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Mientras tantoStand by Me

Stand by Me


Chris (River Phoenix) y Gordie (Wil Wheaton) en una de las escenas de la película Stand by Me (1986) dirigida por Rob Reiner. El filme es la adaptación de una historia de Stephen King.

I Never Had Any Friends Later On Like the Ones I Had When I Was Twelve.

Stephen King, The Body

 

Su mejor amigo era su hermano.

Se llevaban once meses, habían crecido juntos. Le dijeron que cuando él aún bebía la leche de su madre, ella desapareció. Reapareció días después con un bebé en brazos. Había ido a un examen de rutina en el Hospital del Empleado y le dijeron que tenía que quedarse. Su hermano fue sietemesino. Dicen que tal vez por esos días de angustia en que su madre no estuvo algo cambió en él. No lo sabe. Tal vez sí. Lo que es cierto es que su hermano era su mejor amigo a los 12. Tal vez también unos años después. Y después ya no. A él le gustaría saber qué pasó.

A veces él explica que fue porque su hermano lo quiso matar.

Quizás es una exageración. Tal vez fue más complicado y lo único que sucedió una tarde fue lo que llaman «un detonante». Puede ser que existiera un resentimiento que se fue acumulando durante años. Tal vez.

El detonante habría sido la tarde en que él se prestó la camioneta de su padre para ir a entregar unas salchichas de pollo. Podía haber tomado una combi (como hacía casi siempre) pero esa tarde se le ocurrió pedir las llaves. Iba y volvía. No sé si por seguridad (o por pesada) su madre dijo que su hermano lo iba a acompañar. También iría Vern, que desde que murió su hermano Chris, de un balazo, andaba metido en esa casa.

Ya les cuento después lo de Chris. Tal vez eso también tuvo que ver. Él se ganaba unos soles vendiendo productos de pollo. Chris lo había metido en el negocio.

Creo que estoy hablando demasiado pero lo del balazo fue un accidente. No pensaba hablar de Chris. Así sucede a veces cuando uno escribe. Ese muchacho se llamaba igual que el chico de Stand by me, el muchacho encarnado por River Phoenix que se convertiría en abogado y que moriría muchos años después en un accidente.

El padrastro de Chris tenía un negocio muy grande, una súper empresa de pollo. Le daba los productos a él, a muy buen precio. Era carne de buena calidad. Él revendía los productos. Empezó primero por el barrio. Iba en bicicleta, de puerta en puerta. Empezó a tener más clientes y por eso se iba cada vez más lejos. Esa tarde tenía que ir hasta una casa cruzando la Javier Prado, frente a la Universidad de Lima.

Chris había tenido una novia: una chica hermosa, compañera del colegio. Sus amigos sospechaban que ella no era para él. Decían que ella estaba con Chris porque él tenía mucho dinero. Quizá fue pura envidia. Chris era un tipazo. Además: ella fue la que rompió y por eso Chris andaba tan deprimido. Cargaba el trago en una cantimplora amarrada a la pierna, debajo del pantalón de colegio. También llevaba una pistola cargada. Y entonces ¿Se lo imaginan?

Un día Chris llegó a la casa de ellos a la hora del almuerzo y se dieron todas las coincidencias. El padre de él lo había obligado a que sacara las balas y las pusiera encima de la refrigeradora. Cuando sus padres se fueron en los autos, terminando de almorzar, Chris cargó las balas otra vez, como si estuviera por irse. Hizo ademán de disparar. Estaba tomado y deprimido. Sonó un disparo. Nunca sabremos si solo fue un accidente. La bala entró por la frente e hizo un pequeño agujero por donde ellos vieron salir un chorro de sangre.

Él no recuerda mucho de ese día. Apenas la prisa con que buscó a una vecina que ofreció llevarlos a la clínica. La imagen de su hermano paralizado al lado de la mesa. Recuerda la cabeza de Chris apoyada en sus piernas. A los enfermeros de la clínica Montefiore sacándolo en una camilla. Toda la sangre. Y al día siguiente como en un mal sueño, su madre anunciándole desde el umbral de la puerta (todavía dormían en un mismo cuarto, en un camarote, él arriba, su hermano abajo) que tenían un amigo menos. Eso dijo: «Hijos, tienen un amigo menos».

