Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Mientras tantoEl monólogo

El monólogo


A Carmen Calvo le ha encantado el trabajo de los “actores y actrices” de un monólogo, lo cual es extraordinario. Bien es cierto que Carmen es extraordinaria, y esto desextraordinariza cualquier cosa extraordinaria. Qué cosa maravillosa sería un monólogo lleno de “actores y actrices”, aunque es de suponer que también sería incómoda para el pobre protagonista. Yo lo estoy viendo sorprendido por una muchedumbre ante el alborozo de Carmen, que aplaude sola en la platea. Yo la imagino, incluso, dando saltitos sobre la butaca en medio de la algarabía. El monólogo debe de parecerle soso a Carmen, como falto de alegría, y ha debido de pensar, quizá, que podía legislarlo. Legislar el monólogo para hacerlo coral es muy de estos tiempos. Cualquiera diría que Carmen sugiere una ley transescénica que desnaturaliza el monólogo, pese a que indudablemente busque naturalizarlo. He leído, por fin, a propósito de la naturaleza, que una persona no binaria es aquella cuya identidad no es ni masculina ni femenina. Y si no es ni masculina ni femenina, me pregunto sorprendido como un monologuista al ver aparecer en el escenario a los demás “actores y actrices”: ¿qué es? Se crean los géneros como si fueran para las tablas. Se podría legislar hasta de cada grano de arena siempre, claro está, que al legislador le dé por ahí. No es tan importante lo legislable, que al parecer es todo y al mismo tiempo nada, como el legislador, cuyo horizonte legislativo parece tristemente ideológico, más que por lo que legisla, por lo que deja de legislar. Qué suerte hemos tenido. No sé por qué me he desviado del monólogo coral de Carmen Calvo. Ah, sí, por si le da por legislarlo. 

Más del autor

-publicidad-spot_img