Weiß/Colonia, 8.5.
2:30 am : Empecé a leer una novela de Kjell Ola Dahl, el noruego autor de la saga de Gunnarstranda y Frøhlich, cuyo título original es Kureren [debe significar algo así como Mensajeras] y en alemán La mujer de Oslo. Interesante porque transcurre en tres planos temporales distintos: los años de la ocupación del país por los nazis, 1967 y nuestros días. Me he jalado la mitad de un solo tirón. Lo que me llama mucho la atención en los hechos narrados que corresponden a 1967 es la frecuencia con que los protagonistas van al cine, y he logrado localizar, atando cabos, todas las pelis que se mencionan: Persona (1966), de Bergman, con Bibi Anderssson y Liv Ullman; Angels with Dirty Faces (1938) con James Cagney en el papel de Rocky Sullivan; La condesa de Hong Kong (1967), de Chaplin, con Sofia Loren y Marlon Brando; y Cat on a Hot Tin Roof [La gata sobre el tejado de cinc recalentado por el sol] (1958), con Elizabeth Taylor y Paul Newman. El título español de esta última omite el “hot” del original, pero yo recuerdo que cuando se estrenó en España algunos la reseñaron con el título que menciono, y que me gusta harto más que el muñón en que lo dejaron.
Rebeca, Chico y Montse en casa, zafarrancho de limpieza general, en especial de las ventanas, que a causa del polvo del Sáhara parecían vitrales de una catedral dedicada al dios Eolo. Sobre todo las del dormitorio principal, la cocina y el comedor, que dan al sudoeste, el corredor aéreo desde el desierto hasta estas tierras donde por lo común sopla el bóreas. Cuando salimos a despedirlos desde el balcón, Diny me pregunta si es que Chico se ha tomado un día libre para ayudar a sus hermanas. Tengo que recordarle que hoy es domingo.
En la columna de Mauricio Caicedo Botero en El Espectador, hoy, esta apostilla: «Haciendo gala de su tiempo libre y volviendo trizas la sentencia de minimis non curat lex, la Corte Constitucional [de Colombia] ha prohibido la pesca deportiva, que consiste en capturar peces y volverlos a liberar. El pescador deportivo no tiene más opción, si pretende evitar el terminar en las mazmorras del Estado, que comerse el pez de inmediato. ¡El deslumbramiento por la sapiencia de los magistrados no tiene límites!» Recuerdan un poco (un mucho) a los políticos bizantinos discutiendo acerca del sexo de los ángeles en el Senado de Constantinopla, mientras los turcos ya estaban invadiendo la ciudad.
Weiß/Colonia, 9.5.
Anoche terminé de leer La mujer de Oslo y me fui directamente a la cama porque estaba literalmente exhausto, Diny me interrumpió la lectura cerca de la medianoche a causa de que no entendía bien cuáles eran sus citas para esta semana, ni a qué hora tenía que levantarse hoy para acudir donde su fisioterapeuta. Ya no sabe interpretar (aunque leerlos sí sabe) los dígitos del reloj que tiene en su cuarto. Cada vez que sostengo con ella uno de estos diálogos que parecen imaginados por Ionesco, quedo con un cansancio mental que afecta a la velocidad de mi lectura. Sea como fuere, La mujer de Oslo interesa más por el trasfondo histórico que por su trama. No es de lo mejor de Kjell Ola Dahl.
Me llega un mensaje de Héctor: «Estoy en Madrid, en tus madriles, y a veces paso por la plaza donde solías quedarte, detrás de Sol. Yo estoy en Lavapiés, en la calle de la Cabeza. Aquí me siento bien, muy bien. La manera de ser de Madrid y de los madrileños es una bendición para la vida». Y sí, qué otra me queda sino firmar y rubricar. Y de Madrid, al cielo.
Mi nuevo médico de cabecera, el Sr. Schröder (no es Dr., me lo dijo el día que nos conocimos, cuando le di ese tratamiento), ha regresado de sus vacaciones y por fin puedo conocer los resultados de los análisis de sangre y orina que me hicieron tres semanas atrás. Todo está más o menos en orden, dice el buen Sr. Schröder, menos los valores hepáticos, que son muy altos. Me decreta una ley seca de dos meses, y que a principios de julio vaya de nuevo en ayunas para una nueva extracción de sangre, y ahí veremos si mi hígado respondió al tratamiento. Dos meses sin whisky… Porque al ¼ de vino blanco en los almuerzos de los martes no pienso renunciar. Ni que me fuera la vida en ello, y además: «Juego mi vida, / cambio mi vida, / de todos modos la llevo perdida». Así es, gran viejo Leo Legrís.
