Uno intenta entender esa complejidad que llama mundo y descubre que en Galicia (cree) hay cuatro palabras (al menos las que uno ha escuchado y comprendido) para la lluvia.
Chúvia, chuva, choiva i orvallo.
Chúvia
Es la lluvia que cae a las y once de todas las horas que llueve.
Ejemplo:
–Me empapó la chúvia.
–Saliste de casa a en punto, ¿no?
–Sí, y me pilló fuera del bus ya y sin paraguas.
–La chúvia es así, ya se sabe. Anda, ven. Sequémonos. Entra. Por aquí.
Chuva
Es la lluvia, en concreto, cayendo sobre el océano cerca de la orilla.
Ejemplo:
–Las mejores olas las surfeo cuando hay chuva.
–Dicen que su caída envalentona a las olas.
–Sin duda.
–Se levantan como nunca.
Choiva
Es la lluvia, por aproximación, recreada por los niños cuando juegan: es la lluvia creada cuando los niños levantan el agua de los charcos y juegan a lloverla sobre los amigos: es la lluvia de la infancia fuera de Galicia.
Ejemplo:
–¿Tú recuerdas la choiva?
–Claro.
–Cuéntanos.
–Una tarde, jugábamos a la pelota con cuatro piedras de postes, deteníamos el partido cuando pasaba algún coche…
Orvallo
Es la lluvia liviana, casi imperceptible, pero que empapa.
Ejemplo:
–¿Orvallo?
–Orvalla hoy.
–¿Salimos?
–Habrá que.
Orballo
Es la lluvia del orbe: mundo redondo que cada uno (creo, junto a nosotros) intenta explicarse como puede o quiere.