Weiß/Colonia, 16.5.
1:00 am : La Radio Alemania [Deutschlandfunk] le dedicó esta noche una semblanza de 45’ a nuestra Claudia. El programa fue realmente bueno y a quienes somos legos en la materia, pese a ser desde hace años tan amigos de Claudia (lo que ilustra nuestro analfabetismo en materia de Arte de una manera irredimible), nos ha enseñado mucho acerca de su vida y, sobre todo, de su obra. Pena que el locutor que presentaba el programa tenía sus ideas propias sobre la fonética del castellano y hablaba de Claudia Robles Ángel pronunciando Ángel todo el tiempo como Anguél. Tuvo suerte. Yo presencié en 1982, ¡nada menos que en la Filarmónica de Berlín!, cómo a Astor Piazzolla lo presentaron llamándolo Astor Pizzaiola. Ay, sí, Claudia, has tenido suerte.
Le escribo a Samuel, en Caimanópolis, para agradecerle sus comentarios en el foro de mi columna del viernes en EE, dedicada a Sophie Scholl, y le copio, por si acaso le interesara, el enlace con la mejor peli filmada sobre el tema (fue nominada al Oscar al mejor film no hablado en inglés), que va con subtítulos en español. Le añado una posdata: «Este mediodía me entretuve viendo de nuevo la peli, por chequear someramente los subtítulos. No están ni bien ni mal, son pasables, pero hay un momento en que fallan de manera garrafal. Sucede cuando van 1 h 23′ de metraje y el juez Roland Freisler lee los cargos de que se acusa a los encausados: «Hochverrat, Wehrkraft–Zersetzung und Feindbegünstigung». En los subtítulos dice que los cargos son «de atentado contra una central nuclear y de proteger al enemigo». Y no, de lo que el muy cabrón de Freisler los acusa es «de alta traición, de desmoralización del ejército (otra posibilidad sería «derrotismo») y de favorecer al enemigo». Tú eres ingeniero civil. ¿No temblarías conmigo al saber que el régimen nazi disponía de energía nuclear ¡¡en 1943!!? Por lo demás, la figura del juez está soberbiamente interpretada por André Hennicke, pero existen filmaciones en vivo de juicios donde Freisler llevó la voz cantante, y la soberbia interpretación de AH se queda corta, él no es más que un buen actor, la histeria fanática de Freisler es irreproducible, infacsimilable: sientes escalofríos cada vez que se excita y es como una clonación de la histeria histriónica de Hitler, incluso en la manera de gesticular. Vale».
Weiß/Colonia, 17.5.
2:20 am : El tercer episodio de la temporada piloto de la nueva serie sueca Huss: Crímenes en el fiordo es el más apasionante de los ya vistos, una historia de secuestro que en algunos momentos consigue que se nos ponga la carne de gallina. Buenísimo. El episodio del joven Morse, a renglón seguido es más apacible, como un paisaje de Turner.
Vienen los Mandeau (Ana Regina, Nicolas, Wolfgang) a casa y la casa es una fiesta. Diny, como siempre en estos casos, echó la casa por la ventana. Tuvimos como entremeses unas galleticas italianas con mozzarella y tomate, luego una tarta de espárragos blancos y trigueros, y de postre una mezcla de bayas cocidas con crema, y todo ello regado con abundante Pinot Grigio frío. De aperitivo, antes, una botella del cava alemán Prinz Metternich, de Riesling, una caricia para el paladar. Y la sobremesa la alegramos con una botella de Amaretto de la que no quedó ni “la gota de la vergüenza”. Y la charla no cesó en ningún momento. No conocían la historia que relaté en “La mujer de tierra adentro”, y su cuento lo ilustró Diny con las fotografías ad hoc. Ojalá nos veamos de nuevo antes de que regresen a Nicaragua. Gente como esta son habas contadas.
Weiß/Colonia, 18.5.
