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Mientras tantoLas cuatro plagas de la humanidad

Las cuatro plagas de la humanidad


Dolor, lágrimas e impotencia. Es el paisaje de la deshumanización actual que nos engulle y nos hace ser ciegos ante el éxodo que soporta millones de personas en un mundo que cambia por momentos y que agoniza entre las sombras de crímenes contra la humanidad. Columnas de miles de refugiados siembran los caminos de países marchitos y cientos de campamentos se levantan de la nada buscando la última estación de sus demacradas vidas.

Cuatro pilares, como cuatro jinetes del Apocalipsis, siembran el terror, la angustia y la muerte en miles de pueblos cansados de luchar por un mundo más justo.

Las guerras extienden sus garras arrancando la voluntad y la vida de seres inocentes. Guerras que son alentadas por intereses económicos y que tienen como objetivo el control del poder o de los recursos naturales. Es el jinete del mercenario armado con fusil automático, matando niños, gente civil, sembrando el caos con munición adquirida a los países occidentales, multinacionales que ponen en jaque y de rodillas a políticos sin cerebro. Un jinete inhumano que avanza con rapidez según el juego de ajedrez del poder económico. Es el Señor de la Guerra.

La hambruna inunda con su hedor a millones de personas, sembrando tripas hinchadas, brazos esqueléticos en una de las peores muertes que se pueden conocer. Sábanas blancas se extienden en desiertos y abaten con puntería metódica, las miradas perdidas y esos ojos que no comprenden el porqué unos tantos y otros nada. Es el jinete de sombrero de copa, que lleva en su mano el maletín de infamia y en la otra una bolsa de semillas, controlando la soberanía alimentaria. Es un jinete sin corazón, sin alma, que solo piensa controlar el mundo bajos las pezuñas de su caballo, de apoderarse de las tierras, de ganar más y más para así tener el control del mundo. Es el Señor  del Dinero.

Las dictaduras inhumanas y sin libertad, asolan muchas naciones donde hasta respirar puede ser un delito que acabe con tu vida. Las gentes, el pueblo bajo este yugo, pasan hambre. Miedo, torturas. No hay libertad. Son esclavos del propio destino, personas sin serlo, almas errantes por la soberbia de personas que se creen con el derecho de gobernar con el miedo y el asesinato. Es un jinete espeluznante, que es capaz de gasear a su pueblo sólo por orgullo, que es capaz de sumir a sus súbditos en el feudalismo más extremo y brutal que se conozca, de sembrar el terror, de que consentir que se mueran de hambre mientras en su palacio grifos de oro y cubertería relucen en sus aposentos. Es el Señor de la Ambición.

Nuestra madre Tierra se rebela contra una especie que se ha tomado la libertad de violar las leyes de la naturaleza, que es capaz de destruir ecosistemas que han tardado millones de años en crearse y que sólo en una década, arrasa con su maquinaria infernal, alterando de esa forma los elementos fundamentales del planeta: los vientos, las corrientes, los mares, la atmósfera…la vida. Es un jinete manipulativo, sanguinario, que no respeta el entorno donde los seres vivos en su plenitud viven y con ello está ocasionando una masiva extinción y la expulsión masiva de millones de personas de sus propias tierras, permitiendo que multinacionales acampen a sus anchas con consentimiento de los gobiernos y asesinando a los líderes indígenas y campesinos que osen ponerse en su contra. Es un jinete de traje y corbata, que tras de sí va dejando cadáveres y lleva en sus manos el símbolo de la justicia mutilada y un tintero que derrocha tinta roja, la sangre del pueblo. Es el Señor del Poder.

Estos son los cuatro jinetes que asolan al mundo, cuatro plagas que dejan tras de sí millones de muertos  y hacen que cientos de miles de personas abandonen sus hogares y países ante la desesperación e intenten buscar un mundo mejor, un lugar donde al menos puedan encontrar un poco de paz ante su mala suerte de haber nacido en el “otro mundo”. Este es el verdadero virus que asola a la humanidad.

Si en el siglo XVIII los occidentales hacíamos incursiones en África para capturar a negros y llevarlos como esclavos al trabajo forzado, tratándolos peor que a los animales; en el siglo XXI, los habitantes de África se entregan voluntariamente ante su desesperación a nosotros buscando un camino mejor para sus vidas y nosotros, les impedimos que vengan y los que lo consiguen, dejando tras de sí miles de muertes, los detenemos como si fueran apestados y los devolvemos a sus países a una muerte segura.

Nada ha cambiado. Solo el siglo. Nos escandalizamos por la esclavitud y sin embargo no lo hacemos ante esta otra esclavitud, donde la muerte llega con prontitud.

Ahora ponemos murallas, mandamos buques de guerra para interceptar las pateras (no para que no se hundan y evitar muertes, sino para que no lleguen a nuestras costas), ponemos cuchillas cortantes en las alambradas para que los que intenten saltar, se abran las tripas, queden mutilados y de esta forma el resto desista de intentarlo. No somos capaces de comprender que el sufrimiento, la impotencia, el horror y el abatimiento que estas personas humanas padecen, supera con creces todos los obstáculos que se les quiera imponer. ¿A caso no lo haríamos nosotros? Antes de poder llegar a la costa,  han sido explotados por las mafias, les han robado todo lo que tenían, les han violado a sus mujeres e hijas, expulsado de sus tierras y muchos de ellos muertos en el desierto de hambre, de sed… solo llegan hasta nosotros los más fuertes y cuando llegan… los devolvemos al infierno, a un mundo donde no queremos saber nada, donde no somos capaces de atajar esta grave crisis humana poniendo solución al problema de origen y no a su consecuencia.

Somos especialistas en la caza humana, somos violentos con nuestra propia especie y alimentamos a los cuatro jinetes descritos para que sigan galopando  y golpeando a los pueblos de la Tierra.

La tortura en todas sus formas, se extiende como un manto imparable en las sociedades. Se destruye el bienestar de los ciudadanos. Se incumple de manera sistemática las constituciones soberanas. Se injerta el odio y el radicalismo. Se fomenta despiadadamente el racismo hacia colectivos señalados por grandes intereses. Se destruye la cultura y se crea a un hombre falto de valores. Un autómata disciplinado, resignado y marginado. Cuando veamos en las noticias una patera con inmigrantes o veamos a personas humanas intentando saltar las alambradas de Melilla….pongámonos en su lugar. Yo haría lo mismo y me siento culpable de esta horrible caza humana, donde la dignidad humana se hunde en el fango de lo inhumano.

Solo por un instante, unos minutos, pongámonos en lugar de esa mujer nigeriana o ese padre de Siria que ha perdido todo, que no tiene nada, solo a sus hijos, donde ha visto la muerte, ha sufrido, ha sido violada y tirada en el sendero de la soledad. Imaginemos que tenemos un bebe al que daríamos nuestra vida por alcanzar un mundo mejor aunque solo fuera por un instante, lejos del sufrimiento, del hambre, de la violencia… imaginemos que lo único que nos quedaba se lo hemos dado a la esperanza de poder llegar a las costas españolas… y después de tanto sufrimiento, somos detenidos y enviados de nuevo a las llamas del infierno donde ya solo queda la muerte… no sé tú, pero yo escribiendo y sintiendo ese dolor, mis lágrimas no me dejan seguir…

 

 

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