1. Porque pudiendo ser músico, tocaba el piano y fue un excelente musicólogo, decidió dedicarse a pensar.
2.
Porque cuando los intelectuales franceses prestaban atención a una gran
mascarada, él hablaba de justicia, de amor, del perdón, de la muerte…
Y, por cierto, no creó escuela.
3. Porque sus textos nos dejan sin aliento e implican exigencia y disfrute a partes iguales.
4. Porque escribió que «el pensamiento que duda no puede ser dudoso».
5.
Porque señaló que «el conflicto de los deberes contradictorios es una
inagotable fuente de excusas y de pretextos para todo tipo de
dimisiones, para todas las capitulaciones».
6. Porque nos enseñó el sentido del silencio: es lo único que nos permite oír otra voz, una voz que viene de otro lugar y nos habla otra lengua.
7. Porque al hablar de moral nos mostró que lo singular es absoluto y, por ello, debemos defender y respetar al otro.
8.
Porque hace pocas semanas yo aseguraba en este lugar que la historia
debía “sugerir, inspirar e insinuar. Nunca demostrar sino mostrar”
(Octavio Paz). Y Jankélévitch es el mejor maestro en este tipo de
escritura.
9. Porque señaló que la vida y la libertad no
pueden ser considerados derechos. Son la esencia de nuestra humanidad y
dudar de esto nos encamina hacia oscuras conclusiones.
10. Porque se atrevió a insinuar que todo se reduce, sin plural, al amor.