Vinieron puntuales Ulli & Carlitos, y unos diez minutos más tarde las pitanzas del Bistro Verde. Y en ese momento nos dimos cuenta de que en la fiesta de anoche habíamos consumido todas las botellas (y no fueron pocas) que había en la casa. Así es que salimos rajando Carlitos y yo hasta el kiosko del griego frente a la parada del bus y compré una botella de Chardonnay y otra de Pinot Grigio para las mujeres, porque Carlitos apenca siempre con su cerveza, o mejor dicho, kölsch, y yo tenía un resto de Carménère para mi Rösti con salmón ahumado. Lo jodido del caso es que el griego me cobró 18 € por dos botellas que si las hubiese comprado en ReWe o Aldi no habrían llegado a los 10 €. Es la última vez que me pasa, los precios agiotistas se producen urticaria.
Itziar Hernández Rodilla me deja un comentario en el foro de mi blog de Fronterad, después de leer lo que digo respecto de Sophie Scholl: «No sé si viste que están emitiendo una serie en Instagram sobre ella. Está bastante bien concebida: la propia Sophie irá contando en Instagram los meses que pasa en Múnich desde su llegada hasta su detención. Creo que es una buena forma de aproximar su figura a los jóvenes y de que, quizá, no sean tan descerebrados de compararse con ella». Como creo que no se da cuenta de la verdadera dimensión de lo sucedido, le contesto con mucho gusto y fina voluntá, según decía mi abuela Remedios: «Me concederás que va una distancia enorme de un Estado de Derecho (como el que tenemos hoy en Alemania) a un Estado Policía (el que hubo acá de 1933 a 1945). Animar a los jóvenes a seguir el ejemplo ético y moral de una Sophie Scholl es cosa que aplaudo, pero que una joven crecida en este Estado de Derecho diga que se siente una Sophie Scholl por el mero hecho de repartir octavillas, es poco menos que poner este Estado de Derecho que tenemos en pie de igualdad con el Estado Policía de los nazis. De eso es de lo que se trata».
Weiß/Colonia, 19.5.
2:00 am : Ninguna peli que valiese la pena en la programación de TV, así es que zapeé al canal ZDF Neo y estuve viendo varios documentales sobre la guerra de Corea, la mayor parte armados con material filmado por John Ford. Como siempre me pasa en estos casos, miro con muchísima atención y la vaga esperanza de que en algún momento la cámara haya captado al joven Rolando, que hizo su servicio militar como voluntario en esa guerra, para conseguir gratuito el acceso a la Universidad. ¡Ay Rolando, Rolando! ¿dónde co…rea te has metido, siete años ya sin saber de ti.
Me escribe Jesús J. Prensa que está interesado en saber cómo conseguimos libros en español cuando, como yo, nos decidimos a vivir en en extranjero. Le cuento mi experiencia personal: «Cuando llegué a Alemania, febrero 1963, vivía en una aldea a orillas del Rhin, a media hora de Bonn, y me iba allá los fines de semana, porque descubrí que cerca de su Universidad se encontraba una de las mayores librerías de Alemania, la Bouvier, con una amplia sección de libros extranjeros, entre ellos el español (recuerda que Bonn era entonces la capital de la República Federal). También descubrí libros en español en la librería de la estación principal de Colonia. En 1964 me fui a vivir a Berlín y compraba mis libros en español en Berlín oriental, en la Librería Internacional de la Alexanderplatz, fundamentalmente ediciones cubanas a precios de saldo (teniendo en cuenta el cambio de la moneda). Desde enero 1965 a noviembre 1966 viví en Colonia, ya como redactor de la Radio Deutsche Welle, y aparte de la Bouvier en Bonn y la librería de la estación en la misma Colonia, descubrí en Ámsterdam (adonde acudía los fines de semana a encontrarme con mi novia neerlandesa) la librería Slegte, en la Kalver Straat, la peatonal más famosa de los Países Bajos, con un buen surtido de libros españoles. De noviembre 1966 a julio 1967 vivimos recién casados en Buenos Aires, y de julio 1967 a agosto 1968 de regreso en Europa, concretamente en Huelva, de manera que no tuve problemas en adquirir libros en nuestro idioma. Cuando regresé a Alemania en agosto 1968, ahora ya de manera definitiva, al poco contacté con la librería Visor, en Madrid, y concerté con Chus García Sánchez (con quien llegamos a trabar una amistad que aún perdura) el envío regular de 10.000 pesetas mensuales, por giro postal internacional, y que él me fuese nutriendo con las novedades que aparecieran. Y eso duró hasta que poco a poco, gracias a mis visitas anuales a la feria del libro de Fráncfort, como redactor de la RDW, fui haciendo amistades en el mundo editorial y todos los años regresaba a Colonia con un gran paquete de novedades, que se completaban con los envíos que los editores amigos me hacían desde Madrid, Barcelona, Bogotá, Buenos Aires, Ciudad de México, etc., de libros que sabían que me iban a interesar. Aparte de eso, hice muchas amistades personales con autores, de quienes me siguen llegando puntualmente los libros que publican. Amén de todo lo cual, tuve a mi disposición en Berlín la fabulosa biblioteca del Instituto Iberoamericano, la mayor del mundo entero en nuestro idioma, y acá en Colonia también hay una buena sección en español en la Biblioteca Central, pero no tienen allí, ni de lejos, la décima parte de mi propia biblioteca. Creo que con esto te explico con bastante pormenor cómo es que se fueron juntando en esta casa los casi 5.000 volúmenes que la pueblan, y que están destinados a los Centros Cervantes de Bremen (los libros dedicados por los autores) y de Hamburgo (el resto)».
