1.
La obra de Martin Erik Andersen «Beware, when playing a ghost you will become one» (2016).
2.
La obra «Sex» (2017), de Eileen Myles.
3.
La entrevista a Roberto D´Anna, vecino de César Aira, publicada en Clarín.
Se puede leer aquí.
Un extracto:
«-¿Por qué no da notas a medios locales, pero sí habla con diarios de afuera?
-Yo se lo pregunté. Le quise hacer nota para mi diario barrial y me dijo que no. Le dije: ¿me escribís un prólogo? Me dijo: si te lo escribo a vos, se lo tengo que escribir a todos. A él no le interesa hacer propaganda. Se mueve en actos que sólo tiene que ver con la literatura. Si lo invitara a mi cumpleaños, no vendría. Siento que es una persona que cada vez habla menos. Le tirás algo y no vuelve. Pero te asombra con comentarios muy puntuales o cosas que anduvo leyendo. Por correo, por mail, no quiere saber nada. No contesta… Un día lo vi tomando una cerveza, la única vez que lo vi tomar algo distinto a un café. Me invitó a su mesa. Hablamos de Flores y me comentó que tenía obra para los próximos tres años.»
4.
Esta entrevista de Henrique Mariño a Alfonso Armada para Público.
Un extracto:
«¿Se lee más que nunca, pero menos tiempo?
Quizás se lea más que nunca, pero con menos atención. Es decir, leemos fragmentos de realidad y terminamos haciéndonos un cacao mental. Subirse a esa noria enloquecida resulta muy fatigoso. Procuro desconectarme de internet, aislarme del mundo y leer un libro, aunque sea a salto de mata. Creo que se lee muy mal, como si caminásemos sobre una capa gigantesca muy finita, saltando continuamente de isla en isla, sin profundizar.»
5.
La entrevista de Beatriz García a Álex Ayala Ugarte, por su libro Rigor Mortis (Libros del KO, 2018) En The Objective, aquí.
Un extracto:
«Creo que la muerte en América Latina se vive de una forma más pública y natural, y hay un mayor sentido de comunidad que en España. En una de las historias del libro, por ejemplo, hablo del bolero de caballería, que es un género musical que se usa para avisar a la gente del barrio que un familiar ha muerto y pueden venir a velar el cuerpo a la casa. Y también aprendí muchísimas cosas acerca del duelo y de costumbres que pensé que se habían perdido, como tocar las campanas del pueblo cuando alguien fallece, o sobre la dignidad de las despedidas, incluso con muy pocos recursos, porque puedes enterrar a alguien en un ataúd de cartón pero darle todo el sentimiento y toda la ritualidad y sentido personal que llevas por dentro o puedes afrontar el entierro como si fuese algo que no va contigo.»