Él recuerda muy bien esa mañana. También que no pudo llorar durante el velorio, tal como Gordie Lachance le confiesa a Chris Chambers en Stand by Me, al lado del río, al lado del cuerpo: no pudo llorar cuando murió su hermano Denny.

El padrastro no quiso causarles problemas con la policía. Dijo que no no se preocuparan. Solo les hicieron los interrogatorios indispensables, en una oficina cerca del Palacio de Justicia. A él lo sentaron frente a un tombo enternado que le preguntó si tenía una mejor coartada. Le previno que todo se iba a saber. Y aunque le daba asco lo que el tombo sugería, él repitió todo tal como sucedió aquella tarde en que Chris se mató.

Después fue que Vern empezó a ir seguido a la casa. Tiene que haber sido doloroso perder así a un hermano mayor. Se paraban peleando y gritándose pero tiene que haber dolido. Iba mucho a la casa. Por eso esa tarde Vern se subió a la camioneta de su padre, al asiento de atrás. Su hermano se subió de copiloto, al lado de él.

Su hermano era menor pero se burlaba de cómo él manejaba. Tal vez no fuera toda su culpa. Tenía ciertas expectativas acerca de su hermano mayor. Él no las estaba cumpliendo.

Una de ellas era que no tenía enamorada. Había cachado con putas pero no tenía novia. Se la pasaba estudiando, leyendo y escribiendo. Tal vez él se sentía igual que Gordie en Stand by Me: sus padres no lo querían tanto como a su hermano. Él era un muchacho raro que hablaba de vivir independientemente, de trabajar, de mudarse, de irse del país.

Qué sé yo. También es cierto que él manejaba muy mal. Muy despacio, como una lorna. En el asiento de atrás, esa tarde Vern empezó a burlarse: tortuga, abuelita, lenteja. Vern tenía una risa escandalosa. Tal vez todos los que pierden a un hermano empiezan a reirse de ese modo. Qué se yo. Se reía muy mal. Y si bien a él no le importaba parece que a su hermano sí.

Bajó en esa casa a dejar las salchichas y cuando regresó su hermano estaba sentado al timón. Lo miró buscando una explicación.

–Te voy a enseñar cómo se maneja–dijo su hermano.

Él se sentó de copiloto. Entonces Vern dejó de reirse. Su hermano aceleró. Aceleró. Hizo rechinar las llantas al entrar a la Avenida El Golf. Una llanta reventó. Siempre dice que su hermano intentó matarlo pero no es verdad. Fue un accidente. Un mal accidente. De esos que dejan una marca profunda.

Una señora lo vio perder el control y detuvo su auto muchos metros más allá, bloqueando el tráfico en sentido contrario. Le regaló mucho espacio para que no causara más daño. Para que se estrellara en paz. La camioneta de su padre terminó empotrada contra una caja con conexiones eléctricas, de concreto, frente a la embajada canadiense. Él creyó que todos iban a morir.

Vern estaba en el asiento de atrás. Tal vez estaba muy pálido. Tal vez también había tomado mucho o quizá después de esa tarde es que empezó a tomar más.

Él sabe que lo que más le molestó de aquella tarde no fue el choque. Lo que más le jodió fue que su madre decidió cambiar de lugar con su hermano. Se hizo pasar como la chofer de la camioneta y pasó sin apuros el control etílico. Ella fue la que esperó durante varias horas en la comisaría para declarar y para que le sacaran sangre.

Tal vez lo que más le jodió fue ese afán protector que amparaba a su hermano. La irresponsabilidad, la falta de castigo. Claro que ella hubiera hecho lo mismo por él. Pero él no quiso demostrarle a nadie cómo se manejaba. No fue él quien casi los mata.

Su mejor amigo era su hermano. Y sabe que nunca tuvo a otro amigo mejor que él.

 

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