La Doctora Gabriela Polit Dueñas es investigadora, periodista y escritora. Ella se refiere a Nueva York como la ciudad en la que volvió a nacer. Polit es quiteña (hasta el tuétano, asegura) pero aquí encontró la literatura. Antes de llegar estuvo interesada en las ciencias políticas. Sin embargo la New School, donde pensó encontrar la brújula de la Escuela de Frankfurt, no la convenció. Así se fue a NYU. Ahí conoció a Silvia Molloy.
El trabajo de Polit explica los riesgos de lxs periodistas que denuncian el crimen organizado y la corrupción (Unwanted Witnesses). También es cuentista y novelista. Polit habla con cariño y humor de sus años en Manhattan, los de su re-nacimiento, retratados en la colección Amsterdam Avenue. Ella vivía en el número 109 de esa avenida.
Lina Meruane es una escritora comprometida con el oficio. Vive y trabaja en Nueva York, a donde llegó por la época en que los terroristas se estrellaban contra las Torres Gemelas.
La primera vez que la conocí fue como la pareja de José del Valle, lingüista fundador de los estudios de glotopolítica. Departíamos una generosa recepción en el Instituto Cervantes. Era un sábado de sol. Había vino y comida. Yo estaba interrogándolo sobre la posibilidad de postular al Doctorado del Graduate Center, CUNY, que él dirigía. A Lina la recuerdo caminando frente a los ventanales iluminados, disfrutando del vino, de la compañía y la charla.
Una noche encontré a Meruane como editora. Ella y Soledad Marambio presentaban en McNally Jackson uno de sus bellísimos libros sobre ciudades, con su Brutas Editoras: Berlín (Dividido).
Juan Villoro, quien ya me había hablado con bastante cariño de la obra de Meruane, hablaba esa noche sobre el texto que ella había publicado: una estadía en Berlín Oriental a donde Villoro llegó como desorientado representante del gobierno mexicano.
Meruane también ha trabajado sobre su condición palestina en el mundo, esas raíces que le hicieron replantearse su cercanía con la comunidad árabe del barrio de Brooklyn a donde llegó como inmigrante. Meruane, a pedido de Vivian Abenshushan, publicó un manifiesto Contra los hijos que editó Tumbona Ediciones y generó alguna prensa.
Es evidente el poder y la fuerza de lo que Meruane escribe. Sangre en el ojo es un texto perturbador sobre la enfermedad, la ceguera y la vida intelectual. Tiene a Nueva York como cortina de fondo.
Fue también interesante, en los comienzos de mi vida como escritor, ver cómo Meruane había transformado a José del Valle, mi brillante profesor, en Ignacio: pareja de Lucina, la personaje principal. Meruane escribió la novela durante su estadía en Berlín, con una beca generosa (de la que Del Valle me habló alguna vez).
Ya que me encuentro escribiendo –y tal vez diciendo cosas de más– acerca de Meruane y Del Valle, vale recordar otro personaje libresco, otra pareja: Antonio Muñoz Molina, a quien Elvira Lindo convierte en protagonista secundario de las crónicas/diarios que escribió durante su último invierno en Nueva York: esas hermosas Noches sin dormir.
Me interesa destacar el trabajo de Claudia Salazar Jiménez, quien a su labor como escritora añade el de moderadora –con notable peso intelectual– en distintas charlas, conferencias y presentaciones neoyorquinas.
Otra voz que es importantísima: Marta Ana Diz, poeta argentina que algunas veces, de muy joven, sostuvo la mano del ciego Borges para indicarle el camino a casa, después de la cátedra.
Diz enseñaba español y lingüística en Lehman College. Se retiró hace algunos años para disfrutar mejor de la ciudad y para escribir. Tiene un primer libro de poemas en inglés, Long Island Notebook, y varios en castellano, todos muy recomendables.
Por Lehman College también han pasado jóvenes promesas de esta Comunydad. Pienso en Almudena Vidorreta, que llegó desde Zaragoza con varios libros publicados, entre ellos el impresionante poemario Días Animales (PUZ, 2013).