Después de leer mi diario, Manu me comenta: «Estoy releyendo Prosas de Quevedo, de Raimundo Lida, después de muchos años, y sin duda estoy ante un genio e ingenio enfermo de patria, de muy mal talante. Me llama la atención que alguien de su inteligencia y que tenía por su persona una altísima estima fuera tan adulador». Es la eterna historia, la de que Nobody is perfect! Le contesto: «Tan adulador y tan hideputa; tuvo la mala uva de comprar la casa donde vivía Góngora, sólo para darse el gusto de ponerlo de patitas en la calle. Pero ay amiga, sus sonetos… Con uno solo de ellos redime hideputez bastante, con dos casi todo lo que restase, y con tres ya sube a los altares».
Weiß/Colonia, 10.5.
2:15 am : En principio pintaba interesante: Menschen am Sonntag [Gente en un domingo], una peli de 1930, muda, en cuya elaboración intervinieron Billy Wilder, Robert Siodmak, Fred Zinnemann, y que fue un éxito en su día. Es una copia restaurada de la única copia (no íntegra) superviviente en unos archivos neerlandeses. La restauración es en este caso la obra de arte, pero che le vachaché, según decimos los criollos viejos, yo soy cinéfilo, no cinearqueólogo. Me paso de la pantalla pequeña al libro, la 22.ª entrega de la saga de John Rebus, la creación mayúscula de Ian Rankin, al tiempo que una recreación amorosa de Edimburgo. Y con John Rebus, Siobhan Clarke y Malcolm Fox le pongo fin al día, mi primera noche sin whisky desde hace añares… Amarga paradoja: ¡Tan luego en Edimburgo!
En La Modicana, hoy, Ulli y Carlos espárragos blancos y verdes con jamón de Parma, Diny una pizza mediana con espinacas y espárragos, y yo espaguetis con ragú de pescado. La pareja asimétrica ha comido hoy en el patio (el tiempo invita a ello, menos a los claustrofílicos, como nosotros cuatro) y al salir se sientan un rato a platicar con nos. No de otro modo debió comenzar la formación de tribus en la Edad de Piedra.
NS me cuenta desde Cámaralentolandia que mañana le pondrán la cuarta dosis de la vacuna anti Covid: «Amigas que lo han hecho ya, reportan todas mucho malestar por varios días. Igual lo voy a hacer, porque hay ya una quinta ola por aquí». Después de pensarlo le respondo esto: «Espero que esa cuarta vacuna no te trate tan mal como a tus amigas, y te cuento que acá, desde que comenzó la agresión de Putin a Ucrania, el tema del Covid ha pasado a un segundo puesto (y hasta puede que a un tercer puesto, si consideramos el aumento meteórico del coste de vida) en la preocupación del pueblo soberano, dentro del cual me incluyo. De haber un conflicto con armas nucleares, Colonia tiene asegurada su bomba A: es el centro de comunicaciones ferroviarias y de radioTV más importante del oeste europeo. Así es que nuestras preocupaciones mayores son otras que el bicho chino».
Weiß/Colonia, 11.5.
2:00 am : Sigo en Edimburgo, con John Rebus & Co, es una compañía fascinante y en la que ya desde hace años casi no importa la trama criminal que hay que poner en claro, sino las relaciones entre los protagonismos y el protagonismo de la capital de los escoceses; se nota que Ian Rankin la ama de esa manera acendrada pero no cegata con que también yo amo Madrid. Pienso en las dos entrañables amistades mías que están ahora allá, y que Susana también llegará dentro de unos dìas, y me sube por el tuétano del alma un escalofrío de envidia. Joderse y aguantarse, no hay más cera que la que arde.
