Quería leer una novela de China para ver el mundo allí. Comprobé, después de más de 500 páginas, que no distaba mucho del nuestro. Subrayé las metáforas, símiles, comparaciones. Las creaciones de todos nosotros.
–El pescado se parecía a un grupo de marineros tras varios días en tierra, la carne era como la tripulación de un submarino que ha permanecido largo tiempo sumergido.
–A la entrada había una mesa sobre la que amontonaban unos cazos y unos platos con trozos de tocino en soja y pimentón medio crudos y que ahora, fríos y negros, se asemejaban a un personaje influyente caído en desgracia. Junto a ellos había algunos panecillos al vapor, que desde lejos daban la impresión de una inmaculada muchacha, manchada con puntos negros.
–Li Meiting había bebido unas copas de más, estaba recuperado y no parecía un reptil primaveral sino más bien uno veraniego, como los de la fiesta de las regatas de los dragones.
–Hongkian tenía tanta hambre que no pudo dormirse profundamente, su cuerpo se asemejaba a un portafolios sin documentos, con las tapas pegadas. Comprendió aquel dicho francés: Tan largo como un día sin pan.
–La mujer respondió con una retahíla de palabras, tan veloces como crepitantes, que se asemejaban al ruido de un cuchillo cortando un rábano.
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–Gu Erqian rápidamente retiró sus palabras, como una serpiente que se mete en su agujero y alguien agarra su cola.
–Era preferible dormir allí antes que en las camas de ciertos hoteles que parecían cartas geográficas en relieve o los pulmones de un tuberculoso.
–La señora Han era fea, tenía el pelo rojo y la cara llena de pecas semejantes a cagarros de mosca en una galleta, pero su talante era tan vivo que parecía estar conectada a un circuito eléctrico.
– Los rostros maquillados de las mujeres no habían podido resistir la transpiración del alcohol, los vapores de la comida y las vibraciones de los movimientos al masticar; tenían el aspecto de un muro en periodo de lluvias. Fan había bebido medio vaso de vino de más y la parte de su rostro sin maquillar estaba roja y le daba el aire de un venado colgado de una carnicería occidental.
–Empezó a sentir una angustia semejante a la de un animal salvaje encerrado en una habitación oscura que se lanza contra las paredes, araña y gruñe, pero no encuentra la salida.
–El caos que reinaba en su cabeza se asemejaba al viento del norte que soplaba en un cielo cubierto de copos de nieve.
–Mientras hablaba, con un cuchillo trazó una frontera imaginaria en el aire.
–Es mejor ahorrarse las palabras. Si quieres seguir, allá tú. Yo ya me he lavado los dientes, así que no volveré a abrir la boca.
*
Aquel excelente poema de la dinastía Tang:
Deseo abarcar con la vida mil quilómetros
he de subir un piso más