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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 45 / 2021

De mi Diario : Semana 45 / 2021


 

Weiß/Colonia, 31.10.

2:02 am : Acabo de asistir al cambio de horario y he seguido fascinado el proceso de ver cómo las hadas del mundo virtual, cuando el reloj señaló el minuto siguiente a las 2:59, no hicieron aparecer en la pantalla del reloj electrónico los guarismos de las 3:00 sino de las 2:00. Cosas veredes, myo Cid, como dizque le dijeron a don Rodrigo Díaz de Vivar, mercenario afamado, a fe mía.

15’ platicando con Susanita, que me llamó desde mi Güeno Saire querido. Lo primero de todo fue interesarse por el estado de salud de Carlitos. Después chimenta entre otras cosas que los pibes de las villas miserias se niegan a volver a la escuela, y que ella y José María comieron con Marta y Enrique, quienes el miércoles regresan a mis madriles: esta es otra amistad que se debe a la ONG Ricardistas Sin Fronteras. Lo que S. ignoraba es que la mendacidad de Johnson tiene luengo pedigrí y se remonta a los años que fue corresponsal de un diario inglés en Bruselas. Sus crónicas contaban tantas mentiras que eran noticia en los diarios continentales, donde nos admirábamos de las tragaderas de los lectores ingleses, capaces de engullir tales martingalas. «Los ingleses son así», nos explicaban los expertos. En fin, un ¼ de hora delicioso de palique, como opción a no despedirnos cuando estaba en Londres.

Estuve viendo Le train [El tren, primero titulada Anna Kauffmann en español], una peli conmovedora, una historia de amor en plena estampida francesa huyendo de la Wehrmacht y las SS en 1940, cuando la Alemania nazi invadió el Benelux y Francia. Está basada en un relato de Simenon y a mi juicio se trata de una de las mejores adaptaciones al cine de una de sus obras. Luego pasaron un documental dedicado a Jean–Louis Tritingnant, a sus 90 años, casi sin voz, marcado por la masacre de la vejez, diría Philip Roth. Pero el documental permite seguir de cerca su carrera, desde su casi debut al lado de Brigitte Bardot en Y Dios creó la mujer, hasta su increíble canto de cisne con Amour y Happy End, dirigido por Michael Haneke. Uno de los más grandes del cine francés, no escaso en ellos.

Weiß/Colonia, 1.11.

A la vista del éxito de mi frase del domingo en el doble envío con el texto de mi diario («Desapareció  como desaparece un puño cuando se abre la mano», de Dashiell Hammett), me entretuve traduciendo citas suyas, una docena, y las repartí a un par de fieles con el rótulo “Hammett era mucho Hammett” que a José Luis, en Managua, le provoca este comentario: «Pero Chandler tenía un desparpajo mayor que Hammett y eso me encanta». No pocas veces he tenido que defender la obra de Hammett de la de Chandler, lo que nunca me imaginé es tenerlo que hacer con José Luis, a quien le respondo: «Ya, ya veo que mis amistades chandlerianas (no solo vos) me miran de reojoY que conste que yo admiro la saga de Marlowe. Pero los cabezas de serie son Hammett y Jim Thompson. No sé si recordás Getaway, con Steve McQueen. Pues bien, la peli es una admirable transcripción de la novela de Thompson menos el último capítulo, que transcurre en México y los guionistas lisa y llanamente lo ignoraron; leelo, vos que sabés inglés; es como el círculo que se le olvidó al Dante. Grandioso. Y en La llave de cristal, de Hammett, hay tanto o más desparpajo que en Chandler. A Chandler lo que le interesaba era escribir bien y que la crítica le reconociera su calidad. A Hammett y Thompson les importaban un carajo la escritura y la crítica. Lo que les interesaba era denunciar de modo que se entendiese. Ves que alguna vez teníamos que descoincidir. Pero tan amigos como siempre».

