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Mientras tanto2016/31 — Cómo superar los remolinos

2016/31 — Cómo superar los remolinos


 

 

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La profecía se cumplió al pie de la letra. Saint- Exupéry se convirtió en una celebridad que cobraba cantidades astronómicas por sus libros y sus crónicas periodísticas. Y cuando tenía 44 años, el 31 de julio de 1944, desapareció en alta mar, cerca de Marsella, mientras realizaba un vuelo de reconocimiento con las Fuerzas Aéreas de la Francia Libre. Antes de partir, había dejado unas notas escritas a mano: «Si soy derribado no lo lamentaré. La termitera futura me espanta y odio su virtud de robots. Yo estaba hecho para ser jardinero».

 

Eduardo Jordá sobre Antoine de Saint-Exupéry en ABC Cultural. 

 

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Para leer bien basta con tirar de un hilo. La portada de un libro llamó mi atención. Cinco jugadores de cartas sentados en torno a una mesa. Y un título: El club de los gourmets. Ilustraciones de Yoko Nakajima. Autor, Junichiro Tanizaki. Sabía que su lectura, y la contemplación de aquellas imágenes, me transportarían al universo de un autor que siempre me ha fascinado con sus inimaginables secretos.

 

Álvaro de la Rica en ABC Cultural.

 

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La primera vez que se interesó por el ajedrez, David [Llada] era un chaval impresionado por una página de periódico: «Me llamó la atención la foto. Era uno de los Mundiales entre Kasparov y Karpov y me gustó la solemnidad de aquellos dos tipos sentados delante de un tablero. Fue como un chispazo. “Este juego me parece interesante”, me dije. No mueven un músculo, no parpadean, pero ahí pasa algo. Esa sensación es lo que más me gusta buscar y transmitir». «Los que hemos jugado sabemos que en el tablero ocurre algo muy intenso», añade. «Creo que algunas de mis fotos han conseguido transmitir esa tensión incluso al público que no sabe nada de ajedrez. Alguien me decía que si recortas las imágenes y dejas el rostro, parece que están en estado de trauma».

 

Federico Marín Bellón sobre David Llada en ABC Cultural.

 

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Poirot, el detective-espectador, el observador incisivo, protagonizó 33 novelas y 54 historias cortas y su arrollador éxito resultó impredecible. Cada vez más harta de su remilgada estrella, Agatha Christie decidió matarla en Telón, novela que se publicó en 1974, pero que escribió en la década de los 40. Tal fue el impacto de la muerte de Hércules Poirot que el New York Times le dedicó un obituario. Poirot continúa siendo el único personaje de ficción que ha merecido una necrológica.


Agatha Christie. Misterio, crueldad y sordidez humana.

 

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—Habla bien de casi todo el mundo. Salvo de Tàpies.

 

—Como artista, Tàpies sale muy bien. Como persona queda un poco mal, pero no lo juzgo.

 

—¿No lo juzga porque es usted buena persona?

 

—No creo ser mala persona, pero tampoco sé si soy muy bueno. Nadie sabe a ciencia cierta cómo es uno mismo. En lo que sí me empeño es en no hacer juicios de valor. Cuento lo que hizo Tàpies, pero sin juzgar su comportamiento.

 

—¿Vetaba exposiciones de otros pintores?

 

—Sí, era un poco ególatra y no le importaba perjudicar a sus propios compañeros. Lo que digo de Tàpies es conveniente que se sepa, no por criticarle a él, sino porque ayuda a comprender por qué no hay ningún otro artista de su generación que sea conocido internacionalmente.

 

Entrevista de Francesc Arroyo a José Corredor-Matheos en Ahora.

 

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En Una Ilusión (Xordica 2016) el escritor aragonés Ismael Grasa se refiere a la lectura y la escritura como actividades físicas.

 

“A veces se insiste en que el oficio de escritor va ligado principalmente a la soledad, cuando lo cierto es que hacerse escritor tiene mucho que ver con estar junto a otros escritores, con el hecho de haberlos tenido en la familia o de haber vivido con alguno de ellos, como me sucedió a mí. Creo que no siempre se repara en que escribir tiene una relación directa con el hecho de haber visto escribir. Porque escribir, como el silencio que acompaña esta actividad, es primeramente algo físico, es una postura, un modo de disponer la columna vertebral, por así decirlo. Y es un clima previo, cierta clase de conversación mantenida.”

 

Luis Cornago en fronterad.

 

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—En el reportaje también se habla, y mucho, de Moby Dick y de la obsesión de Ahab. ¿Escribir es perseguir obsesiones?

 

—Como escritor, si no estás obsesionando con lo que estás escribiendo no hace falta ni que te molestes.

 

Entrevista de David Morán a JR Moehringer en ABC.

 

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Hay quien paga a Blende para que le seleccione lo que más le va a gustar, una tarea que antes encomendábamos a las redes sociales hasta que hicimos nuestra lista de seguidores tan homogénea que ya nadie lee apenas nada que no salga de su zona de confort, simplemente hacemos F5 cada día a esa zona de confort con información nueva. Y como Twitter o Facebook ya no me sirven para seleccionar qué cosas gratis debo leer, lo hace Blendle.

