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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 1 / 2022

De mi Diario : Semana 1 / 2022


 

Weiß/Colonia, 2.1.

2:00 am : Pasaron en el canal 3sat un concierto del festival de  Salzburgo, música de Mozart con el conjunto musicAeterna bajo la dirección de Teodor Currentzis: alcancé a ver la segunda parte y los tirantes del sostén de encaje negro de la flautista encajaban a la perfección en la línea melódica de la sinfonía C.K. 551; a veces me gusta pensar que Amadeus la compuso pensando en la lencería de su desinhibida primita Maria Anna Thekla y primero pensó titularla “Venus”, pero lo pensó mejor y la tituló “Júpiter”, para despistar. Y a continuación, en el canal Arte la descacharrante humorgía que es And Now for Something Completely Different [Se armó la gorda], por esos genios increíbles que son los Monty Phyton, quienes lograron aunar todo lo mejor del cine animado, los hermanos Marx, Jacques Tati y Les Luthiers. Los adoro. Me fui al catre sonriendo por primera vez en muchas noches.

Durante la siesta tuve un sueño extrañísimo con mi padre. Estábamos en el paseo del Chocolate, en Troglodia, frente a la casa–cuartel de la Policía Armada, teniendo como fondo la muralla que sostiene el cabezo de San Pedro, iluminada en la noche, con un vago sabor a muros medievales, si es que los hubo en Huelva. Pero lo extraño del sueño es que mi padre me hablaba con mucho conocimiento de causa de mis cuentos, y en especial de “La bufanda de Cambridge”, que parecía haberle caído bien. No sé cómo seguiría la cosa porque me vino a despertar Diny, para que me asease, afeitase, duchase, vistiese, a paso de carga: «¡Angie y Vincent ya están en camino, llegan en menos de media hora!»

Cenamos en el griego del Barrio de los Pintores, con Angie & Vincent, a propuesta de Angie, y en verdad en verdad os digo, como comenzaba sus prédicas el Hijo del Carpintero, que fue una de las propuestas más atinadas que recuerdo en mucho tiempo; por primera vez desde hace años, años, años he comido un plato de boquerones fritos que ni Bocusse en sus mejores tiempos habría cocinado más sabrosos que la cocinera del Delphi esta noche. Hmmmmmmmmmmmmmmmmm, qué pena que sólo abran al mediodía los fines de semana, con lo que le gustan los boquerones a Carlitos y las muy pocas ocasiones que hay de comerlos en estos santos lugares. Veremos qué se me ocurre.

Weiß/Colonia, 3.1.

2:00 am : Estuve viendo Piroschka por segunda vez en mi vida, y la primera en alemán. Recuerdo su estreno en Sevilla, y que me encantó la protagonista, Liselotte Pulver, pero lo que más me gustó de todo fue: a) la inspiradísima música, que tanto le debe a Brahms y a sus danzas húngaras; y b) que no tuviese el convencional happy end de las pelis de Hollywood. Luego, en Alemania, he tenido muchas ocasiones de verla en TV, porque es un film “de repertorio”. Nunca quise hacerlo, para no cotejarla con el recuerdo que tenía de ella. Pero esta noche decidí volver a verla y para nada estoy arrepentido: es una peli menor, e incluso algo kitsch, pero Piroschka te roba el corazón. Por cierto que buscando un enlace para un hipervínculo en Fronterad, encuentro en Wikipedia una nota en la que se dice que «la pólvora juega vivaz y divertida» en vez de «la Pulver actúa vivaz y divertida»Y bueno, qué culpa tiene el infeliz traductor automático de que el apellido de Liselotte signifique “pólvora” y el verbo “spielen” signifique “jugar” además de “actuar”: su dizque inteligencia es sólo artificial

Entre los premios Bulwer Lytton 2021 a la peor frase para comenzar una novela (en honor de la mítica «Era de noche y sin embargo llovía»), las dos que me han hecho más tilín son de un tal Greg Homer, poco o nada homéricamente domiciliado en San Vito, Costa Rica. La una: «Cuando le rogué a nuestro guía del safari, Guy Pommeroy, novato en el oficio, que identificara qué eran aquellos rugidos, me respondió (y estas fueron sus últimas palabras): «Me parece que es alguien con un caso muy grave de bronquitis; lo comprobaré y volveré enseguida»». Y la otra: «Los padres neandertales Hru–Vak y Chee no se alegraron demasiado cuando su hija mayor Fa–al trajo a casa a uno de esos muchachos Homo sapiens recién llegados, pero al cabo de un tiempo se acostumbraron a su falta de prognatismo, a su postura erguida y a su capacidad para resolver problemas».

