos y triunfó en París.

Esta muestra en el Metropolitan Museum se centra principalmente en las imágenes: pinturas, esculturas y fotografías, sobre todo figurativas. Pero el renacimiento no fue sólo visual; también se deben reconocer los logros de sus escritores. La poesía de Hughes captó el espíritu de la época, su romanticismo y fuerza cultural innovadora. Sus canciones también hablaban de los constantes prejuicios a los que debían hacer frente las personas de color. En ese sentido padecieron discriminaciones y daños que no se desvanecían. Alan Locke, cuyo retrato también aparece en el museo neoyorquino, fue un famoso escritor y filósofo. Van Der Zee, con su gran talento para retratar personas, registró las estrellas emergentes de la alta cultura y el entretenimiento en el Harlem negro. También captó la vida vibrante de las fiestas, clubes nocturnos y de los bailes de la gente de la ciudad.

El Renacimiento de Harlem ofrece una visión académica de la época. Curiosamente, la mayoría de las obras se concentran en las personas, hay muy poca abstracción formal. Este enfoque presenta la idea de que el arte abstracto no desempeñó un papel significativo en este movimiento. Es posible que los artistas de la exhibición hayan preferido mostrar el humanismo del movimiento, en vez de un formalismo avanzado. Podríamos presuponer que lo crucial es reconocer las dinámicas personales de la época haciendo justicia a las sensibilidades de quienes comprendieron la importancia del artista que crea la obra, al menos tanto como el arte que produce. Recordemos que ésta es una congregación de personalidades que eran a su vez talentosos artistas –viene a la mente la alegría constante de la presencia de Duke Ellington, en la que la música era la acompañante de su gozo y ferviente disfrute de la vida.

En su foto de 1932 titulada Couple, Harlem (Pareja, Harlem), Van Der Zee muestra a una pareja adinerada que posa ante y dentro de un coche con todas las apariencias del lujo. La atractiva mujer, de pie frente a la puerta abierta del coche, está vestida con un abrigo de piel que combina con el costoso vehículo. Su belleza extravagante armoniza con el atractivo de su acompañante, con idéntico abrigo y sombrero alón. Las piernas del hombre se alargan por encima del asiento del coche y salen por la puerta. El auto, de cara elegancia, ostenta una flamante llanta blanca de repuesto. En el fondo podemos ver tres escaleras de piedra que conducen hacia las entradas de uno de esos edificios de piedra rojiza típicos de Manhattan. Es significativo recordar que la foto fue hecha solamente tres años después del crac financiero. Sin embargo, esta imagen de una pareja negra adinerada muestra más que su riqueza. Van Der Zee capturaba muy bien las élites negras. Nos recuerda en efecto la existencia de tal estrato social, en vez de la pobreza negra generalizada. Parte del éxito del Renacimiento de Harlem fue consecuencia de tal prosperidad financiera.

Person in a Fur-Trimmed Ensemble (Persona con un conjunto de piel (1926, impresa más tarde) nos da otro ejemplo de riqueza: una hermosa mujer negra con un vestido de bordados elaborados y con rebordes de piel blanca en el cuello, las muñecas y el dobladillo. Usa un gorro ajustado y está sentada en una silla al lado de una mesa sobre la que hay un jarrón con flores blancas. En el piso hay alfombras que resaltan la imagen de esplendor doméstico, indicando que hasta cierto punto el Renacimiento de Harlem celebraba el confort financiero del que, por lo que muestran las fotos, disfrutó un grupo apreciable de personas de color. Esto ocurrió en una época en que los avances culturales de muchos artistas provenían, por lo menos en parte, de una fracción afluente de la población negra. Esta situación era históricamente inédita.

Winold Reiss, un americano de origen alemán, pintó un hermoso retrato de Langston Hugues en 1925. Hugues aparece apoyando su cabeza en su mano derecha. Mira a lo lejos con ojos de ensueño y un libro abierto en la mesa evidencia su vocación. Al fondo hay formas blanquiazules que parecen representar escalones e imágenes arquitectónicas. Hugues viste con traje, lo que da muestra de la formalidad y seriedad con que era aceptado por la población negra. Su poesía, fiel a la esencia de la experiencia negra, era un ejemplo de la alta cultura del camino que escogió.