Media hora antes de la medianoche: Acabo de ver un peliculón de Ken Loach, I, Daniel Blake [Yo, Daniel Blake], con un formidable Davie Johns y una grandiosa Hayley Squires, en el papel de Katie. Inolvidable su lectura final de un texto casi testamento del viejo Daniel Blake: «No soy un cliente, ni un consumidor, ni un usuario de servicios. No soy un chantajista, ni un parásito, ni un mendigo, ni un ladrón. No soy un número de la Seguridad Social ni un parpadeo en una pantalla. He pagado mis cuotas, hasta el último céntimo, y estoy orgulloso de haberlo hecho. No miro obsequioso a los de arriba sino que miro al vecino a los ojos y le ayudo si puedo. No acepto ni busco la caridad. Me llamo Daniel Blake. Soy un hombre, no un perro. Como tal, exijo mis derechos. Exijo que me traten con respeto. Yo, Daniel Blake, soy un ciudadano, nada más y nada menos». El estupendo cine de Ken Loach es una victoria póstuma del neorrealismo italiano. Pero, eso sí, con un generoso chorro de salsa Worcester.
Weiß/Colonia, 20.5.
2:45 am : Esta noche tres pelis buenísimas casi seguidas: Una hora después de I, Daniel Blake pasaron The Rider [El jinete], donde Chloé Zhao reinventa el western de un modo magistral, y a continuación el largometraje para la tele La vie après, no estrenado en España ni Latinoamérica, y por lo tanto sin título en español: y en él una prestación genial de la valona Émilie Duquenne, una actriz que tiene su despensa profesional llena a rebosar de Delikatessen. Noche de cine la de hoy que lo deja a uno lleno de amor al séptimo arte.
Recibo correo de los Testigos de Jehová. Un sobre alargado con la dirección escrita a mano por alguien que todavía conoció una forma avanzada de la escritura Sütterlin, un sobre sin remitente. Al principio pienso que la carta, también a mano, pero facsímil del original, es de alguno de esos dizque pedigüeños pero en el fondo simplemente estafadores, que se presenta como Michael, esposo de Editha, y se dirigen a mí con la esperanza de que yo sea filipino, como lo es Editha, a pesar de ese nombre. Pero conforme avanzo en la lectura empiezo a sospechar que no trata de un fraude sino de algo peor, un intento de proselitismo. La cita de Isaías, 66:18 («como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros») no me deja ya ninguna duda. No pienso entablar contacto con ellos, ya dije acerca de su comunidad todo lo que tenía que decir, lo que haré será colocar la carta como señal de lectura en mi ejemplar de la Biblica traducida por Casiodoro de Reina y que Pablo me regaló en Berlín allá por 1964.
Weiß/Colonia, 21.5.
1:45 am : Otra vez una peli excelente, esta vez alemana, Das schönste Paar [La pareja perfecta], que desarrolla un tema tan complejo como el de la venganza por cuenta propia, aquello tan viejo de tomarse la justicia por su mano. La ley del Talión con un motivo perfectamente justificable, castigar a quien violó a tu esposa aprovechando la indefensión en que ambos vivían durante sus vacaciones en Mallorca. Cuando él reconoce casualmente al violador en un kiosko de comida chatarra en Berlín, se pone en marcha un mecanismo tan arcaico e inexorable como el de la arena en un reloj. Me ha encantado esta peli.
