1.
El tema de Silvestre y La Naranja «Sos todo lo que está bien».
2.
El artículo de José Durán Rodríguez para El Salto «Cuando el rock dejó de cambiarnos la vida».
Un extracto:
«El rechazo que suscitó inicialmente el rock —expresado en términos similares a los que se emplean hoy para denigrar la música ligera actual: véase, por ejemplo, lo que Frank Sinatra opinaba en 1957 sobre Elvis—, su ninguneo como forma artística respetable y los reiterados anuncios sobre su final no son novedad. En una entrada fechada en enero de 2006 de su blog Kpunk, recopilado en tres volúmenes por la editorial Caja Negra, el crítico británico Mark Fisher señalaba que nada muere realmente cuando se habla en términos culturales: “En cierto momento —que en general solo es discernible retrospectivamente—, las culturas llegan a puntos muertos, dejan de renovarse, se osifican hasta convertirse en tradición. No desaparecen, permanecen muertas en vida, sobreviven a partir de una energía vieja, moviéndose solo por el peso de la inercia…”.
¿Se encuentra hoy el rock en ese estado comatoso? El periodista Héctor García Barnés observa con sorpresa que hay “ciertos entornos ‘del rock’ donde el público se ha rejuvenecido, pero lejos de los clichés de las bandas clásicas”, y pone un ejemplo singular: “Un festival como el Canela Party, con un cartel tan variado, basado en coordenadas más psicodélicas o festivas, arrastra a gran parte de público joven. Ahí no hay inercia. Pero es verdad que se trata de una visión del rock hedonista, más cercana a ir a una sesión de electrónica que a comprar un disco de tu artista preferido porque va a alumbrar los rincones más oscuros de tu alma. Quien quiere canciones que le cambien la vida ya no escucha rock”.»
3.
La obra de Lena Trydal «Mr. Hockney teaching me how to paint a pool» (2021).
4.
La pieza «Danger Music 17″ del compositor Fluxus Dick Higgins, interpretada aquí por Geoffrey Gartner.
5.
El poema de Tyler Raso «Personality Index». Publicado en el último número de Diagram.