Después de leer mi diario, mi compadre José María me escribe desde su beatis ille en La Pintada: ​«Cuando llegué a «muslos de la pintada», el asunto es que esa «pintada» aquí la llamamos Gallineta, o gallina de Guinea. Supongo que sus carnes son bien exquisitas. // ¿Entonces, como diría Felipe, el amiguito de Mafalda; eres «huérfano de apéndice» desde los 13 años? // Me escuché completico tu Concierto de Año Viejo y también el de la Filarmónica de Viena que me regalaron por otro lado. Una delicia». Le contesto ipso fuckto: «La gallineta, en Huelva, y en España, es uno de los pescados más sabrosos que degustarse pueden. // Y sí, me desapendizaron a los trece añitos. // En cuanto al concierto de la Filarmónica de Viena hace años que no lo veo. Me empalaga la música de los Strauss, detesto el culto atávico a la vieja Kakania y odio la Marcha Radetzky, la oigo y veo desfilar brazo en alto a los nazis austríacos delante de Hitler. Sorry, maese, ya ves que no coincidimos en el gusto. El concierto que vemos en esta casa, al comienzo del año, es el del Teatro La Fenice, en Venecia. Con la mano en el corazón: ¿no es mucho más lindo que la apoteosis de la kakaniosis?»

Weiß/Colonia, 4.1.

1:45 am : Laissez passer [Salvoconducto, curiosamente titulada en húngaro Los soldados de De Gaulle] es una peli de Bertrand Tavernier que no conocía y me ha gustado mucho. He notado que, en general, todas las pelis ambientadas en París durante la ocupación por los nazis suele ser de muy alta calidad artística y emocional. Tavernier ha rendido aquí, al cine que se hizo en aquellos tiempos, un homenaje como el que años atrás le rindió Truffaut al teatro de la misma época en Le dernier métro.

Puesto que la signora se fue de vacaciones a Sicilia, comemos hoy en el chino de Rodenkirchen con Ulli & Carlitos, y acordamos hacerlo el martes próximo en el Bistro Verde. Como siempre, el peso de la conversación lo llevamos Ulli y yo, con opiniones contrarias en lo que se refiere a los conciertos de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena y del teatro La Fenice en Venecia. Pero Ulli concuerda conmigo en que la payasada de la Marcha Radetzky debería desaparecer del programa vienés.

Estoy por escribirles una carta a los Reyes Magos (cuyos presuntos restos dizque están custodiados al pie  del altar mayor de la catedral, acá en Colonia). Escribirles para pedirles el regalo de una muerte digna y sin dolor, y si es posible durmiendo. Pero creo que la idea se me ha ocurrido algo tarde.

Weiß/Colonia, 5.1.

2:15 am : Acabo de ver seguidas una peli rusa y otra inglesa. La rusa, Vernost (título que en un par de países se ha traducido como Deseo y en los más como Fidelidad; llamé a Carl a Madrid y me dijo que la traducción podría ser Te soy fiel) es del 2019 y se encuentra a años–luz de la segunda soviética que ganó en 1981 el Oscar al mejor film extranjero, la obra maestra Moscú no cree en las lágrimas, pero no es mala, solo demasiado previsible. Dato positivo son las escenas de sexo explícito, un pelín tan crudas como en la china Deseo, peligro, pero sin regodeo pornográfico, como tampoco lo había en el clásico de Ang Lee. Y a continuación estuve viendo The Theorie of Everything [La teoría del todo], un biopic basado en las memorias de Jane, la viuda de Stephen Hawking. Está llena de pasión por la vida, y de sinceridades personales, y es notable la interpretación de SH por Eddie Redmayne, que le valió ganar el Oscar al mejor actor. No la conocía y ya estoy deseando volverla a ver.

De repente me despierto de la siesta y le pongo así fin a una pesadilla que he tenido durante ella, yo que jamás he sufrido de malos sueños. Me digo tristemente que al menos mi pesadilla en la vida real no es tan terrorífica como la que acabo de tener durmiendo. Y ese descafeinado consuelo por poco si no me arranca una sonrisa.

Me perdí el primer episodio de una nueva temporada de la saga policial australiana protagonizada por Miss Fisher, menos mal que lo pasan de nuevo el domingo. Lo agendo de inmediato, esta es una serie de las que más me gustan.

