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La serie negra ha hecho últimamente las paces con el orden, ha pactado con lo que llamó una vez el establishment. Se ve por ejemplo en las novelas de Dennis Lehane y de George Pelecanos (autores popularizados en el mercado español por haber sido guionistas, junto con Richard Price, de la serie The Wire). En Pelecanos, en Lehane, el protagonista vuelve a ser un policía visto desde el lado humano. Hay una complacencia en su función social, una comprensión de su razón de ser.
Javier Pérez Andújar en Ahora.
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“El diario ha sido como aquellas gabarras que bajan por el Rin, cargadas de productos diversos que trasladan hacia el mar, por toda la Europa central. De vez en cuando hacen sonar su sirena, grave y rotunda, advirtiendo sobre su paso. Siempre van por el medio de la corriente. Saben que si se escoran quedarán trabadas en una orilla.” Con esta metáfora del estilo barojiano de algunos de sus Elogios, Lluís Foix empuja la puerta giratoria, Aquella porta giratòria que había dado tantas vueltas en la redacción de La Vanguardia de la calle Pelayo 26, hasta que un día su propietario Javier Godó decidió trasladar la redacción a la avenida Diagonal.
Tomás Alcoverro en Ahora.
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Contemplar un cuadro no es quedarse pasivamente ante él, sino ejercer una actividad intelectual y sensorial de primer orden, tan profunda y tan rica como la del lector que al recorrer los signos impresos sobre el papel o la pantalla lleva a cabo complejas operaciones neuronales que duran milisegundos, y que despiertan en su imaginación voces, presencias, mundos enteros.
Antonio Muñoz Molina en Babelia.
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Y también me gustaría que ese estilo, al parecer tan patrio, del escritor que con chulería exhibe su poder y lo ejerce, maniobra para eliminar a sus enemigos e insulta en público a aquellos con los que se atreve, que esas maneras de intelectual pendenciero, desaparezcan de una vez, porque si vivimos en un país que padece el virus del amiguismo, de las corruptelas o del tráfico de influencias (también en cultura), no es menos frecuente el aplauso a los chulos de verbo populista, a los que algunos lectores aplauden como si fueran los únicos que dicen las grandes verdades. Y mire usted, pues no.
Elvira Lindo en El País.
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Una antología siempre es un acontecimiento literario: lo es para los poetas incluidos, lo es para los críticos y los estudiosos, y debería serlo también para el lector. A los primeros los sanciona y ratifica; a los segundos les presenta una hipótesis de trabajo, basada en un método y un modelo de lectura, que no necesariamente ha de ser provocativo y que la mayor parte de las veces, por arbitrario que parezca, acaba siendo clarificador.
Jaime Siles en ABC Cultural.
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No hay jurado al que uno asista que en algún momento no vuelque la mirada sobre sí mismo y se pregunte, entre temeroso e incómodo, «¿cuántas mujeres hemos seleccionado?».
Óscar Alonso Molina en ABC Cultural.
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El trasfondo –la crisis económica de aquellos años– no se deja de recordar ni por un momento en la historia de este «Julien Sorel stendhaliano», nombre o arquetipo novelesco repetido a lo largo de la historia. Alguien que vende su alma por lograr ascender meteóricamente, siempre a medias, siempre en un tris de volver a fracasar, con un frenesí que lo hace envejecer y curtirse a una velocidad en la que otros emplean décadas. Las emociones serán absorbidas igual de veloces, proporcionándole al protagonista poco más que el hastío y el cansancio de algunos octogenarios.
Mercedes Monmany en ABC Cultural.
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My NYer editor used to read my piece, chop off the last paragraph, & hand it back to me, saying, «Great ending!» It often was.
SUSAN ORLEAN— Jon Winokur (@AdviceToWriters) 13 de mayo de 2016
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—¿Por qué no le gusta la palabra obra?