En “la matinal” del canal Arte veo con Diny Der Ghost and Mrs. Muir y esta vez capto algo que se me escapó reseñar la vez pasada, la cita de la séptima estrofa de la “Oda al ruiseñor”, de Keats, uno de los poemas más hermosos de la literatura universal: «Tal vez fuera este mismo canto el que una senda / encontró en el triste corazón de Ruth, cuando / enferma de añoranza se sumía en el llanto, / rodeada de trigos extranjeros, / la misma que otras veces ha encantado mágicas / ventanas que se abren a peligrosos mares / en prodigiosas tierras ya olvidadas». Busco el original y hasta sin saber inglés me doy cuenta de la pérdida: me basta, como botón de muestra, ver que Keats no escribe “windows” sino “casements”, ni “forgotten” sino “forlorn”.
Weiß/Colonia, 12.5.
Después de que como todos los días le puse a Diny los colirios que le recetó la oftalmóloga, le pedí que me despertase por la mañana a las 8: eran casi las 8:30 pm cuando se lo pedí. Nunca lo hubiera hecho. A las 11.30 pm, cuando estaba metido de hoz y de coz en el mundo de John Rebus & Co. por las calles de Edimburgo, llegó Diny para preguntarme si no era hora de ponerme en camino. Le expliqué por qué no y le pedí que volviese a la cama. A las 0:45 am se repitió la historia y le pedí por favor que olvidase lo de despertarme a las 8 de la mañana, que durmiese tranquila. Luego, al levantarme a las 8:00 am y acudir a darle el diario beso nuestro matutino de cada día me pregunta: «¿Y qué te ha dicho el médico?» Su calendario y su reloj internos están descacharrados por completo. Ay.
En lo de mi neumólogo, el Dr. Dornaika, su madre se jubiló definitivamente y él me cuenta que está de vacaciones, dos meses, en España. Las tiene más que merecidas, era (es) una profesional de lo más responsable, empático y solidario que he conocido. El hijo me atestigua que todo sigue bajo control con mis pulmones y me emplaza para fines de noviembre, chequeo de rutina regular, sólo que esta vez con sesión añadida de rayos X, la última radiografía de mis pulmones es del 2014. Regreso contento a casa. Pero al mismo tiempo aturdido por el sol y la calina, me temo que este verano va a ser duro para mis invencibles incompatibilidades con el sol y el calor. La caló, como decimos en Al Andalus.
Weiß/Colonia, 13.5.
2:00 am : Prosigo la lectura del 22.º episodio de la saga de John Rebus en Edimburgo. Mi abstinencia del whisky se consuela pensando que Rebus se abstiene también de él y además ha dejado de fumar, pero es un consuelo precario, reflejo, casi pordiosero. Johnny Walker que estás en los cielos, rezo.
Me manda José María un texto acerca de la operación Mincemeat, y le contesto después de leerlo: «No hay nada absolutamente nuevo en el texto que me enviás. Es un refrito de retazos tomados de Wikipedia y otras fuentes. En Huelva se publicó un libro interesantísimo al respecto, documentado al 100%, sobre todo en lo que refiere a la personalidad del presunto comandante William Martin. Creo habértelo dicho ya, si no a vos a alguien que me habló de este asunto: en Huelva, siempre que acudí al cementerio a visitar el nicho de la familia Bada, siempre dejé una flor en la tumba del comandante, que es una de las grandes atracciones de ese cementerio, junto con los mausoleos de los tres toreros de Huelva que perdieron su vida en las plazas de toros, entre ellas la de la propia Huelva. Esa corrida (en realidad una novillada) la vi yo siendo un muchacho, y fui uno más entre la masa del público que se puso de pie gritando sotto voce, angustiados, «¡No!», cuando vimos lo que el pobre Rafael Carbonell intentaba hacer con un toro marrajo y que derrotaba de manera criminal. Cuando el toro finalmente se arrancó, un minuto más tarde estaban llevando a Rafael a la enfermería de la plaza, pero la cornada era mortal. Murió en la enfermería, a los 24 años de su edad» En cuanto a la peli que se menciona en el texto, la conozco, y no es mala, pero no supera a la que se hizo en 1956, El hombre que nunca existió, cuyas últimas escenas se rodaron en Huelva, y Clifton Webb vino a depositar la medalla al mérito militar en la tumba del comandante William Martin en nuestro cementerio. A Webb lo admirábamos mucho por Laura, Three Coins in the Fountain y El hundimiento del Titanic, y desde luego daba mucho mejor que Colin Firth la imagen del maestro de espías Ewen Montagu.