Weiß/Colonia, 6.1.

1:50 am : De boludo que soy me perdí gran parte de un documental sobre Alice Guy, la pionera del cine narrativo, pero por dicha puedo recuperarlo en la mediateca del canal Arte. Luego, Three Billboards Outside Ebbing, Missouri [Tres anuncios en las afueras], peli grande en la más amplia acepción del adjetivo y en la que Frances McDormand vuelve a demostrar que no hay papel que se le resista: es más, le infunde tanta vida a sus papeles que a veces cree uno estar viendo un documental. Su escena con el cura y el monólogo con que lo deja mudo es de alquilar balcones: «¿Sabe en qué estaba pensando hoy? Estaba pensando en esas pandillas callejeras que había en Los Ángeles, esos Crips y esos Bloods. Estaba pensando en ese montón de nuevas leyes que sacaron, en los años 80 creo que fue, para combatir esas pandillas callejeras, esos Crips y esos Bloods. Y si no recuerdo mal, lo esencial de esas nuevas leyes era que si te unes a una de esas bandas, y andas con ellas, y una noche, sin saberlo, uno de tus compañeros Crips, o tus compañeros Bloods, dispara a un lugar, o apuñala a un tipo, entonces, aunque no supieras nada de ello, y aunque sólo estuvieras parado en una esquina de la calle ocupándote de tus propios asuntos, lo que estas nuevas leyes decían era que también eras culpable. También eras culpable, por el solo hecho de haberte unido a esos Crips o a esos Bloods. Lo que me hizo pensar, Padre, que todo ese tipo de situación es como la gente de su Iglesia, ¿no? Tienen sus colores, tienen su casa–club, son, a falta de una palabra mejor, una pandilla. Y si usted está arriba fumando una pipa y leyendo una Biblia mientras uno de sus compañeros de pandilla está abajo follando con un monaguillo, entonces, Padre, al igual que los Crips y al igual que los Bloods, usted es culpable. Porque se unió a la pandilla, hombre. Y no me importa si nunca hizo una mierda o nunca vio una mierda o nunca oyó una mierda. Se unió a la pandilla. Es culpable. Y cuando una persona es culpable de follar con un monaguillo, o cualquier tipo de follar con un chico, sé que no lo habéis concretado, entonces pierden el derecho a entrar en mi casa y decir cualquier cosa sobre mí, o mi vida, o mi hija, o mis carteles. ¿Así es que, por qué no termina su té aquí en mi cocina, padre, y se va a la mierda?» Es digno de Fallstaff, «lo digo y no me corro» (© by César Vallejo)

​Me escribe Marcos desde Karakogrado, capital de Venezuelistán: «Estoy disfrutando –como Testigo de Jehová en una fábrica de timbres– el «debate» sobre el «affaire Djokovic» y Australia; cada topo que sale en Twitter de su cueva negacionista recibe una merecida andanada de razones de todo tipo. Creo que fue Hannah Arendt quien dijo que ser ciudadano era «tener el derecho a tener derechos”, pero obviamente con obligaciones pertinentesporque sin deberes, los derechos pueden convertirse en absolutismos de todo tipo. Y en Australia, que ha tenido un éxito singular batallando contra la pandemia –más allá del hecho de ser isla, porque Gran Bretaña también está formada por islas, y el resultado ha sido muy contrastante con el de la antigua colonia carcelaria– ¿por qué un jugador de tenis (por muy bueno que sea) va a tener más derechos, prerrogativas y excepciones que un ciudadano «Aussie» cualquiera?» Tiene Marcos más razón que un santo, como diría mi abuela Remedios, pero le contesto que «en cuanto al caso Djokovic y Australia, es un tema que no sigo, el tenis jamás me ha gustado. No sé si alguna vez te he contado mi anécdota en el Museo de la Tortura, cuando años ha se inauguró en Ámsterdam. Poco después fuimos a pasar un par de semanas en A’dam, en el piso de mi cuñado (que partió de vacaciones a su Italia querida), y una de nuestras primeras visitas fue al Museo recién inaugurado y que realmente es impresionante, cómo documenta la sevicia humana y el hecho de que el hombre es un lobo para el hombre. Al terminar la visita le entregué a un celador mi tarjeta de visita como redactor de la Radio Deutsche Welle, con el ruego de hacérsela llegar al director del Museo, con quien quisiera conversar un par de minutos. Muy pronto vino el hombre (en los Países Bajos la RDW sólo tiene por delante a la BBC) y tuvimos una placentera plática al felicitarle por la excelencia de las muestras expuestas, y el sistema en que lo estaban, pero le dije al final que a mi juicio faltaban dos instrumentos de tortura de la Edad Contemporánea: quiso saber cuáles y le dije: «El vídeo de un partido de tenis y un disco de Julio Iglesias». Nos despedimos entre risas, y como no hemos vuelto a visitar el Museo no sé si su director tomó buena nota de mi crítica».

