Hay en la estética sanchista (o redondiana) una clara influencia de la estética de la política estadounidense. Esos largos paseos obamianos (con ritmillo) de camino a las ruedas de prensa son un ejemplo. Al presidente le ponen (le pone) mucho a andar para que lo veamos. Andar, correr, bailar, cantar. A Obama le vimos hacer todo eso. A Rajoy sólo le vimos andar. Andar como ejercicio físico. Siempre quedará en nuestra memoria el correr de Zapatero, sobre todo las mallas por encima de las infaustas canillas. A Sánchez le hemos visto a bordo del Falcon sin chaqueta y con gafas de sol como a Kennedy. Todo un presidente dirigiendo la nación. Hay un presidente dirigiendo la nación a golpe de spot, mientras la nación, en realidad, la dirigen otros. Sánchez es el presidente Milli Vanilli, que mueve la boca y ejecuta delante de los ciudadanos las coreografías que le dictan. Él parece feliz así, instalado en la mentira y el show. Sánchez es como un presentador televisivo estrella, también estadounidense, que sólo se presenta en el plató para leer y decir lo que le han escrito, mientras anda, corre o posa. El otro día el paraguas se le dio la vuelta en la calle y con él toda la parafernalia estética que le conforma. Apenas fueron unos segundos, pero Gary Cooper, un decir, se convirtió de pronto en Buster Keaton (a su pesar, no al nuestro) para dar al traste con toda su galanura. A quién no se le ha dado la vuelta el paraguas alguna vez por el fuerte viento, tampoco pasa nada. Pero los periódicos salieron rápidamente en su auxilio para echarle la culpa a Dora, la malvada borrasca y, por supuesto, también salieron las televisiones, no faltaba más, que no nos permitieron ver el desenlace del sketch, que pintaba divertido. Lo más gracioso, de todos modos, no fue (ni pudiera haber sido) el gag del paraguas en sí, sino la rauda aparición de guardaespaldas y ayudantes en tumulto como si, en vez de habérsele dado la vuelta el paraguas, el paraguas hubiera atentado contra él. Una suerte de kennedyanismo berlanguiano. Parece ser que al final (no lo pudimos ver), afortunadamente, consiguieron reducirle (al paraguas) y todo quedó en un susto.
El paraguas asesino
Tiernamente adorables
el blog de Mario de las Heras