1.
La obra de Katherine Bradford «Pool party» (2017)
2.
Este reportaje sobre la recreación de la obra de Marta Minujín «El Partenón de los libros prohibidos» para la Documenta 14, de Kassel, compuesta por 68 mil libros prohibidos donados por el público y que se inspira en la instalación original que bajo el mismo título la artista argentina realizó en la Avenida 9 de Julio de Buenos Aires, en 1983, poco después del colapso de la dictadura argentina, compuesta por libros prohibidos por la junta de gobierno.
3.
El poema de Alberto Cardín «Escribir», incluido en Mi más hermoso texto. Poesía completa (1976-1983) [Ultramarinos, 2016], con edición de Ernesto Castro Córdoba.
Dice así:
«escribir para no morir
tarea idiota que odio
placer que sólo da trabajo
el tiempo de llenar un papel
es tiempo ya de muerte
y lleno sólo tiende
un puente en el vacío
¿milagro?
milagro es vivir lo cotidiano
pasear por los rostros
sortear la muerte que en cada cara me llama
tarea de tántalo que sólo sobrellevo
mientras no encuentre
mi vía hacia la muerte
mito del día en que habré
logrado mi más hermoso texto»
4.
El artículo de Gabriela Mayer para Infobae «Cuando las dedicatorias de libros se convierten en tesoros de colección y fuente de anécdotas».
Un extracto:
«¿Y cómo viven los propios escritores el momento de dedicar sus libros en presentaciones, ferias u otras circunstancias? ¿Disfrutan esta instancia o más bien la padecen? ¿Apelan a alguna fórmula estandarizada, se dejan llevar por la inspiración del momento?
Mientras Luisa Valenzuela y Enzo Maqueira responden a Infobae Cultura, emergen varias anécdotas. El autor de Electrónica cuenta que un Ernesto Sábato, que ya no escuchaba bien, le dedicó un libro “a Elsa”, en lugar de “a Enzo”. Y Valenzuela evoca la extensa dedicatoria de tres páginas en verso que le escribió su mamá, la escritora Luisa Mercedes Levinson, en un ejemplar de La casa de los Felipes.
Valenzuela admite que, en su caso, sentarse a escribir dedicatorias “suele ser una mini tortura. Es un género literario, llamémoslo así, que me elude. Me da gusto regalar libros a quienes estimo y ponerles unas palabras salidas del corazón, juguetonas quizá”.
Pero muy distinto es estampar “una firma tras otra en una feria del libro, por ejemplo… Hasta me sale mal mi garabateada firma. ¡Quisiera ser de esas escritoras que se sienten dueñas de esa situación que, si se la mira bien, es honrosa!”, opina la autora de Hay que sonreír y Realidad nacional desde la cama.
A Maqueira, quien publicó recientemente Higiene sexual del soltero, también le cuesta. “Principalmente porque tengo una letra muy mala, escribo en imprenta, mamarracheo, soy desprolijo, no calculo bien dónde empezar y terminar las líneas. Si tengo algo de sentido estético (creo que toda dedicatoria debe atender en buena medida a este concepto), lo pierdo cuando llega el momento de una dedicatoria”.
“Siento que le arruino el libro a la gente. A veces me da pena firmarlos por ese motivo”, afirma. “Además, no soy muy bueno pensando dedicatorias… Arranco una idea, a mitad de camino me arrepiento y después ya no se puede corregir y tengo que andar haciendo malabares para que la frase funcione”, agrega el autor de novelas, cuentos y crónicas.»
5.
La performance «Oficina de amaneceres», una performance poética ideada por Susana Sánchez y Marc Caellas con la complicidad de Esteban Feune de Colombi y Ginés Alarcón, realizada en el marco del festival ÍDEM 2023, comisariado por Marisa Lull y que tuvo lugar el 23 de septiembre de 2023, coincidiendo con el equinoccio de otoño.
La producción del vídeo que recoge la performance está a cargo de Zona Cielo Films.