A Cynthia le escribo después de leer un artículo suyo que encontré en la red: «He leído un texto tuyo de a deveras muy interesante y bien documentado, pero con un error (a mi juicio) en el título: «El onceavo mandamiento». «Onceavo» es un partitivo, y de lo que vos hablás es de un «ordinal», puesto que la referencia es clara a los diez mandamientos de Moisés: vos seguro que no decís «el diezavo mandamiento», sino «el décimo». En el caso de tu artículo sería «El undécimo mandamiento». Es un error muy difundido, estás en buena compañía, pero siempre que me lo encuentro, y sobre todo usado por alguna de mis amistades, el genio me puede y no dejo de señalárselo. Perdoname el desahogo pedagógico–lingüístico». Cynthia me contesta de inmediato, desde la provincia [=Berlín]: «No eres el único que ha emitido su preocupación filológica, ya he recibido quejas en torno a mi «onceavo mandamiento». El título de mi artículo, que me alegra que hayas leído con interés, parte de la idea del texto de la Torá como un todo del que se conciben en el judaísmo 613 mitzvot (o en traducción, 613 mandamientos). Estos mandamientos no están enumerados del uno al 613 sino que juntos conforman el todo del texto sagrado. El onceavo mandamiento al que me refiero, que es doble porque exige hacer memoria y también no olvidar (y no es mera redundancia), no viene después de los famosos 10 mandamientos que sí figuran en las tablas de Moisés. El onceavo mandamiento sería una onceava parte de ese todo que conforma la Torá porque sobresale y atraviesa todos los otros». Y con esa respuesta me deja desasnado per in saecula saeculorum, no obstante le escribo a Cynthia: «Milyuna gracias, Cynthia, por el desasne en materia de la Torá, pero se me ocurre que esto que me contás debería ir explícito como nota a pie de página explicando el título. No todos tus lectores son judíos, y hasta me atrevería a añadir que no pocos de tus lectores judíos de habla castellana no establecerán la conexión con la Torá, sino más bien con el Decálogo de Moisés».

Weiß/Colonia, 2.11., Conmemoración de los Fieles Difuntos

En La Modicana, hoy, casi 20 parroquianos y un Carlitos visiblemente molesto por el ruido. Como de costumbre en las últimas semanas, Ulli vuelve a pedir una ensalada, Diny spaguetti alla Modicana, Carlitos una pasta con tropezones (no recuerdo de qué) y yo un filete de lucioperca, un pez de agua dulce que por lo colonizador y depredador está prohibido en España por Real Decreto, de manera que para un ictiófago como menda, comer un pescado que no se puede comer en España, país ictiofágico por esencia, presencia y potencia, es un boccato di cardinale. Hoy, además, postre: expresos Ulli y Diny, tiramisú Carlitos & I. Para cuando encargamos tales postres, somos ya dueños y señores de todo el espacio y Carlitos dejó de sufrir por el ruido.

Marjorie me escribe desde San José, Costa Rica, después de leer en mi blog de EE el texto sobre los dos entierros en los Países Bajos: «No estoy segura de si los he leído o he visto un vídeo con los dos, uno con otro entremezclados, como fueron cayéndome debajo de los ojos, pintada cada escena en sus detalles por algún pintor renacentista despierto en este siglo con esa única tarea». La respondo, en un arranque de sinceridad absoluta: «Yo no he ido a entierros sino de la familia, con tres excepciones: el contable de mi padre, que se ahogó bañándose en la ría de Huelva; una amiga entrañable que se nos murió muy joven, de un cáncer irreversible; y un colega de la Radio Deutsche Welle. Este último lo «canibalicé», como decía Raymond Chandler, en un cuento mío que creo que conocés, «La oración fúnebre«. En cuanto a los dos entierros que relato, bueno, yo era el nuero predilecto de mi suegra, y yo a ella la quería más que a mi madre carnal, y mi cuñada Annie era un ángel, verlas a ella y mi hija mayor, tía y sobrina como si fuesen hermanas, es uno de los espectáculos más hermosos que he visto en mi vida. Ello explica tal vez lo cargado de emociones que están los textos».

Me contesta José Luis desde Managua mi email de ayer: «Sí, diferimos. Pero le daré otra oportunidad a Hammett. Por pura casualidad, cuando estaba aburrido pasando canales una de estas noches, pesqué Getaway. De inmediato me di cuenta de que tenía que ser un clásico y me quedé viéndola hasta el final en parte por eso y en parte porque la mujer me pareció bellísima». Le contesto a mi vez: «Getaway es un clásico, y de los mejores. No me lo pierdo ninguna de las veces que lo pasan, amén de que tengo el DVD. A propósito de La huida, como se tituló en castellano, cuando la filmaron Ali MacGraw estaba casada con el productor Robert Evans, y durante el rodaje se produjo el flechazo mutuo de Ali con Steve McQueen, y Evans no tenía la más mínima idea de lo que pasaba en El Paso, donde se rodaba. Ali tuvo que ir a Hollywood a unas gestiones y estuvo en una fiesta bailando con su marido, quien recordaba luego, cuando ya Ali & Steve eran pareja (lo fueron durante siete años): “Mi mujer estaba acostándose con otro y yo no tenía la menor idea. Tenía tanto interés en estar conmigo como en estar con un leproso. Me miraba a mí y pensaba en la polla de Steve McQueen”. Podés leerlo en Moteros tranquilos, toros salvajes. La generación que cambió Hollywood, de Peter Biskind, una de mis biblias. (El destaque en rojo es de aquí tu negro, al releer lo escrito)».

