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Frontera DigitalUn cine sin fe

Un cine sin fe


En la escritura de una cosilla sobre una vieja serie me he dado cuenta del largo tiempo desde que vi un filme de fe. No me refiero, claro, a ciencia ficción con súper señores enfangados en armaduras del futuro, sino a esas películas que sabían tocar lo divino, lo metafísico, a través del silencio. Ese cine lírico, el que gustaba a André Bazin, ha tenido muy mala vejez en los 2000: tenemos, así, el dominio de un cine de prestigio social donde manidos cuentos de buenos y malos se hacen corpóreos en cualquier barrio obrero de Glasgow/Bilbao/París y la implantación masiva de la tira cómica de aventuras, de gran presupuesto, siempre adictiva y en gran parte insustancial. Esas dos escuelas cinematográficas, con miles de hambrientos consumidores, tienen sus propios comedores sociales en Netflix o Filmin.

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Poco alimento en esas plataformas de streaming para los que busquen preguntas: casi todas las películas con público carecen ya de ambigüedad. Quizá sobreviva en el cine de género puro, construido en gran parte con misterio, pero en su propio nicho de fantastique de terror y con fórmulas no especialmente sutiles. En este ocaso del cine trascendental, siguiendo el término de Paul Schrader sobre Bresson y Ozu, hay mucho del fin de las tautologías en la imagen: todo es rápido, evidente, con perfiles claros y no permite otra interpretación. El flashback, una niñería en el cine clásico, es ahora el recurso narrativo por excelencia no vaya a ser que el espectador no encuentre los motivos del personaje y cierre Netflix.

El cine como mercado directo busca así consumidores que quieren solo reafirmar sus creencias y gustos: el militante comunista devora a Ken Loach conociendo desde el primer minuto que el culpable es la burguesía mientras que el fanzinero entra a la sala de cine con su reglamentaria camiseta negra solo al saber que el número de explosiones superaría las cincuenta.

Todos ellos, en fin, tendrán un banquete rápido, previsible, con sabores conocidos. La definición exacta de mediocridad.

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