Durante la última fase del boom de la construcción en España, allá por el 2007, poco antes de que la crisis financiera nos despertara del sueño de un crecimiento ilimitado, yo tenía doce años y empezaron a concienciarnos en el instituto sobre el agujero de la capa de ozono y los efectos adversos del cambio climático. Han pasado catorce años y, en la actualidad, como consecuencia del comercio y el consumismo desenfrenados, los plásticos de un solo uso y los microplásticos de los embalajes se han convertido en una de las mayores amenazas para los océanos y el medio ambiente en general.
Nos intentan convencer a diario de que todos podemos aportar nuestro granito de arena. Sin embargo, cada vez que voy al supermercado y guardo los productos en la bolsa de tela que llevo conmigo, me siento ridículo. ¿Hasta qué punto estoy beneficiando al planeta por no usar dos bolsas de plástico si todo lo que estoy comprando, desde la fruta hasta las legumbres, viene envasado en plástico desechable?
Esta pregunta me recuerda a los continuos lavados de imagen de las grandes multinacionales como McDonalds. Después de que un video de una tortuga con una pajita clavada en su nariz diera la vuelta al mundo, la compañía de comida basura decidió dejar de ofrecerlas en sus establecimientos. Pero, ¿qué ocurre con los vasos desechables, con sus respectivas tapas de plástico que sirven con cada pedido? ¿Acaso estos recipientes de un único uso no contaminan los océanos y amenazan la fauna marina?
Me gustaría que retrocediéramos décadas atrás y recordásemos cómo empaquetaban las cosas nuestras abuelas. ¿Podrían repensarse nuevas formas de embalaje? ¿Podríamos acostumbrarnos a no consumir tanto? ¿Podría incentivarse económicamente la agricultura local y ecológica en detrimento de los productos que provienen de no sé cuántos miles de kilómetros?
Todas estas incógnitas y preocupaciones dejan huella en la obra poética de autores de todos los rincones del planeta que buscan denunciar y poner de manifiesto un problema más que evidente, pero que parece seguir pasando inadvertido. Sofía, la capital búlgara, suele liderar el top ten de ciudades europeas con el aire más contaminado y, como no podría ser de otra manera, la voz poética búlgara también se alza y se posiciona en este aspecto dando lugar a una obra variada y comprometida con los problemas ecológicos que vivimos.
Como botón de muestra he seleccionado seis poemas de seis comprometidos autores búlgaros de diferentes generaciones que, desde distintos estilos, orígenes y movimientos poéticos comparten una preocupación común por el apocalíptico colapso climático que nos adviene. El primer poema, de la poeta búlgara afincada en España Zhivka Baltadzhieva, fue escrito por la autora en ambos idiomas, mientras que las demás versiones en español están traducidas por mi.
2021
Cada año que pasa es un nuevo comienzo repleto de objetivos, compromisos, ambiciones y propósitos. Hace años le daba mucha importancia a los pequeños cambios individuales, a aquello de poner tu granito de arena y cambiar el mundo con pequeños gestos. Sin embargo, cada día que pasa estoy más convencido de que esos pequeños cambios individuales no sirven de nada si no van de la mano de un programa de cambio radical a nivel global.
Una semana después de que comenzara este inhóspito año, una tremenda borrasca nunca antes vista cubría de blanco Madrid y se alcanzaban temperaturas mucho más bajas de lo habitual en estas fechas. Mientras tanto, en algunas partes de los Balcanes, donde el mes de enero está marcado por el intenso frío y las fuertes nevadas, las temperaturas rondan los diez grados y no hay rastro de nieve. No sé si este curioso fenómeno tendrá que ver con aquello que llaman cambio climático. En cualquier caso, espero que entre nuestros propósitos individuales de Año Nuevo se encuentre consumir menos plástico y, también, que luchemos por unos propósitos comunes que den la vuelta a este desenfrenado sistema consumista.
Marco Vidal González (Sanlúcar de Barrameda, 1995) es un friki de las tortugas. Le gusta la dialectología y leer poesía, así como escribirla y traducirla. Es uno de los redactores de la revista búlgara Нова социална поезия (Nueva Poesía Social). No puede parar de escuchar Boards of Canada. Ha traducido “Nueva Poesía Social. La Antología”, “Muchacha blanca”, “El muchacho azul” y “Urban Perfume”. Puedes seguirlo en La Tortuga Búlgara.