Weiß/Colonia, 7.1.

Me pregunta Joaquín desde su Caimanópolis si no pienso en la posibilidad de escribir mis memorias y le contesto al tiro: «No, Joaquín, no hay posibilidad de unas memorias, porque en realidad todas mis vivencias o están ya contadas en muchos de mis escritos, en especial cuando son necrologías (pero no sólo en ellas), o bien las sigo contando en mi diario y en lo que continúo publicando. Quién sabe si tras mi mudanza al Valle de Josafat, y suponiendo que se salven mis archivos, no salga un loco especialista que detecte todas esas vivencias y las ordene cronológicamente y las publique como mis memorias póstumas. Yo no estoy por la labor. Además, querido Joaquín, y esto creo no habértelo dicho nunca, no le concedo un gran valor a mis escrituras. Son parte de mi ganapán, y punto. Siempre me ha asombrado la generosidad con que familia, amistades y un público al que no conozco, reciben mis paridas. Yo releo los autores que amo, y me doy cuenta de que no soy tan mal escribano, pero sin la más mínima altura. // Y gracias por lo que me dices acerca de la situación por la que atravieso. No se la deseo a nadie. Aunque al hacerlo peco de altruista, porque hay cada hijueputa en este mundo que, como dicen los gitanos, tiembla el misterio».

Por una cuenta de Twitter me entero de la muerte de Sidney Poitier. Me lo imagino llegando al Valle de Josafat y buscar afanoso a Martin Luther King, a Nelson Mandela y a Spencer Tracy. Al irse Diny a dormir, puse el DVD de Adivina quién viene a cenar esta noche, y de nuevo sentí il mio cuore a 100 al final, donde todos los actores en escena, todo el equipo que filmaba, sabían que esa era la última vez que ST estaría ante las cámaras y que cuando dice que si el amor entre su hija y el abogado negro (Sidney Poitier) es la mitad del que sienten él y Cristina, su mujer en la peli, eso es ya mucho, todo, pero a quien en realidad se lo está diciendo es a Katherine Hepburn, su compañera en la vida, y cuyas lágrimas son reales. También las mías cuando oigo y veo este canto del cisne del gran Tracy.

Weiß/Colonia, 8.1.

2:00 am : Veo The Judge [El juez], una peli con Vera Farmiga, Robert Duvall y Billy Bob Thornton como comparsas en un guion al mayor lucimiento de Robert Downey Jr., y menos mal que se trata de un gran actor. Pero a la peli le sobra metraje y un mejor trato a la “comparsería”. Registro del guion una frase acerca del personaje más querido en la historia del cine, Atticus Finch, el abogado de Matar a un ruiseñor: «Todo el mundo quiere a Atticus Finch hasta que hay una puta muerta en la bañera».

A propósito de mi columna de ayer en EE, sobre los Premios Nobel a mujeres, Esperanza me escribe desde Valladolid: «Ahora hace falta que se lo den a una española», y le contesto: «Tengo entendido que Ana María Matute estuvo varias veces propuesta para el de Literatura, claro, pero en materia de biólogas, fìsicas, químicas, economistas y pacifistas, aunque no dudo de que debe de haber varias compatriotas nuestras bien cualificadas para un Nobel, a decir verdad no conozco el nombre de ninguna. ¿Tú sí?»

Nos visitaron como todos los años los Reyes Magos niños, recitaron su speech y nos cantaron su endecha, nos dejaron su inscripción en el marco de la puerta y Diny les entregó nuestro óbolo, del que sabemos que queda en buenas manos; las de estos niños que se encargarán de hacérselo llegar a sus hermanos en un mundo donde toda ayuda es poca. La visita anual de los Cantores de la Estrella es una de las pocas cosas que me reconcilian con la humanidad. La izquierda ultramontana y sabelotodo arguye que son una hoja de parra del capitalismo. Benditas sean las hojas de parra si es que son todas como ésta y, por qué no, como la del primer vestido de nuestra madre Eva.

*******************THE END*******************

 

 

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