 

Antonio Villarreal en su blog.

 

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¿De dónde viene, pues, ese recelo hacia la literatura absorbente, y considerarla incluso opuesta a la lectura reflexiva?

 

Al escritor Lorenzo Silva le parece una pregunta espinosa porque tiene muchas respuestas posibles. “Hay quien cree que la buena literatura se distingue por el espesor, y nunca por la fluidez, criterio que no comparto; hay quienes tienen cierta dificultad para articular su relato de manera amena y convierten ese rasgo suyo en virtud o insignia; y hay relatos muy someros, que sacrifican todo a la agilidad renunciando no ya a cualquier densidad, sino a ir más allá de la mera peripecia”.  


Leer de un tirón. ¿Elogio o reproche?

 

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Iris Murdoch es una novelista torrencial, que -según cuentan sus allegados- nunca corregía sus manuscritos. Enemistada con las máquinas de escribir y los ordenadores, su mano volaba sobre el papel, reflejando su temperamento apasionado y desinhibido. Nunca toleró que sus libros se sometieran a un proceso de edición. Es un dato asombroso, pues en nuestros días las editoriales mutilan, corrigen y desfiguran los originales, sin otra justificación que incrementar el caudal de lectores.

 

Rafael Narbona sobre Iris Murdoch en El Cultural.

 

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Mucho antes que como intelectuales, a los escritores se les recluta, diría yo, como una suerte de “portavoces” del mismo público que sustenta su éxito, como “representantes” selectos y bien cultivados de una ciudadanía que espera de ellos que “expresen” con originalidad, ingenio y elocuencia sus ideas, sus puntos de vista, sus berrinches, sus devociones. Suelen estar más cerca, así, de los tertulianos radiofónicos o televisivos que de los analistas especializados; actúan, por lo común -y desde luego sin premeditación- como “ilustradores” de la línea ideológica del diario en cuestión, que los llama toda vez que un acontecimiento señalado, del orden que sea, reclama un contrapunto personal del que los lectores se sientan de algún modo partícipes.

 

Ignacio Echevarría en El Cultural.

 

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—Cuéntenos alguna experiencia cultural que cambió su manera de ver la vida.

 

—El consejo de un pescador, que era analfabeto, sobre cómo superar los remolinos.

 

Entrevista a Rafael Argullol en El Cultural.

 

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Su vida es un misterio. Por eso me intrigó que una editora barcelonesa me explicara el otro día que tiene previsto como libro estrella, para el año que viene, una novela sobre Vivian Maier, que está escribiendo una autora española. “¿Por qué no una biografía?”, le pregunté. “Hay tantos puntos oscuros en su vida —me replicó—, que la novela es el mejor medio para aproximarse a ella”.

 

Sergio Vila-Sanjuán en Cultura/s.

 

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No está siendo 2016 su año más prolífico -publicó cuatro libros en 2015, 2006, 2004 y 2002 (¡16 en total!)-, pero lo de Juan Eslava Galán (que en otoño lanza El amor en el jardín de las fieras [Espasa], su tercer libro de la temporada tras La madre del cordero [Planeta] y Viaje por el Guadalquivir y su historia [La Esfera]) mueve al asombro, no sólo por su productividad sino por la amplitud de sus intereses, que van de la guerra civil a los pecados capitales. Parece que su secreto es simple: trabajo y más trabajo. Pasa de ocho a diez horas diarias ante el ordenador, escribiendo o corrigiendo varios libros a la vez, y sobre todo, no le gusta el fútbol ni la vida social. ¡Así se puede escribir del tirón!

 

Juan Palomo en El Cultural.

 

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A veces, además, un escritor se arriesga a quedar mal y lo consigue. Es el caso de Emmanuel Carrère, que en Una novela rusa —que, faltaría más, no es rusa ni novela— lleva al extremo la primera persona para pintarse como un ser mezquino que, en plena paranoia sentimental, publica un relato de verano con el único propósito de que sirva como instrucciones sexuales a su sufrida novia cuando esta, ajena al montaje, se lo encuentre al abrir el periódico.

 

Producir ciertos efectos con las palabras no está al alcance de cualquiera. A veces esos efectos son secundarios y se traducen en lo que el eufemismo llama daños colaterales. Puede que sea la posibilidad de ese daño lo que produzca sensación de verdad. Y que el resto sea solo literatura.

 

Javier Rodríguez Marcos en El País.

 

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La tradición periodística española está repleta de tipos dispépsicos, la mar de graciosos, alojados siempre en el café, diestros en navajear con la lengua y autores de una prosa volatinera cuyo aroma a pachulí es lo único que desafía el paso de los años. Frente a esa tropa, cuyos herederos mantienen su tronío, su zumba y su nada en muchos medios escritos y hablados de la actualidad, se alza la figura rubia, higiénica y elegante de Manuel Chaves Nogales.

 

Arcadi Espada.

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