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2012, el regreso del sexo de altura

 

Me reprochaba ayer uno de mis lectores más fieles (gracias amigo por tu fidelidad en estos tiempos tan convulsos) que no escribía desde octubre pasado. Es cierto, no he escrito porque tenía la regla y mis periodos son como la sangría del sector periodístico: si en uno no hacen más que salir periodistas a calle, a mi no hace más que irse por esas partes mis entrañas.. y claro, cómo queréis que escriba así. Se me mezcla el mal humor de los cambios hormonales con la preocupación por la letra, que está por los suelos. Aunque también hay otras cosas que me han perturbado durante estos meses impidiéndome decir una palabra, cosa harto extraña porque mi padre siempre me dijo que si no hablaba reventaba y mi chico me dice que solo callo con la polla en la boca. Aunque él no lo llama polla, le dice zupo… vocablos del extrarradio madrileño.

 

¿Qué cosas han perturbado el normal fluir de este blog? Por ejemplo, que España sea azul y que tengamos gaviotas por doquier. Año Mariano, tócate los pies. Quiero aprovechar estas humildes líneas para saludar al nuevo Presidente (hola Rajoy, gracias por leerme, me consta que has sabido de este blog por tu amigo Rouco), y postrarme a sus pies. Sabed que estoy dispuesta a sacarme el carné si el partido me coloca en algún sitio bueno y de por vida. Tipo funcionario. Porque la cosa está mu pero que mu mala, estoy por rebuscar mi post sobre el sadomaso y llamar a aquel señor que se me propuso como esclavo doméstico porque he tenido que despedir a la chacha: ya no podía pagarla. Los de izquierdas somos así: nos quejamos de los ricos pero luego tenemos a señoras de la limpieza y no las damos de alta en la Seguridad Social. Puaj, asco de demagogia, ¿no?

 

Otra cosa que me ha tenido en un sin vivir ha sido la manida crisis y la prima de riesgo para arriba y para abajo. Macho, qué mareo y qué manera de tenernos atenazados. Así no hay quien folle. ¿Y, qué me decís del periodo de campaña electoral? Horror, si mi chico y yo nos metíamos en la cama crispados, que parecía que más que uno era Rajoy y el otro Rubalcaba (porque el chico me colea un poco a la derecha, qué le vamos a hacer no iba a ser perfecto) y venga a discutir: que si en el debate no hablaste del matrimonio homosexual, que si tu calva no es atractiva, que si no te habías aprendido el discurso… Comprenderéis que éstas y otras condiciones no estimulan a la hora de escribir sobre sexo. Pero hoy que se me ha retirado el periodo (no tipo menopáusico, eso quisiera mi noviete que le tengo acojonado con ganas de procrear) y me he sentido liberada, por fin, para escribir sobre guarrerías y con ello no me refiero a la subida de impuestos.

 

Al tema: el otro día leí que una compañía aérea iba a promocionar el sexo en sus vuelos. A mi esto me parece genial porque joder, todo son prohibiciones en esta sociedad: no se puede escupir al suelo, no se puede fumar, no se puede insultar a los políticos, no se puede follar en los aviones. Venga hombre que parece que vivimos en un régimen dictatorial… Yo ya he sacado un billete en la susodicha línea porque me parece chupi lo de poder escoger un azafato que te ponga y llevártelo al cuarto de  baño aunque éste sea de lo más estrecho y tengas que parecer un equilibrista para poder meterla, sobre todo si hay turbulencias… Pero a mi lo que me molaría sería tirarme al piloto, en su asiento y en pleno vuelo por supuesto. Debe de ser de lo más morboso: ahí, con el horizonte por montera, y con el copiloto viéndolo todo, bajarle la bragueta y subirte a cabalgar hasta que se corra dentro…. “Estimados pasajeros, les saluda al comandante, bienvenidoooooooos a Madrid” (el ooooos es para cuando se esté corriendo para los que no lo hayan pillado). No me digáis que eso no es un vuelo estimulante.

 

En un viaje a Berlín mi amiga Palmy y yo dimos con un piloto que estaba bueno hasta decir basta. Mi radar lo detectó antes que el suyo (porque una es miope pero lo que quiere ver lo ve bien): ella se empeñaba en decir que era mayor (estaría en torno a los cuarenta y tantos) pero cuando lo vio de frente cambió de parecer (porque Palmira es, no se lo digáis, una lagartona) y dijo “que sí, que sí, que lo quiero para mi”. Y una polla, el tipo para mí, que para eso tengo más tablas pensé yo… Uhmmm, estaba buenísimo: cuerpazo, canoso, ojos azules, buena percha, con su uniforme de piloto. Es que los uniformes ponen un montón, yo le digo a mi chatuco que se me ponga algo más que el boxer pero el tío me ha salido estrecho y no se deja, sólo quiere calzoncillos Tommy…

 

En fin, que el piloto cuarentón tenía toda la pinta de engañar a su mujer porque estas cosas también las detecta el radar femenino (al menos el mío que tiene la opción “cuernos”). Y eso me pone aún más porque yo siempre he dicho que a la moral viruelas… Bastaron un par de miradas y alguna sonrisa para iniciar una breve conversación mientras él estaba fuera de la cabina. Me contó que estaría varios días en la ciudad alemana antes de salir en otro viaje y yo le deslicé mi tarjeta. Cuando volví a mi asiento llevaba las bragas mojadas sólo de pensar en hacérmelo con él. Esa misma noche me llamó. Le cité en mi habitación, total, si yo Berlín ya lo conocía, y le pedí que por favor viniese con el uniforme. Y vino. Fue uno de los mejores polvos de mi vida: el momento te como la polla mientras vistes únicamente la chaqueta del traje no tiene precio. Nos pasamos la noche follando porque, para quien tenga dudas, se folla mejor con 40 que con 25 años. Al día siguiente me dolía la cara interna de los muslos y tenía ese resquemor en la vagina que sólo lo provocan las buenas vergas. No sé si lo disfruté tanto por haber podido cumplir una de mis fantasías eróticas o porque se trataba de uno de esos encuentros con un tipo al que sabes no vas a volver a ver en tu vida y entonces puedes mostrarte en la cama tal y como eres: como una guarra.

 

Estoy de vuelta queridos lectores/as. Vamos a ver si con conversaciones guarras y textos pornográficos se hace más llevadero este 2012. 

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