He tenido cuatro o cinco sueños que parecía mejor olvidar. Pero he salido bajo los árboles, entre la gente, y esos sueños no se han borrado. Había una montaña y, desde lo alto, he saltado para abrazar a mi hermano, que me esperaba en el abismo. Allí, en el desierto azul, he sido el más libre. Qué estupenda sensación la de caer sabiendo que, aun con riesgo de morir, aquel salto valía la pena. En la tierra negra y templada, arenosa, compartida, hundidos los pies, tuve su abrazo.