—Resulta demasiado pretenciosa. En el fondo, usted y yo no dejamos de ser personas corrientes. Cuando veo a un tipo que habla de su obra como si fuera La Gioconda me entra la risa.
—Es por modestia, entonces.
—No, más bien por un deseo de ser preciso respecto a lo que pienso de mi trabajo. Llamarlo trabajo, oficio o incluso curro me parece bien. Cualificarlo de obra, no.
Entrevista de Álex Vicente a Jean-Jacques Sempé en Babelia.
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Una muestra de lo meticuloso que Barnes es con su trabajo la vemos en su preocupación por todos los detalles, lo que incluye también las portadas. Suzanne Dean, directora creativa de Random House, ha diseñado las cubiertas de las obras del autor británico durante los últimos veinte años. “Estoy siempre deseando ese momento”, dice Barnes. “Cuando entro con ella en una reunión para decidir la portada, le digo: ‘Este es el momento más divertido de la escritura’. Ella propone bastantes cubiertas y las discutimos. Siempre le pido un margen de 48 horas y me las llevo a casa, se las enseño a mis amigos y me quedo con sus reacciones”.
Entrevista de Cathy Rentzenbrink a Julian Barnes en El Cultural.
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La crisis económica, los desahucios y hasta la prima de riesgo. La guerra de Siria y la de Ucrania. La crisis institucional en Europa. La emergencia de los nuevos partidos. El virus del bola. Bernie Sanders o Donald Trump. Aquello, en definitiva, de lo que todo el mundo habla y que abre cada día los telediarios: este es el terreno de los ‘instant books’, libros nacidos al calor de la actualidad, con una vida cortísima en el ya de por sí voraz mercado editorial. Con la crisis vivieron un auge extraordinario: análisis rigurosos o desaliñados, breves o extensos, escritos por profesores, expertos o periodistas especializados. Hoy, con tantos frentes abiertos a nivel local y universal, resisten hasta el punto de haberse convertido en un pilar fundamental de muchos sellos editoriales.
Alberto Gordo en El Cultural.
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Nuestro reto es satisfacer al más intelectual y no intimidar al menos intelectual. Los taxistas tienen que sentirse cómodos. Son personas que leen mucho, tanto prensa como libros, quiero que entren en mis locales y que encuentren ahí lo que quieren leer. No soy ingenuo, sé que las de Waterstones son librerías de clase media y que mis clientes de Daunt Books tienen caché. Cada librería debe conocer a su público y no tratar de competir con supermercados u otro tipo de establecimiento que también venda libros.
Entrevista de Jorge Carrión al consejero delegado de la cadena Waterstones.
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Salinger participó en cruentos combates desde el día D del desembarco de Normandía y en el avance aliado por Francia, Bélgica y Alemania, desmantelando las posiciones del ejército nazi. Pero el hecho que debió marcar a nuestro personaje fue su participación en la liberación del campo de exterminio de judíos de Dachau, como parte del servicio de contrainteligencia aliado al que pertenecía por saber alemán y su conocimiento previo de la zona.
La contemplación de la devastación de la guerra y el horror innombrable de los campos de concentración nazis provocaron en él un espanto tal que desencadenó una grave neurosis, por la que tuvo que ser ingresado en un hospital de campaña durante un periodo. Después continuó con su labor y regresó por fin a EEUU tras casarse con una alemana a la que llevó consigo y de la que se separó al poco tiempo.
J.D. Salinger, el guardián con corazón de piedra.
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Reading Lee’s version of Capote, one longs to read her on everyone else she knew. The piece was published the same year that Gay Talese diagnosed Frank Sinatra’s cold, and one wonders what Lee would’ve done if assigned to profile someone like Eudora Welty, whom she admired, or George Wallace, whom she despised.
What Two Forgotten Pieces Tell Us About Harper Lee.
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La primera en leer sus originales es su compañera, la escritora Ana Merino: “Ana enjuicia muy bien. Un escritor termina su manuscrito y no sabe si es una inmensa mierda o una genialidad. ¿A quién le das esa responsabilidad tan importante? Sólo puedo hacerlo con quien mantengo una complicidad amorosa.
