Loca (Pepitas de Calabaza, 2020) sitúa, en el centro de la trama, unos pocos meses (tres o cuatro) de un gran amor entre la protagonista (la propia autora) y su novio: dos outsiders. La historia que se nos cuenta en esta novela empieza a escribirse justo el día después en el que la protagonista aborta. Y toma la forma de una carta, de una carta que es un cadáver (que ya se pudre y exhala sus gases). En principio dirigida a su exnovio, al que conoce cuando la protagonista tiene 29 años, pero realmente dirigida a sí misma, poniendo especial énfasis en su “problema de conexión con el futuro”.
La tragedia de esta historia emerge desde el convencimiento de que esta iba a ser la última historia de amor para su protagonista, de saber que es el fin del camino. De ahí la intensidad con la que se vive, de ahí también el sufrimiento que produce. Escribe Arcan: “Nuestra historia nació del malentendido de los detalles y tuvo un final trágico”. Y también: “El problema entre nosotros era yo, era la fecha de mi suicidio”. No obstante, existe un momento breve, ilusorio, en el que la protagonista cree que esta relación podría salvarla de sí misma, de su suicidio (y, de aquí, la doble tragedia que marca el fin de la relación).
Una relación llena de momentos magnéticos, pero también turbios (“contigo experimenté los momentos de entumecimiento que conocen aquellos que sienten llegar la muerte”). De drogas e insultos. Y también de soledad, de mucha soledad (“pensar en ti significaba no tener espacio para nadie más […] todos mis amigos se fueron alejando”).
El novio, un periodista independiente (innominado) de metro ochenta y dos, manos de gigante y ojos negrísimos, tres años más joven que ella, ya la conocía, pues su fama le precedía (su anterior libro, Puta, donde explica sus experiencias en el mundo de la prostitución, había tenido un notable éxito en Canadá y Francia). El hecho de haber sido puta, de alguna forma, condiciona también la relación (“conocerme antes de conocerme te indujo a error”, escribe. A lo que añade: “Yo te daba miedo por culpa de mi pasado de puta y de mi estatus de autora publicada”).
También la propia escritura marcaba diferencias entre ellos. Dice: “No entendías que la autora de un libro titulado Puta pudiera tener miedo de las palabras y que el pudor le tapara los oídos”. Y también: “Para ti, escribir significaba poner al día, significaba seguir la actualidad y tener la exclusiva. Escribías por deformación profesional […] Creías que Internet había hecho que la imaginación quedara obsoleta”. Y aun añade, sobre su diferente forma de ver la escritura (y la vida): “No te gustaba mi libro, te gustaba mi éxito, para ti no había relación entre ambos. En mí veías una puerta abierta, te veías en mi lugar”. Y continúa: “Cada uno de nosotros tenía su propia concepción de la escritura. Para ti escribir significaba sorprender a todo el mundo con ideas novedosas sobre temas tabú, y para mí, tomarme el tiempo de aquel a quien no se le espera”. Y decreta, finalmente: “Convertirte en escritor era para ti un viejo sueño y para mí, la culminación de mi condición asocial”.
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Todo empieza a irse al traste cuando él amenaza con dejarla (el comienzo del fin). Cuando ella comienza a tener miedo y entiende que él es el más fuerte. Cuando ella le plantea la posibilidad de tener un hijo (y decide, de manera unilateral, dejar de tomar la píldora).
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“Todos los psiquiatras saben que la locura es un asunto de memoria que se levanta de la cama y que atribuye a las personas el don de la ubicuidad, todos saben que te vuelve capaz de recordar en detalle lo que jamás ocurrió”
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Entonces comienza la desesperación, la bebida; la locura. Los somníferos. Él no piensa más que en librarse de ella y ella no piensa más que en quedarse a su lado, como sea. Se intensifica la enfermedad, las visiones. Y su mayor obsesión en la vida: “mi reflejo en el espejo”.
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“Moriré para demostrar que la sonrisa es una forma de ahorrar energías, como el sueño”
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Pero, como muchas otras cosas en la vida, la fatalidad ya venía de antes: su padre le abandona cuando era niña y, de alguna forma, su abuelo (con el que comienza a pasar mucho tiempo) se hace responsable de su custodia. Su madre, de pequeña (pues pensaba que iba a ser un niño) la llamaba Sébastien. Su hermana Cynthia murió siendo apenas un bebé. Todos estos hechos la marcaron profundamente.
De hecho, Nelly Arcan es solo el nombre de una escritora que se inventa Isabelle Fortier (este es su verdadero nombre) para hacer frente al infierno de seguir viva.
Escribe:
“Mi madre desconfiaba de las cosas hermosas, para ella la belleza era una pantalla de humo tras la cual siempre se hallaba un oportunista o, peor todavía, un depredador”.
Escribe:
“Mi abuelo no creía en la evolución de la especie humana; solamente creía en su desaparición”.
Su propio nacimiento es inexplicable: su madre tenía un enorme fibroma en el útero que habría tenido que matarla en los primeros meses de embarazo. Escribe: “Mi presencia en el mundo desafiaba por tanto las leyes del cuerpo humano, yo era inexplicable […] vagaría eternamente en el limbo”:
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“Supe que tenía que morir porque yo no podría vivir jamás como tú vivías”.
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Isabelle Fortier se ahorcó el 24 de septiembre de 2009 en su apartamento de Plateau-Mont-Royal, en Montreal. Dejó cinco libros en su haber, escritos bajo el pseudónimo de Nelly Arcan.