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452 kilómetros en coche

 

De Madrid a San Sebastián, a pasar 10 días de verano en la casa que B, un buen amigo de la familia, les ha prestado. Un piso de soltero en Inchaurrondo, muy bien equipado. Pero para que en estos viajes funcionen, se tiene que llevar media casa a cuestas: los niños necesitan colonizar las casas, llevar sus pertenencias más queridas y usadas, que se juntan con los objetos imprescindibles para la estadía. Tanta cosa, no cabe en las dos maletas que se pueden llevar en el avión; ni en las mochilas que se suben y bajan del tren. Cabe en un buen coche. Pero el viaje no ha sido planificado con antelación. Y en la segunda semana de agosto no hay coches de alquiler para elegir. De hecho, no hay coches en la empresa donde suelen alquilarlos. D consulta la web de Pepecar y encuentra dos coches disponibles, una furgoneta de carga y un Fiat Punto. Si se lo piensa unos minutos, quizás ya ni siquiera esté disponible el Punto. Alquila el Fiat para el día siguiente.

 

Mientras tanto, L ha hecho la lista de cosas. Además del portabebé Maxicossi y de la silla de niños, hay que llevar para S:

 

-Cuna plegable, donde dormirá al lado de su cama

-Coche de bebé, para los paseos

-Sombrilla y tienda de campaña para desplegar en la arena

-Mochila portabebé

-Bañera inflable de bebé

-Paquete de pañales desechables

 

Con esto ya es suficiente para repletar el maletero del Punto. Y todavía falta la ropa.

 

L saca varias mudas para los niños, mientras D los comprime para que entren en la mochila de 20 litros.  Caben y toca el turno de la ropa de los padres, que tiene que ocupar otra mochila de la misma capacidad. L opta por camisetas, un par de pantalones cortos y otro largos. En estas condiciones, lucir modelito tendrá que dejarse para otra ocasión.

 

Con San Sebastián como sede, el plan es recorrer varias playas hasta Biarritz. Hay que empacar, en otro bolso, toallas, varios juegos, y las sábanas.

 

Falta algo crucial, los juguetes de M.

 

L le pide que elija qué llevará. La niña entra en su cuarto y, sobre la cama, va dejando:

-6 libros

-3 muñecas

-3 estuches de pintura

-Varios cuadernillos para pintar

-Varios muñequitos en miniatura

-1 bolsito

-1 linterna de exploradora, por si encuentra una cueva.

Y le dice a D:

-No te olvides de mis cubos de playa.

 

Queda todo arrumado en el salón. A simple vista, tantos bultos ni siquiera cabrían en una furgoneta. D es optimista: Seguro que logramos meterlo todo, dice.

 

Al día siguiente, D recoge el coche. Llega a casa. Le pregunta L qué se podría dejar, en caso que sea necesario. Pero ambos saben que todo es imprescindible.

 

D comienza colocando las sillas de los niños. Una a cada lado de las puertas de la parte trasera del coche. Luego pliega el coche de S y lo introduce en el maletero después de innumerables intentos y de probar mil posiciones. Es el turno de la cuna plegable.

 

Las mochilas van en el hueco para los pies de los pasajeros de atrás. M todavía no llega al suelo, y así tendrá, además, un apoyo para pisar. Lo más aparatoso ya está dentro. Pero todavía quedan dos bolsos, el paquete de pañales de S y los juguetes de M. Hay que utilizar todos los espacios vacíos del coche.

 

Al fin, todo está dentro y las puertas han cerrado. Entra a casa.

 

L le pregunta qué tal y él responde que espera que quepan los niños. Por suerte es así. Una vez que todos están en su lugar, con el cinturón abrochado, D enciende el coche y pone un cd de Blur, cuya canción Boys and Girls se convertirá, a petición de M, en la banda sonora del viaje: Who like boys to be girls / Who do boys like they’re girls / Who do girls like they’re boys / Always should be someone you really love…

 

M coge a Cachorrito, su peluche fiel compañero; S se concentra en su móvil de muñequitos, L estudia el mapa que han descargado de Google Map y D acelera. Inician un viaje de 452 kilómetros.

 

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