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Estoy cansado; eso seguro. Pero no sé si hay algo más. Una cierta insatisfacción que me desvela y me trae aquí a estas horas. O quizá sea solo eso: el desvelo del cansamiento. Ese agotamiento que, siendo liminal, no se conduce hacia el sueño sino más bien contrariamente, camina hacia la inquietud que no descansa.
Ese estar alerta; por si acaso.
Como un búho.
Visión binocular, ojos fijos.
Ululando. Y, mientras, con los oídos bien atentos; por si acaso.
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Redondo y brillante, como una esperanzadora esfera nocturna.
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Y afuera llueve, al fin.
“La lluvia sigue fuera repudiada por los suyos”, dice Juan Larrea en su poema “Sin límites”.
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La lluvia sigue afuera.
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“No es mía la luz que me oscurece.
No soy mío”.
Eduardo Moga
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Entretanto, yo sigo en las sombras.