Manuel Vilas a Joana Bonet en Cultura/s.
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Parece un relato periodístico que se lee como una novela. Pero es lo contrario: una novela que simula la estructura y el lenguaje de un relato periodístico.
Después de que los maestros del Nuevo Periodismo Truman Capote, Norman Mailer, Gay Talese y compañía inventaran la novela de no ficción, ahora crece imparable el periodismo de ficción.
Roberto Herrscher reseña Seis días en Cultura/s.
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I lose time in the sense that I very rarely write more than one page per day, sometimes two, which means that I don’t advance very quickly. Until I have finished one page the best possible way and have rewritten it as many times as necessary, I don’t move on to the next. Many writers I know write a first draft and then revise again and again. On page two hundred they realize that it would be better if they had said something different on page one or two. They change page one or page two, but that is precisely what I never do. Even if it would make things easier if I hadn’t said this or that on page five, I won’t change it. If I wrote that something would happen or be said by a certain character, then on page two hundred I must stick to it.
This method is quite a risky one and I wouldn’t recommend it to anyone because the final result can be disastrous. But I write my novels according to the same principle of knowledge that rules life: If you do something when you are fifteen or twenty, you can’t change it. When you are forty you may wish you hadn’t done this at fifteen or twenty, but you have and you can’t change that. Some people try to change it, some people try to forge a past, some people become imposters, some people hide the things they did, but in fact you cannot undo what was done. You have to stick to what happened. Much of what I write in the beginning of a novel occurs by chance. Once I finish a page, it goes to the printer. Later, I force myself to make things match, to make necessary what was whimsical. If you come to think of it, it is quite absurd to do this in a novel, because in a novel you do have the chance to change everything—until it is published.
Entrevista a Javier Marías en The Paris Review.
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Ay, todo esto resulta apestosamente romántico: un escritor que sabe que va a vender 200 ejemplares y una editorial que no tiene empacho en publicarlo. Permítanme decir que este tipo de editor y este tipo de autor son los que vale la pena querer. A los demás, que los quiera Muñoz Molina.
Alberto Olmos en El Confidencial.
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Los escritores tienen dos maneras de desaparecer: dejar de publicar y dejar de hacer vida pública. Y una tercera: destruir lo que escriben. Cuando supo que estaba desahuciado –murió dos semanas antes que Sahagún- Rafael Chirbes se dedicó a deshacerse de textos que no quería que le sobrevivieran. Salvó un diario que publicará Anagrama.
Javier Rodríguez Marcos en El País.
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Ningún escritor ha leído los mismos libros y, sobre todo, no los ha leído en el mismo orden. Por lo tanto, necesariamente, todos los escritores son distintos entre sí. Ningún gran escritor se parece a otro gran escritor. Sin embargo, los mediocres sí. Son más iguales.
Entrevista de Lorena G. Maldonado a Juan Tallón en El Español.
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A quienes se nos enseñó a respetar los libros como vehículo excepcional de cultura, de civilización, de conocimiento, de espíritu, de humanidad, todavía nos angustia el actual desprecio en que han caído. Pero si lo pensamos bien, sabemos que la mayoría de las veces poco tienen de sagrado; y que hay demasiados. Con su sobreabundancia hemos lesionado su antiguo prestigio. El verso de Quevedo, con pocos, pero buenos libros juntos, lo hemos sustituido por con muchos pero malos libros juntos. Como dijo hace poco el novelista Eduardo Mendoza, con divertida franqueza que escandalizó a algunas almas cándidas, la mayoría de los muchos que se publican «son una birria». Y si se perpetran tantos y tan malos, ¿cómo no iba a perderse el aura, el prestigio que tenía un libro por el mismo hecho de serlo? ¿Cómo no vas a tirar los libros a la basura?
Ignacio Vidal-Folch en Papel.