Aaron Douglas, un importante artista figurativo del período, pintó un retrato de la destacada novelista Zora Neale Hurston, cuyo libro más conocido es Sus ojos miraban a Dios. El retrato al pastel, creado en 1926, muestra a la escritora con un abrigo marrón-rojizo, sombrero ajustado y bufanda de piel. El color del abrigo es magnífico y la mirada de Hurston parece ensimismada en pensamientos de orden superior. La silla en que está sentada, marrón oscura con un espaldar alto, parece elevar su estatus. La pared es de un marrón más claro. Hurston, también respetada como antropóloga y cineasta, fue una importante figura de la cultura negra de la época. Ella y Hugues aparecen representados en retratos espectaculares que conmemoran sus contribuciones literarias significativas. Las voces de escritores tan distinguidos que relataron las vidas, pensamientos y emociones de la experiencia negra, le dieron dignidad y peso a una época increíble.

El título completo de la exhibición, El Renacimiento de Harlem y el Modernismo Transatlántico, no solo reconoce la presencia de la cultura negra en los Estados Unidos, sino también del otro lado del Atlántico. Ya se ha mencionado a la notoria Josephine Baker, cuya seductora presencia cautivó a París. Más allá de las personalidades célebres representadas por famosos modernistas europeos, el legado del arte africano, con una influencia innegable en los logros del arte estadounidense en general, también provocó una profunda impresión en los pintores y escultores europeos. Las señoritas de Avignon, el famoso cuadro de Picasso, es particularmente impactante por su uso de máscaras africanas como rostros de las prostitutas. Poco importa cuán lejana en el tiempo la cultura afroamericana esté de sus orígenes ancestrales, la noción de negritud celebrada en Harlem se originó con la cultura africana.

William Henry Johnson hizo una pintura maravillosa alrededor de 1939-40 de una pareja negra vestida de gala y de pie en una acera. Con sombreros llamativos, el hombre y la mujer aparecen muy elegantes frente a los edificios más altos del vecindario. A la izquierda, la mujer usa guantes rojos largos y un vestido gris mientras que a la derecha, su compañero está de traje con polainas y un saco de color claro. Tras ellos aparecen edificios enormes, pintados de un modo sencillo y con colores tenues. Sabemos que es de noche porque aparece una luna creciente naranja. Aquí percibimos un optimismo que contrasta fuertemente con el maltrato en el sur que provocó la Gran Migración Afroamericana que ocurría al mismo tiempo.

Pool Parlor (Salón de Billar), una pintura de técnica acuarela y guache, obra de 1942 del renombrado pintor Jacob Lawrence, atrapa el ajetreo y el bullicio de personajes vestidos de colores claros y oscuros que agarran sus tacos por encima del fieltro verde de las mesas de billar. La multitud de luces que cuelgan del techo, con sus formas circulares atadas a cables, muestran una verticalidad que contrasta intencionalmente con las mesas horizontales. La amalgama jazzística de formas y la actividad energética de esta magnífica pintura atestiguan la libertad de la que gozaban los jóvenes que podían ocupar su tiempo libre jugando billar.

La exposición demuestra que el entusiasmo de la cultura negra no desaparece fácilmente. Incluso actualmente la ciudad de Nueva York mantiene viva su exuberancia y su pasado cultural volátil. Muchas de las pinturas transmiten una atmósfera energética con estallidos de la asertividad de una juventud negra que asume y reivindica la vitalidad de su cultura. En cierto sentido el Renacimiento de Harlem se acerca más a un regalo que nos evoca las libertades del presente. Quizás haya logrado comunicar una emoción que ha perdurado hasta la actualidad.

Regresando a las imágenes de Van Der Zee, cuyo ojo para el empuje de la aristocracia negra no tenía parangón, su imagen de 1937 de una hermosa mujer con un vestido de novia blanco que se arremolina a sus pies es un derroche de felicidad y gracia. La mujer sostiene un buqué y porta un velo de novia. Otro ramo de flores aparece en el piso a la derecha. Hay plantas en el fondo que sugieren el exterior pero es obvio que la foto se hizo en un espacio interior con un ambiente artificial concebido para fotos formales.

