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Frontera Digital101 Cuentos de todos los tiempo.A mandíbula batiente

101 Cuentos de todos los tiempo.A mandíbula batiente

 

A Sergei le encantaban los relatos sobre el pillo mulá Nasrudín con el que se identificaba bastante. Mientras preparaban los juncos para una estera, el anciano le contó:
– El mulá se había presentado para optar a una plaza en unos almacenes del zoco. El dueño exigía que los candidatos fueran muy ambiciosos, así que le preguntó al mulá qué puesto ambicionaba y éste respondió sin vacilar «¡El suyo, de dueño absoluto de todo!» «Pero mulá, ¡estás loco!» Y Nasrudín le preguntó sin sorna alguna «¿Es esa una condición? Pues entonces creo que tengo bastantes papeletas para hacerme con el puesto».
Sergei se partía de risa corría a la cocina a preparar jugo de jengibre aliviado con mango y pétalos de rosa. Cuando regresó, puso el cuenco con la bebida ante el anciano y se sentó con la suya enfrente.
– Maestro, ¿el mulá llegó a trabajar en aquel caravan sérail en el que pretendía el puesto del propietario?
– ¡Pues claro que se presentó al día siguiente! Tenía que pagar unas deudas de juego y otras de los dulces que comía en la Casa de té, al fiado.
– ¿Era goloso?
– Como un niño. Una vez, estaba tan hambriento que se puso a comer a dos manos. El camarero le preguntó «¿Cómo puede usted comer a dos manos siendo un mulá?» Y Nasrudín le respondió, sin inmutarse y sin dejar de masticar a mandíbula batiente, «¡Porque no tengo tres!»
– Pero eso no es muy edificante, que digamos -arguyó Sergei.
– Es que Nasrudín nunca buscaba edificar sino provocar, remover nuestra conciencia hasta hacer tambalearse nuestros hábitos.
– ¿Para que despierten?
– No, para que caigan en la cuenta de que igual que comer a dos carrillos es lo que hacen muchas personas con el trabajo, con el deporte, con los cosméticos, con las compras, con el estudio, con la limpieza o con el sexo. Y es gente que pasa por prudente y que hasta es admirada en nuestra sociedad.
– Hasta en la escuela – intervino Sergei-, nos hacen creer que cuánto más, es mejor. Más libros, más conocimiento, más memoria, más esfuerzo, más competitividad. Más de todo.
– Sobre todo, más poder y más dinero, más ego y más soledad -, concluyó con tristeza el Maestro.
– Ayer no me contaste – concedió Sergei -, qué tal le fue en el trabajo.
– Bueno, pues, el mulá llegó con su cestillo de herramientas, entró en el almacén y lo depositó en una estantería. Después, se dirigió a la puerta dispuesto a salir a la calle. «Pero, ¿adónde vas, mulá?», le preguntó el propietario. «A cortarme el pelo», respondió Nasrudín. «¡No es posible ir a la barbería en el tiempo de trabajo!», intentó razonar el dueño al borde del colapso. «Pero el pelo me ha crecido en este tiempo de trabajo», le dijo con total convicción el mulá. «¡No es posible que todo el pelo te haya crecido desde que entraste en esta casa, venerable mulá! Me estás volviendo loco». «Bueno – concedió Nasrudín -, entonces, le diré al barbero que no me lo corte del todo, sólo rebajar un poco».
– ¡Es increíble este mulá!, – exclamó el rapaz.
– Pero es sabio. Mira a tu alrededor y lo comprobarás. En cada salida de pata de banco del mulá hay una enseñanza. Pero vamos a recoger moras o no tendremos mermelada durante el invierno. ¿No te habrá crecido el pelo, Sergei? – le preguntó animoso y cómplice-.
Al regreso del paseo en aquella tarde hermosa como los membrillos, posados los cestos en la cocina, el anciano monje alzó la voz imitando la de un persa algo alucinado:
– «¡Mulá, tu burro ha desaparecido! – le gritó su amigo Wali a Nasrudín-. ¡Cuánto lo siento!»
– «¡Quita p’allá!» – le respondió éste muy contento.
– «Pero ¿no te da pena perder tu único burro, mulá
– «¡Qué burro eres tú, Wali, ¡qué burro! ¿No te das cuenta de la suerte que he tenido al encontrarme en la Casa de té y no estar encima del burro?» –
– «No -respondió Wali-, no lo veo».
– «No lo veo, no lo veo. Siempre igual, Wali. ¿No comprendes la suerte que he tenido? Si estuviera montado en él ¡yo también habría desaparecido! ¡Vamos a celebrarlo, Wali!, Pero a la taberna de los francos cristianos. Ya está bien de té. Hoy es una gran ocasión. Hoy es el día, Wali. ¡Hoy es el día!»

 

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