En el canal ZDF Neo un documental de 45’ sobre la vida de Franco. Construido a partir del soporte de un presunto edipo. No se cuenta el atentado a Carrero Blanco, que marca el declive de su régimen. Y con excepción de un par de fotos de su juventud, todas las demás lo muestran sonriendo. Me asaltan unas ganas de vomitar que logro reprimir. Inferiocre de mierda. Qué asco me da mirarlo.
Weiß/Colonia, 14.5.
2:00 am : En el canal ZDF Neo, después de haber leído un nuevo capítulo (son largos) de la saga de Rebus, veo una serie de documentales acerca de las guerras habidas en Europa tras la 2.ª mundial: la civil de Grecia, los levantamientos populares en la RDA, Hungría y Checoslovaquia, aplastados por los tanques soviéticos, Chipre, los países bálticos luego de la caída de la URSS, Chechenia, Irlanda del Norte y el IRA, España y ETA, Yugoslavia descuartizada como un cerdo al que le llegase su San Martín… Y ahora Ucrania. Sí, Europa y la guerra: un cuento de nunca acabar.
Cuando me levanto a las 11:11 am acaban de marcharse Montse & Frank. Menos mal que no vinieron con Henri, en cuyo caso no les habría perdonado que no me despertaran.
Me escribe Anotota desde mis madriles que Segovia les pareció increíble, hermoso: «Fuimos a la casa o pensión donde estuvo un tiempo Antonio Machado y comimos cochinillo también. Me fascinó en especial la catedral. Parece sacada de un cuento de un libro mágico». Y añade: «Mañana salimos para Granada. El sueño de David es conocer la Alhambra. Verá realizado su sueño. Un día escogiste un tuit que me fascinó. Decía así: “A todo sueño le llega su realidad”». Le contesto: «La pensión donde se hospedaba Machado durante su estancia en Segovia me causó una impresión perdurable, la recuerdo como si acabara de salir de esa casa. Mirando aquella habitación tan modesta, tan sencilla, tan poco menos que humilde, pensé en Jorge Manrique, en san Juan de la Cruz, Quevedo, Bécquer, Juan Ramón y el propio Machado, los seis más grandes poetas españoles, para mi gusto. Y el contraste entre esa habitación segoviana y la grandeza de la poesía de don Antonio, era como salir del Paradiso del Dante e ingresar en el Purgatorio. No podés imaginarte lo que te agradezco que me hicieses caso y visitaras ese rincón tan desconocido, incluso para los propios españoles. En cuanto a tu viaje de mañana, te diré que los andaluces nunca vamos a Granada. No, para nosotros se llama Graná. Que David cumpla su sueño de ver la Alhambra. Y no se dejen echar la buenaventura por ninguna de las milyuna gitanas que pululan a la entrada del palacio. Yo, a una que se puso muy insistente con Diny, rubia y a ojos vista una extranjis, le dije con mi mejor acento huelvano: «Mira mejó tu mano, mi arma, y a vé si vej lo que t’espera y no salej corriendo del espanto». Me miró muy sorprendida e hizo la señal de la cruz en el aire; no sé si me bendijo o me maldijo, pero al menos nos dejó en paz. Ah, y una tapa exquisita que había en Granada era un aguacate abierto en dos mitades, cortando con una navaja la pulpa en tiras del ancho de un dedo, y poniendo en cada tira una anchoa. Bocatto di cardinali. Ya me contarás».
Desde Karakogrado, en Venezuelistán, Marcos, quien es algo así como mi desasnador de guardia, me escribe acerca de lo que conté la semana pasada sobre El fantasma y la señora Muir, y sobre Laura. Al respecto le respondo lo siguiente: «En cuanto a Laura, peli que adoro, tengo una imborrable impresión de la primera vez que la vi, y de cuando aparecía en pantalla Dana Andrews. Es el único defecto que le veo a Laura, ese megaexceso de caracterización del detective cínico y con ojos de cuánto–cuesta–el–mundo, Preminger no debió permitírselo, ¿verdad? Por mi parte, yo no hacía yo sino decirme cada vez que lo veía, «Espero que te saques el cigarrillo de la comisura de los labios cuando la beses, porque si no corro a la pantalla y te parto el alma a trompazos», anticipándome, al revés, a una inolvidable escena de La rosa púrpura de El Cairo. Pero se los tendría más que merecidos, los trompazos digo, ¿no te parece?»
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