El alcance de la contribución de Van Der Zee es incalculable. Aprehendió el espíritu de su tiempo con obras increíbles que resaltaron el bienestar de un grupo social que recién descubría la seguridad y la afluencia. Sin embargo, sus fotos son más que imágenes de éxito, son formalmente rigurosas y memorables. En Funeral Portrait with Going Home Sheet Music (1932) (Retrato funerario con partitura) Van Der Zee capta la atención del observador con la imagen de un ataúd abierto con un cuerpo sin vida. La habitación está atiborrada de flores, a la derecha, detrás de las coronas de flores hay una ventana con pesadas cortinas que arroja luz a una escena literalmente exánime.

El Retrato funerario es tan estético como las pieles de la pareja elegante que ostentaba su sofisticación con un coche obviamente caro anunciando la buena vida de que disfrutaba. La imagen es más una descripción de placer que un argumento social. A su vez, puede que la foto apoye la noción de la alta sociedad como experiencia memorable. Las mujeres recibían una atención favorable y su belleza complementa la representación de la gracia y la dignidad. En efecto, la elegancia de las mujeres en las fotografías de Van Der Zee puede ser considerada como una manera de hacer avanzar la reivindicación social afroamericana.

Si contemplamos el retrato de Marian Anderson, tranquilo y profundamente emotivo, pintado por Laura Wheeler Waring en 1944, podemos encontrar  a la gran cantante con un vestido largo hasta el piso y los hombros ligeramente descubiertos. Parece estar dando un concierto en un museo. Tras ella, a la derecha, aparece la pintura de un paisaje en verdes y azules. Anderson, una de las mejores cantantes de su época, transmite una presencia y una profundidad emocional extremadamente conmovedoras.

Hay otra pintura de una niña, que es igualmente conmovedora, hecha por Charles Henry Alston en 1943. Girl in a Red Dress (Niña con vestido rojo) muestra a una adolescente delgada. Su vestido tiene un cuello blanco y el resto de la prenda es de color rojo intenso. Su pelo está peinado de un modo atractivo y usa aretes. La belleza de su presencia es admirable así como su gracia implícita.

Evidentemente, el Renacimiento de Harlem fue un fenómeno estadounidense, pero una buena parte de la exhibición está dedicada a maestros europeos que mostraron curiosidad y admiración por la cultura negra. Como hemos visto al principio, estos personajes célebres incluyen a Matisse, Picasso, Munch y Van Dongen. El grabado a punta seca de Picasso que representa al gran poeta martiniqués Aimé Cesaire pertenece a un grupo de grabados de un libro. Cesaire, y Senghor (poeta y político senegalés), fueron fundadores del grupo artístico llamado Negritud (la celebración de la cultura africana). Aparece de perfil en el grabado, su cuello largo, mandíbula saliente y mirada penetrante son los atributos físicos de un escritor devoto a una visión negra lírica. Picasso le ciñe una corona de laurel, insignia de los poetas desde el clasicismo. Es un retrato conmovedor de la fuerza de una personalidad profundamente dedicada a la poesía, plasmada en la intensidad del retrato.

La Dame à la Robe Blanche (1946) (Dama con vestido blanco) de Matisse es un retrato apasionado de una mujer de color con un vestido que resalta su belleza y atractivo. Con pelo corto y pintalabios, el vestido blanco de rayas negras es casi tan importante como la modelo. Está sentada en una silla violeta oscura y el fondo es de un rojo intenso. Hay un énfasis en la calidez de su piel morena. Este sutil y sensual retrato de Matisse es uno de sus máximos exponentes de elegancia.

Abdul Karim with a Green Scarf  (1916) (Abdul Karim con bufanda verde) es un hermoso retrato de un hombre negro a quien el gran pintor noruego Munch sintió la necesidad de representar en alrededor de siete pinturas. La seriedad del modelo se acentúa con prendas de ropa atractivas: bufanda verde con rayas negras y chaqueta azul. Detrás suyo hay un fondo compuesto de una serie de rectángulos, rojo a la izquierda, azul y amarillo a la derecha. Los dos últimos reciben la luz directa del sol. La extraordinaria pintura transmite la seriedad del hombre y el fulgor tras sí. Munch, conocido por sus estudios psicológicos desgarradores, se muestra más contenido en este caso, con un resultado impresionante.