Jesús VII (tengo siete en mi directorio) me comenta mi respuesta al comentario que me dejó Manu en mi diario, en Fronterad: «Tienes razón en todo pero te falta una apostilla. En Alemania los políticos dimiten cuando les pillan en una mentira, en España se demuestra que el tal Sánchez es un plagiario y ni es doctor  ni es na y se la trae floja. Si el tribunal constitucional considera que el Gobierno prevaricó al confinar a la población sin permitir al Congreso que se pronunciara, el Gobierno  en Alemania habría convocado elecciones, en España no se da por aludido». Así dicen que se las ponían a Fernando también VII, de manera que aprovecho la ocasión y le contesto: «Como me encanta ser políticamente incorrecto, te diré que si eso es así en España, imagínate en el resto de África».

Weiß/Colonia, 3.11.

2:45 am : Empecé a ver de nuevo la serie basada en Pride & Prejudice, BBC 1995. Es tan adictiva como la novela. Y ese dueto, Jennifer Ehle & Colin Firth, quedará para siempre como paradigma de interpretación de Lizzy Bennet y Mr. Darcy. Entonces eran pareja en la vida privada, y la serie se benefició mucho de ello.

Se entera Ana Larravide, en Buenos Aires, de que soy amigo de Arcángeles y me escribe muy porteña, aunque en realidad es uruguaya: «Pavada de amiga tenés, Bada». A lo cual le contesto comm’il faut: «Nos queremos mucho desde que nos conocimos personalmente en octubre 1991, cuando la feria del libro de Fráncfort estuvo dedicada a México, y yo acudí como todos los años al estudio volante de mi emisora y a Arcángeles no me la presentó su marido, Héctor Aguilar Camín (gran novelista él también, y a quien yo ya conocía desde el festival de cine de Berlín, un par de años antes), no, me la presentó su mejor amiga, su traductora al alemán, Monika, quien a su vez era una íntima amiga mía. Y fuimos inseparables desde ese momento hasta el fin de la feria. Luego la amistad siguió por cartas, y cuando llegó la terrible enfermedad irreversible de Monika y la muerte tan inevitable y rápida que tuvo, los lazos entre Arcángeles y yo se hicieron mucho más fuertes, máxime sabiendo ella que Diny, mi esposa, fue una de las cuatro amistades que, por turnos, asistieron a Monika en los últimos meses de su vida. Y luego, ya, con la llegada de las compus y los emails, rara es la semana en que no nos conectamos una o dos veces, o nos telefoneamos largo cuando ella viene a Madrid, donde por mala suerte nunca hemos coincidido. Sí, la amistad nuestra es flor de amistad, muy especial».

Weiß/Colonia, 4,11.

Acaba de irse Paul, que vino a traernos su primer libro, Ëstatë, la palabra italiana para nombrar el verano, pero con dos diéresis que la «albanizan», porque se trata de un libro de fotos hechas mitad y mitad, en Italia (principalmente en Bari) y en Albania. Nos ha regalado un ejemplar numerado (el 3) y con firma autógrafa. Es la primera entrega de una serie que tiene proyectada, a largo plazo. Estamos súper orgullosos con el libro y el nieto y sus proyectos, y hablamos de su siguiente viaje para el próximo libro, que él quiere que sea a Buenos Aires. De modo que apenas se ha ido y ya le estoy enviando un email a Susana para ponerla en autos, como se dice en términos judiciales: «Te escribo para anunciarte que Paul te escribirá, en inglés, para hacerte unas preguntas porque en el segundo volumen de la serie quiere incluir mi Güeno Saire querido que ya no volveré a ver. Si todo le sale como lo tiene planeado, iría a Baires en enero del año próximo, y las preguntas que quiere hacerte están relacionadas con la situación epidemiológica, la seguridad ciudadana, etc.»

Me dice mi compadre, desde La Pintada, a orillas del Cauca, que ha leído mi nuevo artículo en Árbol Invertido, y que no pocas veces debo haberme encontrado con tantos lapsos en mis lecturas, en este caso la de la saga de Petra Delicado. Le respondo: «La serie es buena, y me divertí mucho leyéndola, lo repito un par de veces en el texto. El texto en realidad no va dirigido contra la autora sino en favor de sus libros, y a decir verdad mi cabreo es con la editorial, porque se llega a la conclusión (en el texto lo repito un par de veces) de que los manuscritos van directamente a la imprenta sin que nadie los lea en la editorial. Y eso se le puede dejar pasar a la editorial de Corín Tellado, pero sólo a ella».

