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Mientras tantoMás Perreo

Más Perreo


Apenas vi un momento el debate de los candidatos a la Comunidad de Madrid. Me detuve casi al pasar, como por un escaparate de televisores, al ver a Iglesias apagado. Estaba leyendo datos con el ceño fruncido. Sólo eso. Datos que le eran rebatidos con una contundencia visual inusitada por Rocío Monasterio, sobre todo porque no lograba contestarla. Alguien me dijo que a la presidenta la habían arrinconado un poco al principio, pero cuando yo llegué no sólo parecía la presidenta de los madrileños sino también de los debatientes, imagino que a su pesar. Además, lanzaba golpes directos para todos, que alcanzaban mayormente a Gabilondo, quien parecía Toro Moreno. Al candidato socialista se le acababan los asaltos sin empezar a hablar, mientras Díaz Ayuso, en esos preámbulos somnolientos, le acertaba con crochés como cuando el del PSOE dijo: “Con un 30% de paro juvenil…”, a lo que la presidenta respondió: “40 % en España…”. Gabilondo se tambaleó, pero resistió y dijo con débil ironía: “Yo voy a hablar de Madrid…”, y Díaz Ayuso le respondió con un sencillo y seco “No vivimos en Polonia”, del que ya no pareció recuperarse. No parecía tan fácil acertarle (“acertarle”, qué casualidad, lo digo por lo de sus “disparos” en la Asamblea) a Mónica García. Sus intervenciones me recordaban a su baile aquel de la radio, un batiburrillo extraño y arrítmico de difícil catalogación si se prescinde del ridículo. García intentaba quedarse, pero se marchaba (al contrario que Edmundo Bal, que se invitaba todo el tiempo) porque nadie se queda a ver y escuchar a Mariano Ozores si no es Mariano Ozores. García insistía en su condición de médico como si estuviera alternando la política con la asistencia sanitaria, cuando todos sabemos que eso no es verdad. Pero la verdad es lo de menos. Parecía la política/sanitaria, como si fuese un entrenador/jugador, y una vez fuera de ese terreno de juego lo único que había era perreo. Más Perreo que es al movimiento como a la dialéctica la charlatanería errejoniana. Otro que antes había perreado en el mismo programa, con similares trazas, fue precisamente Iglesias, que, desde sus sombras, parecía mirar su propio pasado de artista ocasional con inexorable nostalgia. 

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