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Frontera DigitalCrónica de un año teatral bajo la sombra del COVID (III) -...

Crónica de un año teatral bajo la sombra del COVID (III) – Vuelta a los teatros


(Aquí se pueden leer las anteriores entregas.)

Las cosas de la vuelta a los teatros (I), o cómo ver la función entre dos maniquíes

Y por fin, pasando por las distintas fases que fue marcando el gobierno, llegamos a junio, en que se permitía abrir los teatros con restricciones de aforo, pero pocos se atrevían a hacerlo (o pocos se lo podían permitir). Los Teatros del Canal fueron los más valientes y dieron el primer paso con la 35ª edición del Festival Madrid en Danza, inaugurando la nueva era teatral el 17 de junio con Israel Galván y su espectáculo El amor brujo. Gitanería en un acto y dos cuadros (que realmente provenía de la programación de Teatros del Canal, y estaba previsto para unos días antes, del 29 al 31 de mayo). Madrid en Danza, que se celebró desde el 17 al 28 de junio, se compuso de 6 espectáculos (cada uno de ellos con una sola representación) y 2 charlas. Abrió y cerró con dos pesos pesados de la danza, Israel Galván y Rocío Molina, y entre ellos Sara Calero, Olga Pericet, Marco Flores e Ignacio Prego, y Metamorphosis Dance (Iratxe Ansa e Igor Bacovich. Parecía que el público iba a ser reticente a volver al teatro, pero la venta fue bastante bien, dentro de los aforos permitidos (la primera semana el 50% y la segunda semana subió un poco): las entradas para cuatro de los seis espectáculos se agotaron a las tres horas de ponerse a la venta el 10 de junio. También se pudo ver en streaming, pero de eso hablaremos más adelante. Fue muy llamativa la medida de los maniquíes: para marcar las butacas de separación entre espectadores no convivientes se utilizaron maniquíes y plantas, como se puede ver en la foto. Los artistas desde el escenario, al ver tanto las cabezas de los espectadores como las de los maniquíes (sin poder distinguir cuál era cual), tenían la sensación de que había más público, pero los espectadores se sentían un poco raros sentados entre maniquíes. Lo malo es que las plantas eran ramos cortados, y para la segunda semana se desmoronaban con solo mirarlas. Las medidas adoptadas en los Teatros del Canal, además de la reducción de aforo, fueron la de la distancia de seguridad, la toma de temperatura, la mascarilla obligatoria, y la salida escalonada.

Las cosas de la vuelta a los teatros (II), o lo que se ve desde el escenario – foto de Lalo Cortés

El Teatro de la Abadía abrió el día 17 de junio con Sea Wall, un espectáculo que tenía lugar en el jardín, a la entrada del teatro, únicamente para 14 personas. Posteriormente, dentro de la sala San Juan de la Cruz, la sala grande de la Abadía, 50 personas (poco más del 15% de aforo ) pudieron ver Inventario de Bárbara Bañuelos; la semana siguiente, en la segunda función, se amplió el aforo hasta llegar a un poco más del 25%.

Luego abrió el Teatro Real desde el 1 de julio, al 50% de aforo, con un montaje de La Traviata distanciado, al que llamaron “versión de concierto semiescenificada”. En el Teatro Real hacía ya tiempo que solo se usaba la puerta de la plaza de Oriente, pero en julio, para separar al público y evitar aglomeraciones, se usaron también las laterales; en total, según se pudo leer en prensa en aquellos momentos, el público entró por seis entradas distintas. También, además de la obligatoriedad de la mascarilla y del gel hidroalcohólico, al entrar se tomaba la temperatura. No solo la salida era escalonada, sino que también lo era la entrada, pues a los espectadores, según la ubicación de su asiento, se les citaba a una determinada hora. La planta del escenario estaba dividida en cuadrículas de 2×2 metros, delimitadas con una gruesa línea roja que se veía desde muy lejos, y la entrada de las 50 personas del coro era escalonada, cada uno se quedaba en su cuadrícula y no interactuaba con nadie, y además entraban con la mascarilla y para cantar se la quitaban. Los cantantes estaban también muy separados, y si se tenían que dar una bofetada por exigencias del guion, se la daban a distancia: el personaje de Giorgio Germont daba una torta al aire en un extremo del escenario, y su hijo, Alfredo Germont, en el otro extremo, hacía el gesto de que le había dolido… Para entregar una carta a alguien, un personaje la dejaba sobre una silla en un extremo y otro personaje en otro extremo hacía como que la recibía, cogiendo otra carta distinta de encima de una mesa…

Las cosas de la vuelta a los teatros (III), o no te pases de la raya 

Continuará…

@nico_guau

Las cosas de la vuelta a los teatros (IV), o mamá, el niño me está mirando 

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