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Mientras tantoMontañas mágicas de Jauja

Montañas mágicas de Jauja


Portada de la novela escrita por Thomas Mann en la traducción de H.T Lowe-Porter al inglés. Foto tomada de Amazon.com.

Hans Castorp, el personaje principal de La montaña mágica, es un joven alemán de fortuna. Este, en su búsqueda por encontrarle sentido a la vida, se percata del sinsentido de muchas de las tareas que se nos imponen desde la infancia. Y de la importancia de la música.

En la novela, Mann combina el recuerdo de una breve visita al sanatorio en las montañas de Davos (donde su esposa se recuperaba de una dolencia pulmonar), con preocupaciones filosóficas y existenciales. Empezó a escribirla en 1912. La publicó en 1924.

En 1993, Edgardo Rivera Martínez presentó una novela que toma inspiración de la de Mann. Su personaje principal es Claudio Ayala, un muchacho de Jauja, ciudad peruana famosa por su sanatorio para tuberculosos. Durante el transcurso de la novela Ayala descubre, entre otras cosas, el amor y el sexo.

Si las preocupaciones mayores de Mann son los desatinos y los vicios de la burguesía europea (que los llevaron a la guerra), Rivera Martínez se sirve de las aventuras de Claudio en País de Jauja para indagar acerca de los puntos de coincidencia entre la cultura occidental y la cultura andina. En ambas novelas la música cumple un papel esencial.

El carpintero Fox Caro de Rivera Martínez –enigmático hacedor de ataúdes, predicador enemistado con las autoridades católicas– podría ser una mezcla del Settembrini y el Peeperkorn de Mann. Los tres son figuras filosóficas y místicas.

En País de Jauja también hay un juego constante con la muerte. Tal vez Mitrídates, el joven encargado del mortuorio de la ciudad tenga alguna inspiración en el Doctor Behrens, médico director del Berghotel Sanatorium de Davos.

Zoraida Awapara es un personaje comparable al de Clavdia Chauchat. Rivera Martínez no tiene reparos en presentarnos en la novela ese mágico ritual de la iniciación sexual de Claudio con ella. Mann, cuya Madame Chauchat es una combinación de figuras alegóricas, apenas si se atreve a rozar los labios de Hans con los de su amada.

País de Jauja y La montaña mágica tienen otros puntos de encuentro.

Las montañas alrededor del sanatorio en Davos, donde Hans casi muere sepultado por la nieve, tienen tanta presencia en la obra de Mann como las montañas andinas, los apus que vigilan el amor de Claudio por Leonor Uscuvilca en la de Rivera Martínez. Algunos de los personajes del Berghof padecen de los mismos vicios y costumbres arcaicas que las hermanas De los Heros.

Mann empezó la reescritura de La montaña mágica pensando en los horrores que dejó la Primera Guerra. Claudio vive las aventuras de País de Jauja en 1947, apenas terminada la Segunda Guerra.

Es cierto que en la novela de Edgardo Rivera Martínez hay una alegría que no se distingue en la de Mann. En Der Zauberberg hay un pesimismo –tal vez por la cercanía del infierno bélico– que opaca cualquier instinto vital de Hans Castorp.

Y así como la novela de Mann, la de Rivera Martínez también premia a quien la revisita. Ambas se escribieron con múltiples puertas, con ventanas hacia otros temas esparcidos por la obra, que se presentan mejor en las relecturas. Las dos son fascinantes construcciones literarias.

Edgardo Rivera Martínez con dos de las ediciones de su novela País de Jauja.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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