Anoche me fui a la cama con un par de noticias que me impactaron. El abandono de Jeff Bezos al frente de ese gigante tecnológico llamado Amazon y el regreso de Mario Draghi a la vida pública para dedicarse a la política. Lo del primero me sorprendió más alegando estar cansado cuando aún no ha cumplido la sesentena. Lo del segundo un poco menos habida cuenta de su valía profesional y el rumor insistente de que podría ser nombrado por el Parlamento italiano presidente de la república cuando deje el cargo el año próximo Sergio Mattarella. Todo indica que ahora será el nuevo primer ministro de Italia.
Bezos es la segunda persona más rica del mundo por delante de Bill Gates y por detrás de Elon Musk, el dueño de Space X y promotor de los futuros viajes espaciales comerciales. Amazon, como toda empresa que nace de la nada, mediante una pequeña librería digital para convertirse en un gigante de servicios en menos de dos décadas, no está exenta de polémica por el peligro de monopolizar la industria del libro, disco, mueble, electrodomésticos, electrónica, etc. Si uno se dedica a escribir, como es mi caso, no estar en Amazon equivale a ser nada o casi nada.
Admito que la compañía que fundó Bezos en 1994 puede estar poniendo en grave riesgo la existencia de las librerías. Ya éstas pusieron el grito en el cielo cuando los libros pudieron adquirirse en las grandes superficies. Ahora tratan de detener la hemorragia que representa Amazon creando plataformas constituidas por el gremio, como es el caso en España de todostuslibros.com a la que se han sumado varias librerías españolas y latinoamericanas. Sostienen que no es una iniciativa contra el gigante de Bezos aunque todo parece indicar que sí lo sea, lo cual no tiene nada de malo y están en su derecho de hacerlo. Pero deben actuar con la misma eficacia y rapidez con que lo hace Amazon y hasta con iguales y mayores incentivos.
Es verdad: la aparición de este tipo de negocio hace que se pierda el encanto de antaño en el que el amante de la lectura solía visitar su librería favorita para que el dueño o uno de sus empleados le pusieran al día de las últimas novedades o le aconsejase un libro que él personalmente había leído y le había gustado. Por desgracia, hoy eso va quedando en desuso. Primero, por la aparición de internet, la venta a través de la red y después porque no hay tiempo ni para charlar con un librero. Éste no dispone de la tranquilidad de antes o cuando la tiene es el cliente quien va a la carrera mirando el reloj. Sin olvidar que la publicación de libros en España es inversamente proporcional al índice de lectura.
En cualquier caso, el hecho es que Jeff Bezos le da el relevo al número dos de la empresa pero no parece que con su retirada vaya a dedicarse a dar de comer a las palomas. No hay pruebas por ahora de que se desprenda de otra de sus joyas, The Washington Post, un diario que continúa apostando por el periodismo de calidad pese a la crisis del sector y que cuando lo compró el magnate hace siete años no pocos le auguraron un sombrío futuro.
Y mientras tanto, en el otro rincón del mundo, en la caótica Italia en medio de su enésima crisis política -y esta última más injustificada que nunca- emerge con fuerza la figura de su mejor banquero y sin duda el mejor presidente que el Banco Central Europeo (BCE) ha tenido desde que se fundó a finales del pasado siglo. Nadie como Mario Draghi supo entender mejor la gravísima crisis financiera mundial y europea de 2008 y 2012. En vísperas de los Juegos Olímpicos de Londres quedó marcada a sangre y fuego su famosa frase de que el BCE haría lo que fuera necesario («whatever it takes«) para defender el euro de las salvajes especulaciones del mercado que pusieron en duda la fortaleza de la moneda única europea y su propia existencia. El banco regulador comenzó a inyectar dinero a los países más golpeados por la crisis con un programa que su sucesora Christine Lagarde aún mantiene.
Draghi aterriza en Palazzo Chigi, la sede del gobierno italiano, para tratar de calmar el fuego que irresponsablemente ha azuzado Matteo Renzi, el que fuera líder del Partido Demócrata y durante un periodo primer ministro para retirarse y luego volver, en contra de lo que anunció, con un minúsculo partido cuya ideología no se sabe cuál es.
Supermario, como algunos bautizaron al hierático antiguo gobernador de la Banca d’Italia, tiene el respaldo de todas las fuerzas políticas, incluido el de Berlusconi cuya influencia de todos modos va lentamente languideciendo. No será el primer técnico que llega a gobernar en Italia sin pasar por las urnas. Si mi memoria no me flaquea, de lo cual no estoy muy seguro, antes lo hizo otro gobernador, Carlo Azeglio Ciampi, que más tarde llegó a ser presidente de la república, y en el presente siglo, en plena crisis de la deuda italiana, dirigió el país otro técnico brillante, el ex comisario europeo de la Competencia Mario Monti, durante dos años.
Es lícito inquietarse por el hecho de que algunos técnicos sobresalientes lleguen a dirigir cualquier país democrático sin haber pasado por el cedazo de las urnas. El riesgo de un gobierno de ilustrados por encima del sistema de partidos y de la voluntad popular nadie lo puede negar. Sí que lo es, puesto que resulta dudoso que esos llamados «ilustrados» dirijan la nación anteponiendo el interés ciudadano por encima de otros intereses privados.
Sin embargo, confieso que cuando anoche me enteré de lo de Draghi pensé que este individuo está muy por encima en valía intelectual de cualquier dirigente político de su país. Y sentí hasta un poco de envidia al extrapolarlo inconscientemente al mío y ver el panorama de mediocridad de la que no salimos más allá de que acabemos un día con esta maldita pandemia.