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Sociedad del espectáculoArteLuo Min: flores, pájaros, plantas (y una ciudad)

Luo Min: flores, pájaros, plantas (y una ciudad)

El origen de la pintura china se remonta a más de dos milenios. La representación de plantas, flores y pájaros ha sido un importante componente de su arte desde el principio. Los artistas chinos han destacado en la representación lírica de la naturaleza, cercana a la poesía. Una parte de su éxito se debe a una cierta consideración de la forma natural, y otra deriva de un concepto poético de la belleza innata de dicha forma, cuyos colores y estructuras manifiestan una consciencia decorativa de los espectaculares atributos de la naturaleza. Luo Min, artista de Pekín en el ecuador de su carrera profesional, ha hecho un maravilloso llamamiento a la pintura de la naturaleza y, en particular, a la captura del color inherente a las plantas y las flores. Si bien su trabajo está muy en deuda con la gran tradición pictórica a la que pertenece, su arte es al mismo tiempo contemporáneo, y posee una claridad ligeramente distante en el sentido emocional. Esta distancia puede ser inevitable, dada la antiquísima historia del arte chino, pero, aunque sea imposible pintar con un sentido poético puro del pasado, se pueden crear pinturas que reflejen el amor chino por la naturaleza con un estilo indicativo de nuestras vidas contemporáneas. La consciencia histórica es ineludible –y probablemente necesaria– para la buena pintura actual de la naturaleza, hoy deteriorada por la superpoblación y la contaminación. La labor de Luo Min es volver a despertar nuestros sentidos a la luz de un arte que ilustra la complejidad de la vida natural en un paisaje cada vez más mermado.

No podemos hacer gran cosa respecto a la devastación que está sufriendo hoy la naturaleza, lo que seguramente afecte a cómo la entendemos y representamos en nuestros tiempos. Pero, a la vez, la belleza es una constante en el tiempo y la geografía, y más aún en una gran cultura pictórica como la de China. Aunque, por supuesto, la pintura tradicional se sigue enseñando en las escuelas de arte chinas, también los artistas chinos han sido conscientes y activos respecto al nuevo internacionalismo conceptual, en su mayor parte abstracto, vigente desde al menos dos generaciones; las trayectorias de artistas como Xu Bing, Xiao Lu y el difunto Huang Yong Ping han sido muy importantes, desarrolladas en un idioma que empezó en la tradición china pero pronto se desplazó hacia una abstracción intelectual y visual afín a cualquier parte del mundo. Aun cuando los detalles tienen su origen en la cultura china, el aura de la obra de estos artistas es resueltamente modernista, en el sentido occidental del mundo. Sin embargo, estos artistas, a diferencia de Luo Min, no han trabajado en un campo tan lleno de logros como la pintura china tradicional. De modo que una artista como Luo Min, incluso cuando pinta óleos sobre lienzos occidentales, ha de reconocer la gran herencia que tiene detrás.

Esta última frase se refiere a la responsabilidad de Luo Min respecto a la fusión de lo antiguo y lo nuevo, pero al mismo tiempo subraya lo difícil que es lograrla. Aunque es posible hacerlo, lo probable es que se logre mediante la destreza técnica, cosa que la artista posee en abundancia. En Nueva York, parece estar volviendo el arte figurativo, pero lo cierto es que en China nunca se abandonó la predilección por la pintura de estilo realista. Como ya he dicho, por supuesto que ahora es posible ver arte chino que refleja la teoría, la política social como el feminismo y también la innovación técnica (arte por computadora). Pero un artista que trabaje como lo hace Luo Min suele encontrar un público agradecido en China, donde el gusto y la ambición –y el reconocimiento– no siempre dirigen sus miras a la vanguardia. De hecho, de una extraña manera, las pinturas de flores de Luo Min parecen sumamente contemporáneas porque no rechazan el pasado –como puede ser el caso del arte figurativo en todo el mundo–. Parece que el eclecticismo y el pluralismo se han apoderado de la creación de las imágenes, lo que significa que debemos juzgar las obras por sus méritos individuales, ahistóricos, en vez de por una cualidad vanguardista que ha acabado opacada por la repetición y un superficial apoyo académico.

