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Mientras tantoMarcelo en los camerinos de Desengaños amorosos

Marcelo en los camerinos de Desengaños amorosos


Pues… No sabía si contároslo, pero… Venga, lo voy a hacer… Si es que realmente lo estoy deseando… Pues bien, ¡os tengo que confesar que he descubierto una nueva afición! ¡Colarme en los camerinos antes de un estreno!

Ernesto Arias, Manuel Moya y Silvia de Pé – foto de Marcos del Mazo

¡Estoy tan emocionado! Bueno, es cierto que, para mi primera, vez elegí una función ya muy estrenada, y los nervios eran menores… Desengaños amorosos ya ha recorrido muchos lugares de España desde que se estrenara en el Festival de Cáceres en verano de 2018. Después llegó a los festivales de Peñíscola, Alcalá, Chinchilla, Alcántara, Almagro… (No es por meterme con el resto de festivales, pero para mí, el de Almagro es el mejor, porque, claro, Almagro es mi pueblo… yo veo todo lo que se programa allí, colgando bocabajo de algún alero, con mis amigos y amigas, y lo pasamos muy bien, y la obra que más nos gusta nos la aprendemos de memoria y en agosto damos dos representaciones diarias en el Silo, que los del Festival no lo saben, pero hay un agujero en una esquina por el que entramos y estamos la mar de a gustito allí cuando se acaba el Festival… Habilitar el Silo ha sido una buena idea y nos ha solucionado el agosto a los murciélagos de Almagro … Allí hacemos nuestro festival particular, Almagro Muy Off. Está el Almagro Off, que es el que se hace en el Silo en julio, pero el nuestro es más off que el off, porque es después del off, y porque lo hacemos nosotros, que siempre estamos en off, por eso lo llamamos el Almagro Muy Off; aunque no tenemos web ni nada. ¡Que no son humanos los que lo hacen, sino nosotros, los murciélagos, y no nos ponemos a crear webs de cada cosa que nos da por inventar! Antes nos dividíamos y unos se aprendían una de las obras del mes de julio y otros otra y competíamos, pero llevamos algunos veranos haciendo solo una, desde que inauguraron el Silo… Además, a nosotros lo de competir no nos gusta mucho, somos más de dormir.) Bueno, ¿a que nunca habíais visto un paréntesis tan largo? Sí, mi madre también me dice que me enrollo y que no voy al grano…

Desengaños amorosos, con la que su directora, Ainhoa Amestoy ganó el Premio ADE a la Mejor Dirección de Escena y el Segundo Premio del Certamen de Directoras de Escena de Torrejón de Ardoz, también estuvo en Madrid en el Teatro de la Comedia, pero en la sala de arriba, y muy pocos días. Y ahora llega a los Teatros del Canal, con 7 funciones, dos de mañana, incluso, para los madrugadores.

Vamos al meollo del asunto. Os voy a contar lo que vi y escuché antes del estreno… Bueno, todo, no… Claro… A ver, que me explique bien… No vi nada en los camerinos que no debiera haber visto. Y si a partir de ahora sigo haciendo estas incursiones en camerinos, me asomaré un poco y si están “visibles”, entonces entraré… Porque lo otro sería atentar contra la intimidad de los artistas… Y yo eso no lo hago…  ¿Qué esperabais? A ver, que yo soy un murciélago… A mí no me hacen tilín ni los humanos ni las humanas…

Además, llegué demasiado tarde como para investigar en condiciones, porque ha sido casual… Yo solo iba a ver el reestreno en Madrid de Desengaños amorosos, una versión de las novelas de María de Zayas escrita por Nando López, a los Teatros del Canal, y no contaba con ponerme a investigar… Pero un espectador que subía a la Sala Negra le dijo a su acompañante que faltaban aún 10 minutos, y pensé que en 10 minutos me daba tiempo a dar un revoloteo (lo que vosotros llamaríais un paseo) para bajar la merienda…

Lidia Navarro y Silvia de Pé sentadas y al fondo Manuel Moya
– foto de Marcos del Mazo

En mi revoloteo, de repente vi una puerta entreabierta y me asomé… Era un camerino… (Os recuerdo que, como soy un murciélago, puedo entrar y colocarme en lo más alto de los techos de los camerinos, o en lo más alto de los techos de los pasillos de camerinos que dan al escenario, o en la propia sala, en una vara entre dos focos, colgando bocabajo, y así me entero siempre de todo… ya lo hacía en Almagro de joven…) En ese camerino, Lidia Navarro, ya vestida con el atuendo de su personaje, Beatriz, se miraba al espejo y decía:

No sé qué pasa en los camerinos de la Sala Negra pero en estos espejos tenemos los cuerpos diferentes y las caras diferentes y los pelos diferentes.

