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2014, ya estabas tardando

 

 

“Tomorrow, is the first blank page of a 365 page book. Write a good one”

Brad Paisley

 

 

 

Estos días todo está lleno de listas. He aquí la lista de las personas de las que he aprendido más en 2013, o He aquí los diez mejores temas de música española de 2013, o Aquí está el resumen de las redes sociales en 2013 o Startups a tener en cuenta en América Latina en 2014. El motivo es casi lo de menos. Porque podríamos hacer la lista de las marcas de los mejores sobaos pasiegos del 2013 o la de las tendencias en pedicura para perros. Lo que importa es que sea una lista. Si no, dejémoslo para enero.

 

El mundo de las listas de los últimos días del año es extraño e inabarcable. Uno cierra el año con la necesidad de valorar cualquier cosa que manifieste su experiencia, sus vivencias. Quién sabe. Estos días Twitter está lleno de listas imposibles. Aunque las mejores listas de la historia son, para mí, las que crea Robert Flemming en Alta fidelidad. Del estilo: Mis cinco rupturas amorosas más memorables, las que me llevaría a una isla desierta, por orden cronológico o Personas a las que había visto besarse antes de 1972. Aunque tengo que reconocer que mis segundas listas favoritas de la historia son las que elaboro yo misma el día 31 de diciembre. Mis listas de propósitos. Porque son un ejemplo de imaginación sin límites. Por no hablar, claro, de mis listas de deseos, que suelen ser más mentales, y que son esas que elaboro uva a uva antes de atragantarme en la séptima. Si llego, claro.

 

Venirse arriba con la lista de deseos de Año Nuevo es fácil. Muy fácil. Es como ir al supermercado y empezar a cargar el carro con todos los “por si acasos” que se nos ocurran. Lo mismo sucede con los deseos: mejor de más que de menos. Pero este año me he prometido que voy a dejar lo de los propósitos de lado. Total, para lo que me sirvieron el año pasado. Porque pedir deseos es ya un deporte. Un deseo por cada uva, un deseo cuando cae una estrella, un deseo cuando se nos cae una pestaña… A veces me pregunto a quién le pedimos los deseos. ¿A una cifra numérica, al 2014? ¿ A una tarta sobre la que soplamos las velas? Supongo que los deseos, en el fondo, nos los pedimos a nosotros mismos. Por eso, hay que tener cuidado. Siempre recuerdo esa frase de Santa Teresa que glosó Truman Capote en un libro suyo: “Más lágrimas se derraman por las plegarias respondidas que por las no respondidas”. Así que eso: cuidadín.

 

Ayer volví a un viejo poema de Adrienne Rich que termina con una pregunta interesante: ¿Qué piensas hacer con el resto de tu vida? Supongo que antes de pedir deseos y hacer listas de propósitos, deberíamos acordarnos de este verso. Sí. Antes de brindar por esos doce meses que inauguramos simbólicamente el 31 de diciembre, antes de atragantarnos con las uvas deberíamos atragantarnos con esta pregunta. Y responderla. Entonces sí, tal vez, pedir algún que otro deseo o apuntar mentalmente un par de propósitos. Si alguien necesita ayuda con la pregunta, que no me llame. Eso sí, ¡FELIZ 2014 A TODOS!

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