1.
«Comer», el último single de Bearoid, segundo adelanto de su disco «Ultravida».
2.
«She and the sunshine», un viejo tema de Furia Trinidad.
3.
La obra de Rubén Ortiz-Torres «Womb Envy» (2014)
4.
El artículo de Gabriela Mayer para Infobae «La intimidad de un cronopio: así era Julio Cortázar, según sus amigos», aquí.
Un extracto:
«Cortázar nació en Bruselas en 1914 y cuatro años después su familia regresó a la Argentina. En 1951 fijó su residencia en París, donde desarrolló una obra literaria única dentro de la lengua española. Goloboff, autor de Leer Cortázar: la biografía, considera: «Tuvo pocos amigos íntimos y no muy conocidos. Más allá de sus amistades públicas, creo que sus amigos reales, profundos, no figuran para nada en la literatura, y otros lo fueron por momentos».
Goloboff entrevistó para la biografía a varias amistades de larga data de Cortázar, como los artistas plásticos Eduardo Jonquières, Luis Tomasello y Julio Silva. Y recuerda que este último «era un pintor en ciernes cuando llegó a París y le golpeó la puerta del departamento al escritor. Le dijo ‘vos sos Cortázar y yo vengo de la Argentina y te quiero conocer’. Y terminaron siendo muy amigos».
Cortázar «no era un tipo fácil para la amistad» y «obraba por afinidades», indica. «Por eso tuvo amigos músicos, amigos pintores. Con Tomasello, Silva y Jonquières llegó a un grado de amistad muy alto. Con un crítico musical muy importante en la Argentina, Jorge D’Urbano, también», señala el narrador, poeta y ensayista.»
5.
La crónica de Gabriela Wiener sobre el poliamor para Anfibia «Aquí ya no se hace más el amor», aquí.
Un extracto:
«En una cama siempre estamos condenados a repetirnos. Los ciclos del amor conyugal suelen ser implacables antes de caer rendidos. De un ejercicio horizontal a otro insomne y viceversa, se construye una vida en común. De mínimos gestos que se hacen con los pies, cerrando una boca, quitando un libro de las manos inermes. Y de eso que existe entre el sexo y el descanso, y de eso que reverbera entre el llanto y el amor, y de eso que se queda entre la última palabra y el resto del silencio.
Un día decidimos que nuestra cama para tres no iba a ser más para el sexo. La cama que fue durante años la superficie sobre la que recreamos nuestras fantasías de romper con el “marido y mujer”, ahora es una cama para dormir, una cama jubilada, a lo sumo una enorme cama para revolcarnos con nuestros hijos. Los tres dormimos juntos, solo dormimos, pero para todo lo demás hay una habitación extra».