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Mientras tantoEl sombrero cordobés

El sombrero cordobés


Mantuve ayer una conversación ligera con una persona conocedora de los entresijos del ministerio de Trabajo y me quedé sorprendentemente satisfecho. No tenía motivos para desconfiar de las afirmaciones de un experto que me aseguraba que Yolanda Díaz, la ministra, estaba siendo una extraordinaria negociadora que estaba logrando importantes avances aún invisibles. Yo asentía con cierto freno ante tan gozosas revelaciones tratando de enterrar mis convencimientos, y me marché moderadamente contento pensando en ellos y en la esperanzadora posibilidad de que fueran prejuicios. 

Esta mañana me he encontrado, qué casualidad, con un extracto de una comparecencia de la ministra, compartido en redes por ella misma: “Y esto es hablar de verdad de los problemas de la gente. Tenemos que resolver los cuidados y el tiempo de los cuidados en nuestra sociedad. Tenemos, en definitiva, que encontrarnos con el ser humano. ¿A mí que me gustaría? Vincular el gran proyecto de País, que no nos equivoquemos, no lo tenemos. Lo tenemos que construir, y además hacerlo a muchas manos, de manera muy transversal, con unas miradas muy abiertas, con mucha lucidez y ensanchando, justamente, La Democracia, pero garantizando los Derechos Humanos. A mí me gustaría caminar hacia la construcción de la gran casa de la Democracia. La Democracia es esto: es tener trabajo digno, es tener una vivienda digna, es poder pagarle los libros, el material escolar a nuestros hijos. Tener, lo que decíamos antes, los servicios públicos, garantizando la movilidad en Asturias, en Galicia, o donde sea. Es hablar de la vida de la gente. Es, bueno, pensar, repensar nuestro país para el siglo XXI, para ensanchar la Democracia sin etiquetas, no me gustan nada las etiquetas, y creo que anticipando el proyecto colectivo sobre las partes. Los proyectos por encima de las partes”. 

Yo la estaba observando decir todo esto (seguramente sea parte del guion de Matria, la película) y no he podido evitar, a pesar de que venía retroalimentado, que me pareciese aquella imitación de Lauren Postigo por Josema Yuste. En medio de tan compleja transversalidad (lo transversal suele tener como ingredientes básicos la trivialidad, la cursilería, el embrollo y el vacío) se me ha aparecido la parodia de Martes y Trece haciendo que se desmoronaran todas las felices suposiciones del día anterior. Sobre todo, porque a quién se dirigía esta ministra Postigo era a los españoles como si fuéramos Paca de España, interpretada por Millán Salcedo. Lean de nuevo todo el monologuillo ministerial y, si no lo han sentido a la primera, descubrirán como a partir de la cuarta o quinta línea, empieza a parpadearles el ojo como a Paca; dos o tres líneas después se les pone la boquita de piñón y, ya terminando, el movimiento inconsciente de la cabeza les impide mantener sobre ella el sombrero cordobés. Con estos espasmos voy por ahí, buscando encontrar a otro perito del ramo que me vuelva a revelar verdades de especialista como antídoto. 

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