La última pieza de nuestro análisis es una escultura, una cabeza de cerámica hecha por William Artis en 1939 llamada Woman with Kerchief (Mujer con pañuelo). La obra es más que un estudio académico de una mujer joven con un pañuelo en la cabeza. Su rostro irradia juventud y madurez a la vez, así como dignidad, resolución y determinación. El objetivo de la pieza es demostrar cómo tanto el individuo como las personas negras en general están predestinados a triunfar. La Mujer con pañuelo es un símbolo de determinación que desafía los obstáculos raciales de la época. De ningún modo los prejuicios blancos lograrían impedir el avance de la sociedad negra en el arte y en la vida. Por lo tanto, el realismo de la escultura aporta más que la belleza de la forma, es también de cierto modo un llamado a la acción. Los logros de la comunidad negra, como se evidencia en esta importante exhibición, serían el resultado de negociaciones con la dura oposición de un acuerdo no negro.

El público de El Renacimiento de Harlem y el modernismo transatlántico debe sentirse sorprendido al descubrir esta exhibición en el presente y constatar que tanto arte no haya sido tenido más en cuenta  por la cultura popular estadounidense. El problema de la cultura popular se debe a malentendidos (intencionales) acerca de la cultura negra. Indudablemente, la cultura blanca tiene que haber impactado en los artistas negros de Harlem, que nacieron y fueron educados en Estados Unidos y no en la África de sus ancestros. Pero tampoco se puede aseverar que el arte negro tenía una conformidad intencional con el arte blanco convencional. Aunque los artistas de Harlem eran ineludiblemente receptivos a los formalismos del momento, su compromiso con la cultura negra de la época era incuestionable. Eso fue lo que pintaron y fotografiaron. Su conciencia social le dio a su arte una dignidad y una fuerza que permitieron que sus obras trascendieran los estereotipos y la indiferencia de la cultura popular. Por lo tanto el arte negro hecho durante el Renacimiento de Harlem puede que haya usado técnicas tradicionales, pero su contenido y su énfasis fueron un paradigma de creatividad e inteligencia negras, no una copia del arte blanco. Esta creatividad no fue encauzada hacia una noción abstracta de una negritud imaginaria que rechazara las energías creativas de otras culturas, fue más bien une expresión inexorable del modo en que los negros vivían y pensaban en ese momento. De ese modo, la producción artística fue intuitiva en vez de consciente de sí misma, aunque los temas fueran negros. Como afroamericanos, los artistas reseñaron sus propias vidas en sus propios barrios, en los que arte y sociedad se entremezclaban libremente. Es importante recalcar que muchas de las imágenes de la exhibición muestran afluencia, además de una presencia intelectual. El dinero parece haber contribuido a la obtención de una confianza social completamente a tono con lo mejor de la alta cultura de la época. Recordemos la creatividad intelectual del escritor y filósofo Alan Locke, cuyos libros esclarecieron lo que para él significaba ser negro.

De algún modo los maestros europeos expuestos intuyeron los logros de los artistas y escritores negros desde el otro lado del Atlántico. Importantes figuras como el poeta Césaire, fueron dibujados y pintados para la posteridad. También está claro que los protagonistas del Renacimiento de Harlem eran afroamericanos que interpretaban su propia cultura a tono con la intensidad de sus vidas interiores. Mucho del arte que vemos en la exhibición se trata de una postura pública, la expresión de una sociedad segura de sí misma que permitió prosperidad a un grupo de personas y que también produjo un arte no sólo significativo entonces sino que trasciende al presente. El público de la exhibición no celebra solamente los regalos de un pueblo que padeció terribles dificultades sino que es testigo de una negritud que continúa siendo reivindicada en un siglo nuevo. El Renacimiento de Harlem originó una espiral que continúa en la actualidad y que se manifiesta en grandes logros pasados y presentes.

 

Traducción: Vanessa Pujol Pedroso

 

Original text in English

Más del autor

-publicidad-spot_img