En consecuencia, Luo Min debe tomar nota del aislamiento de su posición, aunque establezca un puente entre el pasado artístico de China y su presente sin frenos. Pero ¿cómo lo consigue Luo Min? En un plano temático, la fuerza de las pinturas se debe en parte a su incorporación de toques visuales que reflejan el tiempo en el que vivimos: las vallas de acero, un gorro de baño y gafas de natación contemporáneos, jóvenes con ropas modernas. De hecho, más recientemente, Luo Min incluso ha realizado pinturas de Nueva York, que no es famosa precisamente por la antigüedad de su historia. La modernidad de esta imaginería también contrasta con el legado pictórico que da forma a la notable frescura de Luo Min. Pero el sentimiento del pasado chino en su arte, difícil de precisar o explicar, es fruto de su elección consciente de los temas tradicionales. Sin embargo, su arte no posee solo una cualidad temática; también es técnica: su logro tiene que ver con la precisión del trazo y la comprensión del color, detalles que suelen estar más relacionados con la forma que con el contenido.

Gracias a las dotes de Luo Min como pintora, su tratamiento de las flores adquiere una vitalidad mayor que cualquier estudio académico. En July (Julio, 2015) pinta, en medio de la composición, una plétora de rosas florecientes, acompañadas por dos nadadores preadolescentes: uno aparece en la parte superior del cuadro, de espaldas, con los brazos y las piernas extendidos y lleva un bañador negro; el otro está de pie, en la esquina inferior izquierda. La figura de abajo muestra una extravagante sonrisa, incluso malévola, mientras que a la derecha vemos una serie de finas espadañas, que se extienden en varias direcciones. La extraña sonrisa del muchacho contemporiza el cuadro, y lo convierte en algo inusual y nuevo; la presencia de los dos muchachos es en sí misma atípica en una imaginería deudora de la pintura de flores. Cualesquiera que sean las influencias dispares y las relaciones con la tradición, ayudan a Luo Min a trabajar bien su pintura, a cuyo lirismo resta cierta fuerza la amenazadora sonrisa del chico. La sonrisa introduce una agresión en July, que en consecuencia pierde su inocencia pastoral. Es probable que esto sea inevitable en un cuadro pintado después del año 2000, dada la implacable degradación que hemos impuesto al mundo natural. De modo que, si las pinturas de Luo Min son una especie de utopía, la extraña expresión del chico es la admisión de algo más, algo que no concuerda con el mundo que vemos.

Among the Flowers (Entre las flores, 2017-2018) está dividido en dos mitades: una serie de flores de colores y tallos a la izquierda; y, a la derecha, el tratamiento más bien gris de una foto de cuatro jóvenes, vestidos con camisa blanca, pañuelo rojo sobre los hombros y pantalones sencillos propios de una organización juvenil comunista de la década de 1950. La imagen de los jóvenes, nostálgica en estos momentos, contrasta con el aspecto atemporal de las flores, que mediante su densa disposición construyen un páramo cultivado. Se ven algunos pájaros en este paraíso en miniatura, pintados con encanto; Luo Min es especialmente buena en esto. Es difícil señalar el significado de los jóvenes revolucionarios, que pertenecen a una época en la que el maoísmo estaba en su apogeo, y no ahora, cuando gran parte de China parece haber olvidado ese momento. Aun así, los jóvenes irradian inocencia y determinación; la época distinta a la que pertenecen parece inspirada. Esta parte del cuadro parece provenir de una foto, pero está realizada a la manera del realismo socialista. Podemos verlo como un relato con precisión histórica –una fotografía– o como un artefacto imagístico, basado en ese relato, de una época posterior. Al margen de a qué momento de la historia china se esté refiriendo el cuadro, funciona de maravilla como descripción de la belleza natural y como relato del idealismo político.

