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Mientras tanto‘De Broadway al Teatro Real’ o Stephen Sondheim está vivo

‘De Broadway al Teatro Real’ o Stephen Sondheim está vivo


Si bien no se puede decir que sea la primera vez que el musical entra en el Teatro Real, lo cierto es que lo ha hecho de tapadillo. Antes de la pandemia se programó Street Scene de Kurt Weill, que se vendió como ópera. Aprovechando esta circunstancia, se organizó un curso sobre el musical norteamericano y su evolución que impartió Alberto Mira que congregó a un pequeño grupo de personas aficionadas y amantes del musical.

Sin embargo, sí es la primera vez que lo hace con De Broadway al Real y con dos estrellas del mismo Broadway. Una es el compositor Stephen Sondheim. La otra es la cantante y actriz Liz Callaway. Y, si los nombres no le dicen nada, podría pensar que el musical sigue sin entrar por la puerta grande, pues se programa en el Salón de Baile y no en la sala principal.

Nada más lejos de la realidad. Este es un gran espectáculo que requiere distancias cortas al estilo antro o garito de jazz. Lugares pequeños, de esos que se sitúan en Nueva York, concretamente en Greenwich Village. Ningún lugar podría ser mejor que el Salón de Baile que, incluso en los asientos más alejados, permite esa cercanía necesaria. Y tener unos drinks encima de la mesa, que en los tiempos que corren, puede ser un agua con gas.

La distancia es importante pues se trata de un espectáculo trabajado desde lo personal y lo íntimo. En el que la cantante cuenta su relación con Sondheim y cómo ha influido en su vida desde que sus padres la llevaron a ver Company, que para muchos españoles es el musical que el año pasado protagonizó Antonio Banderas. Por tanto, hay que acortar distancias para poder hacer confidencias. Para poder cantar al oído, y no porque la Callaway no tenga voz, que además está microfonada, sino para poder hablarle a los amigos.

Pues hay momentos que eso es lo que parece. Que uno se ha encontrado con Liz o la ha invitado a cenar a casa, a un apartamento sobre Central Park, o una casa bohemia del SOHO. Y que Alex Rybeck, su acompañante habitual, también ha ido a la cena, se sienta al piano y Liz echa a cantar y a contar. ¿Cómo conocí la música de Steve? ¿Cómo conocí a Steve? ¿Qué me contó Steve? ¿Con quién he trabajado gracias a Steve? ¿Qué hice hasta llegar a trabajar de manera regular en Broadway?

Y se empieza a entender porque Sondheim, a pesar de partir de historias tan inusuales como el musical televisivo de Evening Primrose, protagonizado por unos personajes que viven en un gran almacén, cantan canciones que hablan de ti. Como entiendes de Take me to the world esa sensación de cuando llevas encerrado mucho tiempo y alguien a ver el cielo, ya sea el neoyorquino o el madrileño, mucho más ahora que la Gran Vía se ha convertido en la gran arteria musical mundial en español.

O cómo una canción como Move On de Sunday in the park with George, que habla de una relación amorosa, sirve para hablar de cualquier relación adulta. Como la de Liz con Nicholas, su hijo, que la acompaña en este dueto en el escenario con su voz de tenor melódico. Momento muy emotivo, pues antes nos han cantado la canción de Sondheim con la que calmaban sus llantos nocturnos cuando era un bebe. Y, también, nos han ilustrado su comportamiento infantil cuando volaba con su madre con una canción de Stephen titulada What Do We Do? We Fly? de Pacific Overtures. Una canción escrita en 1965 pero que describe perfectamente lo que es viajar en la clase turista o vuelos low cost actuales.

Porque de eso va Sondheim. De la vida. A la que su música se pega como un chicle al zapato y la acompaña. Señalando como el amor es otra persona que te quita tu silla o no te deja dormir, y con esos actos cotidianos, te hace sentir vivo, being alive.

Una música que no solo describe las formas de ser y estar en el mundo de una manera individual, personalizada, cuando fueron escritas. Sino que, como los sonetos del bardo, explican lo que se siente y como te sientes con relación a lo que nos pasa y a las personas que se aman en cualquier época a cualquier edad.

Por eso, como dice Liz al final del espectáculo, Stephen, que murió hace dos años, está vivo. No como en esa versión conspiranoica y ufológica que dice que Elvis todavía vive. No. Sino porque sigue poniendo música y letra a las cosas pequeñas que pasan a los seres humanos. Como la alegría que provoca el poder ver un pequeño trocito de cielo brillante de un día soleado desde la ventana de un mínimo apartamento de Brooklyn o de Vallecas, cuya vista principal es el bloque de enfrente. Y con eso es suficiente para ser feliz.

Tan feliz como las personas que asistieron a este concierto. Entre los que abundaban norteamericanos de paso o residentes en Madrid que se mezclan con muchos locales que no sabían muy bien qué iban a ver. Y menos qué iban a escuchar. Pero que se dejaron contagiar por los compatriotas de Stephen Sondheim y Lizz Callaway y al final se levantaron y aplaudieron como los que más. Incluso compraron a la salida el disco en el que están todas las canciones del espectáculo, un disco que está nominado a los Grammy de este año como Best Traditional Pop Vocal Album al lado de Only the Strongs Survive de Bruce Springsteen. Las personas que asistieron al concierto saben por qué.

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