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Relato


Soñé que tenía un trabajo y trabajaba de censor en un país de corte dictatorial cuya capital era esta ciudad.

Soñé que por las mañanas desayunaba en una cafetería bajo la atenta mirada presente de la Dictadora, líder de la dictadura, siempre presente en fotografías.

Aquella noche debía empezar a observar y seguir a un cantautor, anotar sus letras, escribir el informe, valorar todo.

Trabajé con él durante meses, años.

Sus canciones las iba entendiendo por las tardes, cuando veía a Ana y Ana me daba la mano y paseábamos juntos y hablábamos por el parque en lo alto de la ciudad donde también había un monumento o escultura de la Dictadora en alabanza.

Tenía él treinta canciones, un repertorio de treinta que cantaba, treinta letras en las que veladamente el cantautor se expresaba, contaba con música.

Envié el informe después de tres años y varios meses.

Soñé que un día, una noche, la dictadura de la Dictadora caía, ella desaparecía por los aires al cruzar uno de los puentes más anchos del país que gobernaba desde hacía décadas.

Caía al fondo del agua del río Eo.

Soñé que el muro era derribado, la frontera rebasada sin miedo.

*

Supe más tarde que el cantautor había accedido años después al archivo de la Censura, de libre consulta con la libertad nueva.

Supe que volvía, daría un concierto en la antigua capital, serían las canciones de antes, cuando no podía escribirlas por el miedo a ser descubierto, perseguido.

Anotaba y tiraba el papel al salir de casa, soñé que dijo ante el público, por si acaso, nunca las conservé.

Daba las gracias al empezar, a las once de la noche, a aquel censor que las había escuchado, conservado, escrito en orden.

Después de tantos años casi estaban olvidadas y al volver a ver y leerlas en nuestro informe pude recuperarlas, completas.

Sé, soñé, que tu informe fue el causante de mi expulsión del país, junto a mi familia.

Sé, soñé, también, que mis letras y lo que encerraban para ti fueron parte de la desaparición final de la dictadura.

No teníamos otra opción, ninguno.

Dijo, soñaba, que las canciones que estaba a punto de cantar las conocía.

Dijo que la última no, porque en ella quisiera que subieras aquí conmigo, cantando juntos, sin letra.

La número treinta y uno.

Sé que has venido a este primer y último concierto, tienes que estar aquí.

Soñé al final.


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