Me quedé pensando si se referiría a que se ven diferentes porque están ataviados como personajes… De repente otra voz interrumpió mis pensamientos…

«No quiero ser sola, sino propia, dueña de mis noches para compartirlas con hombres que quieran divertir mis afanes, no encadenar mi alma.» Esto lo dijo María de Zayas. Es una maravilla tener la suerte de decir esto en Teatros del Canal en el día de hoy…

Era Nise, es decir, Silvia de Pé, sí, aquella actriz del monólogo El caballero incierto a la que el inmundo del nico guau entrevistó hace un par de meses… Ella continuó su parlamento frente al espejo…

Es una suerte inmensa, así que voy a disfrutar muchísimo. Me da susto, porque es un lenguaje un poquito complicado, y espero decir bien todas las palabras. Estoy feliz, feliz, feliz de poder decir estas palabras.

Ahí pensé, “vaya forma de calentar tienen estas actrices de Desengaños…” Juraría que los actores y actrices que van a Almagro calientan de otra manera, yo estoy más acostumbrado a escuchar a los que se ponen a pronunciar trabalenguas y no dicen ni una palabra bien, o a los que comienzan a gritar, o a los que hacen sus saltitos y estiramientos en el escenario hasta que llega la señora de la limpieza con la mopa y les hace irse de allí con viento fresco… Otros necesitan su café de última hora, o los dátiles y el plátano, o entrar al cuarto de baño… Lo del cuarto de baño, es muy común… Suelen estar muy concurridos justo antes de estrenar…

“Venga, Marcelo, que te enrollas”, diría mi madre… De repente entró por una puerta una chica pelirroja y dijo “¡5 minutos!” y me asustó, porque no la esperaba… Entonces se oyó una voz masculina que dijo «¡Oído, cocina!» Y avancé un poco dentro del camerino (la verdad es que era un camerino muy grande, y con varios pasillos de espejos, y me di cuenta de que además había muchísimas botellas de aguar vacía por el suelo, como si estuviéramos en pleno julio en Almagro…) Al avanzar, vi a Ernesto Arias, que interpreta a Manuel, mirándose al espejo, y frunciendo el entrecejo, sonriendo, poniéndose serio… Quizá estaba calentando los músculos de la cara… Eso pensaba cuando de repente otra voz me distrajo…

Espejito, espejito, quiero salir a escena, porque ya estoy nervioso… Venga Manolito, con lo bien que íbamos, no la líes ahora. ¡A divertirse!

Era Manuel Moya, también frente al espejo… A Manuel, Ernesto y Lidia les recuerdo, porque en el confinamiento contestaron a unas preguntas del inmundo nico guau, hablando sobre la anterior era teatral… Y Ainhoa Amestoy, la directora de la función, y productora junto a Alejandro de Juanes con Estival Producciones, también las contestó…

“Haber hecho Desengaños amorosos durante estos tres años y poder seguir haciéndola ahora, con toda la polarización que hay en torno a la política, al feminismo, e incluso en la propia sociedad, da muestra de que entre tanto ruido se puede seguir lanzando semillas de esperanza, aunque sean poquitas, pero se puede.”

Era Manuel Moya hablando frente al espejo de nuevo… ¿Y ese instrumento que suena a lo lejos? “Una viola de amor”, dijo Ernesto. ¿Me respondía porque me había leído el pensamiento? Salí al pasillo a ver de dónde venía esa música… ¡Ah! ¡Era David Velasco, el músico que toca en directo durante la función! Claro, si cada artista calienta con su instrumento, el músico lo hace con el suyo, la viola de amor… Estaba en otro camerino, él solo, para poder afinar el instrumento, supuse… Entonces de repente escuché una canción en el camerino anterior y volví volando… Una canción que conocía… «Siempre me traiciona la razón y me domina el corazón…» ¡Los cuatro se habían puesto a cantar una de Camilo Sesto (dentro de un teatro y supongo que sin pagar derechos) a grito pelado, en un momento de desmelene que sí había visto en el Festival de Almagro! Pero es que estos no cantaban muy allá… Y cuando llegó el estribillo… «¡Vivir así, es moriiiiiiiir de amoooooooor!» Qué horror! ¡Qué gritos! ¡Qué falta de solidaridad con el oído del murciélago! ¡Qué atentado contra toda la historia de la música! Supe que era ese el momento de calentamiento grupal que muchas compañías deben hacer antes de la función, pero ¡no estaba dispuesto a escuchar aquello! Y pensé que ese sí que era un momento íntimo y que no debía estar allí. Así que volví enseguida al escenario…

El público ya estaba sentado, todo, o casi todo. Quedaban los huecos pertinentes para el aforo reducido en época de pandemia. (Menos mal que desde el escenario no se oía el desafine de camerinos…) Reconocí a la directora, Ainhoa, saludando a algunos espectadores, también a sus padres, que, según escuché, habían visto la función ya unas cuantas veces, pero van siempre a apoyar a si hija, como debe ser… Una señora al quitarse el abrigo casi me despeina y entonces me di cuenta de que estaba volando demasiado bajo y así iba a llamar la atención, así que me colgué bocabajo sobre la cabina, y entonces vi cómo el técnico daba a un botón de la mesa de sonido y por los altavoces se oyó la voz de Carlota Ferrer con eso de “va a comenzar la función”… Y luego se apagaron las luces…

Marcelo, el murciélago

Manuel Moya, Lidia Navarro, David Velasco, Silvia de Pé y Ernesto Arias
foto de Marcos del Mazo

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