Cuenta Nick Hornby en 31 canciones (Ed. Anagrama, 2004) que publicó Hablando con el ángel (Ed. Salamandra, 2002) con el fin de sacar dinero para el colegio de su hijo Danny, que padece autismo. Hablando con el ángel, título que toma prestado de una de las canciones del primer álbum de Ron Sexsmith (Speaking With The Angel), aglutina once relatos cortos de algunos de sus amigos escritores, como Melissa Bank, Zadie Smith o Patrick Marber, además de un cuento del propio Hornby.
La presentación del libro se celebró el 23 de noviembre del año 2000 en el Hammersmith Palais de Londres. Además de contar con la presencia de algunos de los hacedores del libro, tratándose de un melómano como Hornby no podía faltar una actuación musical en directo.Los Teenage Funclub, que habían aplazado un concierto en Europa para estar allí esa noche, tocaron en acústico, en palabras de Hornby, “una de las canciones más bonitas de uno de mis álbumes favoritos de la vida”. Se trataba de Your Love Is the Place Where I Come From, la penúltima canción de Songs from Northern Britain (1997).
El autor reconoce que cuando vuelve a escuchar esa canción, mientras escribe la introducción de 31 canciones, le resulta imposible no acordarse de aquella velada y de uno de los acontecimientos más memorables con los que ha tenido vinculación profesional. Sin embargo, Your Love Is the Place Where I Come From es la única canción de las treinta y una sobre las que se detiene Hornby que tiene una conexión de espacio y tiempo tan específica. Las demás son canciones que le fascinan, pero ninguna de ellas le recuerda a una sola cosa en concreto.
A menudo me he preguntado hasta qué punto las canciones que hoy nos remiten a un momento particular o a una persona lo seguirán haciendo dentro de diez o veinte años. Solía llegar a la conclusión de que sí, de que si dentro de diez años llevase mi hijo al colegio en coche y sonara Sweet Illusions de Ryan Adams el mapa emocional de mi memoria se activaría y, entonces, rememoraría la época en que esa canción significó tanto para mí. Pero desde que esta Navidad me encontré por casa el libro de Hornby lo he dejado de tener tan claro. En un de las primeras páginas del libro Hornby reflexiona con lucidez sobre esta cuestión:
«Y cuando me puse a pensar por qué sería así, por qué tantas canciones que para mí son importantes no me llegan cargadas de sentimientos o sensaciones asociadas, se me ocurrió que la respuesta era evidente: si te gusta una canción, te gusta lo suficiente como para que te acompañe a lo largo de diversas etapas de tu vida, así que el uso va borrando todos los recuerdos demasiado específicos. Si hubiera oído ‘Thunder Road’ en el dormitorio de una chica en 1975 y decidido que estaba bien pero nunca hubiese vuelto a ver a la chica ni escuchado mucho la canción, entonces oírla me traería a la memoria el olor de su desodorante.»
Y continúa:
“Pero no pasó eso; lo que pasó fue que oí ‘Thunder Road’ y me encantó y desde entonces la he ido escuchando a intervalos (alternamente) frecuentes. La verdad es que ‘Thunder Road’ sólo me recuerda a ‘Thunder Road’ y, supongo, a mi vida desde que tenía dieciocho años, es decir, a poca cosa y a demasiado.»
Desde que me mudé de casa de mis padres los discos del coche no se renuevan con tanta frecuencia como antes. Cuando esta Navidad volví a casa y entré al coche me reencontré con Lucinda Williams, Joe Henry o Jesse Malin; también con otros más recientes como el magnífico álbum de debut de The Mastersons que les grabé a mis padres hace unos años. La sensación fue muy similar a la que describía Hornby: canciones como Lake Charles, Learning How To Live o NY Nights han formado parte de mi biblioteca musical de manera intermitente en los últimos ocho o nueve años y empieza a ser difícil asociarlas con nombres y apellidos, épocas o situaciones específicas.
El viernes por la noche acudí al concierto de Xoel López en el Teatro Circo Price. Las canciones de Xoel llevan acompañándome mucho tiempo y Fin de un viaje infinito (2007) es uno de los discos imprescindibles en mi educación musical. El hecho de que apenas le haga falta recurrir a las canciones de Deluxe nos hace una idea de la calidad de sus nuevas composiciones y del estado de gracia en el que se encuentra. Pero el pasado sábado hizo una excepción y recuperó con su banda Ver en la oscuridad. He visto a Xoel muchas veces en los últimos años y estoy casi seguro de que nunca había escuchado esta canción en directo. La parte más especial de la canción llega al final, cuando acompañado de un suntuoso arpegio de guitarra recita aquello de:
«Morir es aprender a esperar,
y vivir, vivir es aprender a ver en la oscuridad”
Pero en esta ocasión ese verso sí que me transportó a un lugar y a un tiempo específico. A día de hoy desconozco si Hornby estaba en lo cierto. Supongo que sólo nos queda esperar a que el paso del tiempo lo esclarezca. Hasta entonces y en honor a Nick estas son mis 31 canciones del año 2015.