Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Mientras tanto#5cosas por las que ha merecido la pena estar vivo esta semana...

#5cosas por las que ha merecido la pena estar vivo esta semana (39)

Sestear absorto y pálido   el blog de Jose de Montfort

1.

 

 

«El pensamiento libre», texto de José Luis Brea publicado en Campo de Relámpagos. Aquí.

Un extracto:

«Despersonalizar, despsicologizar de una maldita vez el saber, su producción, la forma de su territorialidad, la presuposición de su organicidad y pertenencia a la circunscripción de la biología pura, nuda. No hay tal, y toda inteligencia es juego de artificio. No hay otra vida para lo psíquico que esa instrumentalizada de los aparatos (abstractos, pero efectivos). No hay inteligencia sino artificial, y lo que llamamos vida psíquica es la travesía que un ciclo de producción retroalimentado efectúa negociando la producción innovadora de formaciones de discurso, y el modo en que ellas se encastran en alineaciones, dispositivos, objetos, operadores de producción de mundo que a su vez se constituyen en los mismo generadores del sentido –a cuya pasión por otro lado invencible siempre responden.»

 

2.

 

El programa Los Felices Veinte dedicado a Ana Curra.

 

 

3.

El tema «Oh,boi», de Shego.

 

 

4.

La entrevista de Lázaro Santano y Merche García-Jiménez al poeta Juan F. Rivero, en Diagnóstico Cultura. Aquí

Un extracto:

«Las hogueras azules (Candaya) también puede leerse como un libro a la contra del déficit de atención masivo y el estruendo que recorren estos tiempos; la captura concisa de lo delicado y el respeto por la fragilidad de la vida. Escribes que «No hay nada más hermoso / que ser frágil / en un mundo infinito». ¿Por qué se huye con tanta insistencia de la fragilidad?

La vida, por desgracia o por virtud, es un don delicado y finito. El cuerpo es frágil, la mente es frágil, incluso la memoria lo es. Marguerite Yourcenar, en el Alexis, dice que, en realidad, «lo que amamos del otro no es más que un préstamo que le ha hecho la vida». A menudo, cuando se piensa en esto, a uno le sobreviene la desolación, así que se acostumbra a mirar a otra parte, a evitar toda imagen de la fragilidad, propia y ajena, pues hasta en la fragilidad de los demás, de los objetos y los animales, encontramos reflejos de la que tarde o temprano se hará evidente en nosotros. Yo, sin embargo, pienso que hay muchas cosas que se pueden aprender cuando uno observa detenidamente esa fragilidad, cuando la acepta como parte de un mundo en el que nada es permanente, que se dirige a la extinción, y en el cual hemos tenido la gran suerte de nacer con una mente y con un cuerpo capaces de soportar la maravilla misteriosa de la vida, de llamarse a sí mismos yo, de disfrutar de los otros, de acompañarlos y cuidarlos mientras se desvanecen, de procurarles cierto grado felicidad y, al hacerlo, de procurárnosla a nosotros mismos. Tal vez por eso siempre me ha entristecido que el ser humano cree continuamente dioses y mundos ultraterrenos en los que refugiarse de la omnipresencia de la fragilidad. Temo que la esperanza en otros mundos nos aleje de este —aunque por suerte he conocido a muchas personas religiosas que me demuestran que esto no tiene por qué ser así. En mi poesía reciente he procurado desarrollar esta idea de la fragilidad como una condición común entre los seres vivos, como un nexo que nos une y que nos hace necesarios para los demás, también con una perspectiva ecologista. En este sentido, pienso que, como decía en uno de los poemas que publiqué el mes pasado en la revista Casapaís, «hay un espejo en todo lo que vive» y merece la pena mirarnos en él.»

 

5.

 

«Toda historia es una historia de fantasmas», de Emilio García Wehbi, incluido en Maratonista ciego (Ediciones DocumentA/Escénicas) y publicado en la web de Eterna Cadencia. Aquí.

Un extracto:

«A ver, piensa él, todo lo que el texto aguante.

No nacemos, nos nacen, dice su madre durante el sueño. Es la madre quien habla, pero es en su sueño que lo hace: «No nacemos, nos nacen». Lo dice como detrás de un vidrio, con voz hueca y acampanada, venida del abismo oceánico o de ultratumba. No nacemos, nos nacen. Como si faltara aclararlo. Y él piensa que con esa frase ella busca ejecutar una doble pirueta: primero, una cierta autoindulgencia para decir que hizo lo que pudo con su vida, que ella no tuvo la culpa, y segundo, una autoincriminación para decir que sí, que fue ella la responsable, y que también hizo lo que pudo, con la vida de él. Nos nacen.»

Más del autor

-publicidad-spot_img