Los recitales de Vidorreta en McNally Jackson han sido algunos de los puntos más altos de mi vida en esta ciudad. También el verla crecer como poeta con Nueva York sin querer, el poemario de La bella Varsovia a cuya presentación (en la librería Nakama) tuve el placer de asistir. Sus poemas también se acercan a la experiencia de enseñar en el Bronx.
Sara Cordón aún no ha escrito sobre los cafés que nos tomábamos entre las clases de Lehman College, con Mayte López. Sin embargo, Cordón ha escrito una de las novelas más hilarantes sobre la conexión entre la academia, los estudiantes de literatura y la vida en la ciudad: Para español pulse dos.
Fruto de sus experiencias como estudiante y de sus años de tránsito entre Astoria y Manhattan, la historia de Cordón quedará como una ventana hacia esos años cuando Nueva York era una fiesta y los estudiantes soñaban con publicar en Anagrama.
Tanto Cordón, como Mayte López, escritora con una vena especial para la tragedia con humor (como la buenísima novela De La Catrina y la Flaca) participaron también en otra aventura neoyorquina: ViceVersa, la revista dirigida por la escritora y periodista ítalo/venezolana Mariza Bafile. Sara Cordón publicó las fascinantes crónicas Los años luctuosos donde la memoria es la gran protagonista (una memoria sensible, romántica). Mayte López publicó sus Tacones sobre hielo, donde historifica su paso por Nueva York, con gran humor y estilo.
El trabajo de Bazile ha sido enorme. Ella ha documentando siempre las penurias de los inmigrantes. Lo hizo en Venezuela, como hija de italianos. En Italia, como diputada elegida entre los inmigrantes sudamericanos. Y desde 2014, junto a su hija, en la revista Viceversa. Alrededor de esta revista encontramos el trabajo de Antonio Díaz Oliva, Juan Luis Landaeta, Keila Vall de la Ville, Raquel Abend Van Dalen, entre otros.
Y sospecho que podría seguir escribiendo veinte páginas sobre esta comunydad neoyorquiona que me hace sentir orgulloso. Algo de eso ha sido documentado por la buenísima escritora de Maracaibo (Venezuela) Naida Saavedra.
Es decir, somos una comunydad en construcción, a la que se puede llegar desde revistas, podcasts, blogs y textos que están sacando a la luz editoriales como Suburbano de Miami, Ars Communis de Chicago o Sudaquia y Chatos Inhumanos de Nueva York.
Dos nombres más: Mariana Graciano, cuyo libro Pasajes, editado en Nueva York y en Rosario (Argentina) es una demostración exquisita de su talento y de la situación del inmigrante que escribe. Del dislocamiento de quien comienza una nueva vida y de las posibilidades del exilio voluntario.
Y debo terminar con Fernanda Trías, tremenda escritora e intelectual, a quien escuché por primera vez en McNally Jackson, muchos años atrás. Trías, en una noche celebratoria del Programa de Escritura Creativa de NYU, a fines de 2017, en el auditorio King Juan Carlos (qué terrible suena ese nombre hoy), agradeció a sus profesoras (Diamela Eltit, Silvia Molloy, Lila Zemborain, Mariella Dreyfus) por enseñarle una máxima que intenta transmitir en sus talleres: «Aprender a nombrarlas para que también me nombren a mí».
Tal vez también de eso se trata este texto.
Nota aparte: Este Newyópolis surgió de la experiencia con el trabajo de Adriana Pacheco. Desde la Universidad de Austin, en Texas, Pacheco entrevista a intelectuales involucrados con la escritura, la edición y la publicación en idioma español. Estas entrevistas están disponibles en el podcast Hablemos Escritoras.Curadores literarios. (He incluído los enlaces a programas específicos que he escuchado).
Y las gracias especiales para la Doctora Gabriela Polit (a quien conozco solo por los textos que escribió sobre la crónica latinoamericana). Polit me dio la idea para empezar este texto. Como ella, yo también nací por segunda vez: como escritor en Nueva York.