Weiß/Colonia, 5.11.

Leyendo el KStAnz encuentro hoy la noticia de que desactivaron una bomba de 900 k, de la segunda guerra mundial, en Préveza, una hermosa ciudad griega a la orilla del golfo donde se libró la batalla de Actium. Recorto la gacetilla para unirla a las que voy coleccionando para el hijo de Lola, que no se quería creer que hubiera en Colonia tantas bombas sin estallar desde la guerra. A este recorte de hoy le añado a mano: «No sólo en Colonia». Y pienso en los campos de minas sin detectar en Camboya.

Todo el día dedicado a pergeñar el artículo sobre Dostoievski, que no me ha salido de un tirón por las muchas consultas que he debido hacer, pero que sin las consultas no me hubiese llevado más de una ½ hora en componer. Lo que quería decir lo he venido empollando desde el 22 del mes pasado, y lo único peludo, como diría Cortázar, era ponerlo en palabras. Pero los dioses me fueron propicios, me gusta mucho cómo ha quedado el texto. Ahora ojalá le guste a la redacción de Nexos. Y aquí lo dejo hasta mañana, que son ya las 11:05 pm y en la tele me esperan Vacaciones en Roma y luego Sabrina, la Sabrina de Julie Ormond, la que más me gusta de las dos.

Weiß/Colonia, 6.11.

Curioso que ayer escribí acerca de las minas sin detectar en Camboya, y tras el desayunalmuerzo acabo de leer en Chrismon, la revista mensual de la iglesia protestante, un artículo acerca de las ratas que emplean en Camboya para tal detección. Son de una raza especial, africana, cuyo nombre alemán traducido sería “rata–hámster gigante”. Disponen de un olfato tan desarrollado que detectan minas hasta 20 cm bajo tierra. Cuesta aproximadamente 6.000 € el entrenamiento especial a que se las somete y que dura nueve meses. Después del entrenamiento son muy rápidas. Una rata entrenada es capaz de rastrear en ½ hora un terreno tan grande como una cancha de tenis. Una persona empleando un detector de metales necesitaría cuatro días para ello. Es interesantísimo el artículo pero hay una frase en él que me hiela la sangre: los jemeres rojos no vacilaron en diseminar minas disfrazadas de juguetes, de tal manera que atrajesen a los niños y, bueno, no sigo porque me entra por el pecho una rabia sorda, impotente, pero que me haría estrangular a un jemer rojo que se cruzase en mi camino.

Me gusta mucho la revista Chrismon. En la página 8 suelen insertar un diálogo inventado entre dos personajes históricos, un poco a la manera de las auténticas entrevistas falsas que se le ocurrían a Víctor y eran una delicia. El de este mes, en Chrismon, es entre Brecht y su esposa, Helene Weigel. El buen hombre se queja al menos ½ docena de veces de que ella no le deja ver las series de la tele que le podrían enseñar tanto en materia de acaparar la atención del público. Y el diálogo termina así: “Helene: Siempre me dices lo mismo desde hace años”. “Brecht: Porque nunca me dejas ver más de un capítulo por serie”. “Helene: Pero bueno, ¿es que no puedes dejar de hacer un drama de todo?”

Me escribió Nicole, la hija de Helena Araújo, pidiéndome mi dirección de correo quelonio para enviarme Adelaida 1848, la novela póstuma de su madre. Con Helena tengo una anécdota genial. En 1991 me llamó por teléfono desde Lausana. Estaba en ciernes el fementido Quinto Centenario, y Helena, que era de armar tomar (no en vano su padre fue ministro de las Fuerzas Armadas), me contactaba para que colaborase en una serie de actos contra semejante mascarada. Por supuestof course!, yo compartía sus puntos de vista, pero no podía ignorar lo que ella sí estaba ignorando en base a puros plurales latinoamericanos donde me implicaba, y era algo que a fin de cuentas volvería surrealista mi intervención en tales actos. Así que me vi obligado a interrumpirla y decirle: «Estoy de acuerdo, Helena, pero me parece contraproducente que yo participe, fíjate que al incluirme en esos plurales te estás olvidando de que yo soy español». Se produjo un silencio al otro lado de la línea, y al cabo, desde la orilla del lago de Ginebra, me llegó la inapelable sentencia. Helena me dijo, nada más, y nada menos: «Te lo prohibo».

*******************THE END*******************

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