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5 cosas por las que ha merecido la pena estar vivo esta semana (24)

Sestear absorto y pálido   el blog de Jose de Montfort

 

1.

 

«Comer», el último single de Bearoid, segundo adelanto de su disco «Ultravida».

 

 

 

2.

 

«She and the sunshine», un viejo tema de Furia Trinidad.

 

 

 

3.

 

La obra de Rubén Ortiz-Torres «Womb Envy» (2014)

 

 

4.

 

El artículo de Gabriela Mayer para Infobae «La intimidad de un cronopio: así era Julio Cortázar, según sus amigos», aquí.

 

Un extracto:

 

«Cortázar nació en Bruselas en 1914 y cuatro años después su familia regresó a la Argentina. En 1951 fijó su residencia en París, donde desarrolló una obra literaria única dentro de la lengua española. Goloboff, autor de Leer Cortázar: la biografía, considera: «Tuvo pocos amigos íntimos y no muy conocidos. Más allá de sus amistades públicas, creo que sus amigos reales, profundos, no figuran para nada en la literatura, y otros lo fueron por momentos».

 

Goloboff entrevistó para la biografía a varias amistades de larga data de Cortázar, como los artistas plásticos Eduardo Jonquières, Luis Tomasello y Julio Silva. Y recuerda que este último «era un pintor en ciernes cuando llegó a París y le golpeó la puerta del departamento al escritor. Le dijo ‘vos sos Cortázar y yo vengo de la Argentina y te quiero conocer’. Y terminaron siendo muy amigos».

 

Cortázar «no era un tipo fácil para la amistad» y «obraba por afinidades», indica. «Por eso tuvo amigos músicos, amigos pintores. Con Tomasello, Silva y Jonquières llegó a un grado de amistad muy alto. Con un crítico musical muy importante en la Argentina, Jorge D’Urbano, también», señala el narrador, poeta y ensayista.»

 

 

5.

 

La crónica de Gabriela Wiener sobre el poliamor para Anfibia «Aquí ya no se hace más el amor», aquí.

 

Un extracto:

 

«En una cama siempre estamos condenados a repetirnos. Los ciclos del amor conyugal suelen ser implacables antes de caer rendidos. De un ejercicio horizontal a otro insomne y viceversa, se construye una vida en común. De mínimos gestos que se hacen con los pies, cerrando una boca, quitando un libro de las manos inermes. Y de eso que existe entre el sexo y el descanso, y de eso que reverbera entre el llanto y el amor, y de eso que se queda entre la última palabra y el resto del silencio.

 

Un día decidimos que nuestra cama para tres no iba a ser más para el sexo. La cama que fue durante años la superficie sobre la que recreamos nuestras fantasías de romper con el “marido y mujer”, ahora es una cama para dormir, una cama jubilada, a lo sumo una enorme cama para revolcarnos con nuestros hijos. Los tres dormimos juntos, solo dormimos, pero para todo lo demás hay una habitación extra». 

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