Estoy literalmente en las cuerdas. Lo de «mi cuerpo enfermo no resiste más» no es la cita de un tango sino la triste certificación de que he estado demasiado tiempo quemando la vela por los dos extremos. Lo he hecho y, obligado por las circunstancias, lo sigo haciendo. ¿Hasta cuándo?
Weiß/Colonia, 22.5.
2:00 am : Bueno, la cereza de la torta estaba reservada para esta noche. Casi tres horas duran las dos partes de Nés en 68 [sin título en español, en alemán no se titula Nacidos en el 68, sino Amor y Revolución], un telefilm coral que abarca cuarenta años, desde la revuelta parisina de mayo del 68 hasta el 2008, año en que se produce la peli. Un reparto excepcional, cada personaje tiene un correlato perfecto en su intérprete, pero Laetitia Casta, sin querer, les roba el show a todos. Sin duda alguna, el mejor papel que ha interpretado en su carrera. Una peli admirable también por lo que tiene de documento de unos años irrecuperables, e impensables desde la perspectiva actual. Creo que es la mejor narración filmada de esas cuatro décadas poco menos que mágicas. Me ha emocionado como pocas veces lo ha hecho una peli en los últimos tiempos.
Hoy, en el cuaderno finisemanal de esquelas fúnebres, una a toda plana de alguien que debió ser muy querido por sus hijos y nietos. La plana es a todo color, con dibujos infantiles que incluyen las torres de nuestra catedral, el puente Hohenzollern (al que le dedicó un bello romance Jaime Siles) y el Padre Rhin. También un auto llamado Rita, de cuyo tubo de escape vuelan corazones, remonta un arcoiris, y arriba, a la izquierda, un chafarrinón azul que significa el cielo, debajo del cual hay seis nubes y en una de ellas está sentado Ecki (el nombre familiar del difunto) junto a un ángel, mientras otro ángel en vuelo le llena de vino tinto la copa que el interfecto extiende con su brazo. Abajo, a la derecha, un corazón que alberga los nombres de sus deudos, y al mismo nivel, a la izquierda, un niño tocado con una boina que ha escrito «El entierro se llevó a cabo en el más estrecho círculo familiar» y pinta debajo una cruz. La plana pasa a enriquecer mi acopio de esquelas fúnebres que se salen de lo corriente. En su género es tan bella como la que llamo “mi tumba” en el cementerio de Montparnasse: ese gato de porcelana polícroma, de casi 2 m de alto, parado sobre sus cuartos traseros y en cuya panza puede leerse RICARDO; preciosa estatua que Niki de St. Phalle dedicó a su ayudante Ricardo Menon, nacido como yo un 10 de junio y muerto prematuramente en 1989. Siempre acudía a visitarla cuando viajábamos a París y, como siempre también, íbamos a visitar la tumba de Julio.
Leo, también en el KStAnz, la reseña de un libro de un marroquí, Rachid Benzine, el menor de cinco hermanos, de los que cuatro fundaron sus propias familias y viven en la diáspora. Rachid, profesor universitario, decidió no fundar familia y quedarse a vivir con su madre, imposibilitada, a la que cuidó de manera ejemplar. Como la madre era analfabeta, Rachid leía para ella en voz alta novelas de Balzac, sólo de Balzac, el autor que a su madre le gusta. Cuando leía para ella a Balzac. Historia de mi madre, se titula el libro. Toca comprarlo. Me recuerda la mejor foto de Montse que atesoro: tendida en una hamaca, en Punta Umbría, tiene 15 años y está enfrascada leyendo un libro de Balzac: La mujer de treinta años. Genio y figura.
Desde hace una semana tenemos un tiempo que parece depender del humor con que se despierta el Sumo Hacedor, sin descontar la variante de que su humor cambie un par de veces a lo largo del día. La recontrarremilputa que lo recontrarremilparió. Mi abuela Remedios, que hubiera podido ser la oíslo de Sancho Panza, solía decír: «Marzo ventoso y abril lluvioso sacan a mayo florido y hermoso». Prudentemente, este año no habría dicho ni pío. No me cabe duda: era una sabia.
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