De la maravillosa obra Plum, Orchid, Bamboo, and Chrysanthemum (Ciruela, orquídea, bambú y crisantemo, 2017-2018) se desprende que el talento de Luo Min es capaz de alcanzar la trascendencia. Aquí, las cuatro imágenes primordiales de la tradición de la pintura de flores china reciben un tratamiento que, con su ubicación azarosa, acentúa el carácter silvestre de la imaginería. La naturaleza aquí recibe un tratamiento intuitivo, que no concuerda con las restricciones anteriores. El resultado es del todo contemporáneo. Unos largos tallos de bambú se abren paso desde la parte superior izquierda hacia el centro de la composición, que presenta una masa de agua inmóvil –un estanque–. Las otras flores se elevan desde el tercio inferior del cuadro, mientras que en la parte superior derecha se ven hierbas pantanosas. En todas partes, la pintura está llena de tallos extendidos y flores que se elevan; sin embargo, la actividad se somete a la inteligencia creativa general de Luo Min; lo que presenta como un anárquico fragmento de naturaleza salvaje es también, tras una mirada atenta, un estudio meditativo de la forma. Sin duda, Luo Min parece decir que podemos crear nuevo arte de manera efectiva: solo tenemos que introducir el pasado en nuestro concepto de la práctica artística actual. Al mismo tiempo, el pasado es necesario para ayudar a dar forma a la creación contemporánea de las imágenes; contribuye a contrarrestar el daño que la naturaleza está sufriendo en el presente, en gran parte a causa de la contaminación.

Los elementos de la vida urbana considerados en el conjunto de obras más reciente de Luo Min, donde el centro de Nueva York se presenta de manera inteligente, con sus colores enfatizados –al menos desde el punto de vista de un neoyorquino–. En el cuadro de 2020 titulado The Window Leads to New Jersey (La ventana da a Nueva Jersey), vemos el retrato que Luo Min hace de Nueva York desde una ventana situada a varios pisos de altura. A la izquierda, en la esquina superior, aparece uno de esos altos edificios anónimos en los que está especializada Nueva York; debajo de él, también a la izquierda, hay una pequeña área de vegetación por la que discurre una carretera curva y en la que una señal indica el importante túnel Holland que conecta la ciudad con Nueva Jersey. A la derecha de la señal hay una calle recta, con edificios a lo largo de su lado derecho. En la mitad derecha del cuadro vemos otra calle recta, con edificios a la izquierda, y, frente a la ventana, otro par de edificios residenciales de ladrillo, más pequeños. La ciudad aquí está representada con una objetividad silente que no se parece mucho a las pinturas de flores de China. Pero eso no importa: lo que cuenta es la mesura y la contención de Luo Min en su representación de un paisaje urbano que transmite –en términos sobrios pero vívidos– la abigarrada arquitectura del centro de Nueva York. El cuadro ofrece una vista precisa de una zona que quizá provoque la indiferencia de los neoyorquinos, pero que a un visitante de Pekín le ha parecido lo suficientemente interesante para describirla.

El cuadro de Nueva York no podría ser más distinto de las pinturas de flores de la artista, que transmiten un lirismo más difícil de introducir en un paisaje urbano. Realizado durante el confinamiento a causa del coronavirus, la imagen no incluye a un solo peatón en las calles. Sin embargo, The Window Leads to New Jersey no es solo una vista de la ciudad, sino también un poema fragmentario sobre la vida en ella. Objetivo en su descripción, la nota imparcial del cuadro nos lleva a redescubrir un barrio de Nueva York que no se caracteriza por su encanto. Como las pinturas de las flores, ofrece una contención que no resta, sino que refuerza el sentimiento que experimentamos con las imágenes. Nos preguntamos si las pinturas de Nueva York son un experimento temporal; parece probable que Luo Min volverá a su habitual tema asiático. La identificación con el arte chino no puede sino seguir siendo central en la obra de la pintora; es inevitable, dada su herencia y su formación. La particularidad de su acuerdo con el pasado de su cultura se reitera en las complejidades sugeridas de su forma compositiva. A pesar de su viaje a Estados Unidos, parece evidente que la identidad de Luo Min se encontrará en sus cuadros de ciruelas, bambúes y crisantemos. Su obra, que no es tanto un préstamo de un arte anterior como una recreación moderna de la pintura china, se puede entender como el tratamiento de una dotada artista viva a un tema que el paso del tiempo ha hecho venerable. Aquí, en Nueva York, no tenemos eso, porque nuestra cultura no es muy antigua. Dar continuidad a los logros de su tradición, a pesar de que los represente de forma contemporánea, permite a Luo Min pintar con habilidad e inspiración.

El presente tiene peso por el pasado al que ella hace referencia, al igual que el pasado cobra vida gracias a su tratamiento contemporáneo.

 

Traducción: Verónica Puertollano

Original text in English

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