Weiß/Colonia, 22.5.
2:00 am : No había nada que mereciera la pena en la tele, así es que decidí ver, al cabo de los años, De pronto, el último verano, sobre la obra de Tennessee Williams, con guion de Gore Vidal y un reparto de lujo: Katherine Hepburn, Elizabeth Taylor y Monty, mi actor predilecto de aquellos años, siendo dirigidos por Joseph Mankiewicz. Una cosa curiosa que descubro es que ese verano español en que muere Sebastian, el protagonista homosexual y secreto de la obra, es el de 1936, es decir, poco antes de (o recién comenzada) nuestra guerra civil, a la que no se alude para nada en los diálogos.
Leído en EE: Vargas Llosa declaró recientemente que si tuviera que escoger entre Lula y Bolsonaro para las próximas elecciones presidenciales en Brasil, preferiría, sin dudarlo, a Bolsonaro mejor que Lula. Del mismo modo, en las pasadas elecciones peruanas prefirió apoyar a Keiko Fujimori, la hija de quien ha considerado un dictador y criminal de lesa humanidad. Y en el KStAnz de este fin de semana hay un diálogo a toda plana con la mascarón de proa del feminismo alemán, Alice Schwarze, en donde afirma que el “masculinismo tóxico” también se aprecia en Zelensky, quien está jugando el papel del héroe que no se rendirá hasta el último aliento. Leo semejantes cosas y sacudo la cabeza con desaliento. Que una gente dizque tan inteligente desbarre de este modo sería como para perder la fe en la humanidad, si es que no la hubiese terminado de perder hace ya muchísimos años.
Larga conversación telefónica con Cheme, en Torrenueva. Como hacen los niños con sus cromos coleccionables repetidos, intercambiamos recuerdos de los casi 50 años que nos conocemos. No pocas noches he dormido en el apto. de Nono y Cheme, en Hamburgo, cuando fui a dar alguna charla en El Butacón. Y una vez más la inevitable cita de Jean Paul: «El recuerdo es el único Paraíso del que no podrán expulsarnos».
De donde menos me lo habría esperando me llega esta pregunta: «¿Para qué quieres otra nacionalidad si ya tienes una?» La pregunta me cabrea tanto que la respondo tascando el freno: «Yo no quiero ninguna nacionalidad. Quiero sencillamente un documento que acredite mi existencia desde un punto de vista legal y que sea fácil de adquirir, lo tengo a ocho paradas del bus. Para renovar el pasaporte español tendría que correr los 500 m vallas, y en cambio para el alemán sólo son 100 m lisos, sin cronómetro al que infartar. La cuestión de la nacionalidad, mi querida Manu, es totalmente administrativa. Algunos la elevan a premisa de su personalidad. Yo no. Si acaso, soy europeo, y entretanto, y aun cuando la política me interesa bastante poco, me interesa más la que se hace en Berlín que la que se hace en Madrid. La que se hace en Berlín me afecta directamente, y a mis hijos y nietos. Por lo demás, de patriota no tengo nada; si acaso mi amor a Huelva, es decir, a mi familia y mis amigos allá, y a los recuerdos que conservo de mi infancia, adolescencia y juventud: más nada. E ainda mais, no renuncio a la nacionalidad española, sencillamente no renuevo mi pasaporte y punto».
Weiß/Colonia, 23.5.
Telefoneada con el centro de atención al ciudadano de Rodenkirchen. Una funcionaria joven (según se la oye) y amabilísima me explica con pelos y señales lo que debo hacer para solicitar la ciudadanía alemana. Coincide con lo que suponía en materia de certificados, el de nacimiento, por ejemplo, y en donde no puedo alegar certificados (jamás he estudiado alemán en ninguna escuela) esta atentísima funcionaria me dice que, después de oírme hablar, nadie pondrá reparos en la oficina donde tengo que presentar mi solicitud. Mañana mismo me pongo en campaña. También con el pensamiento puesto en que le debo mucho más a Alemania que al Reyno Desunido de la Ex Gran España. Allá he vivido en total 24 años; y los 59 restantes en Alemania, descontando tan sólo ocho meses en Buenos Aires. Es decir: en Alemania vivo bastante más del doble de lo que viví en España. Ergo…
Manu no se dio por contenta con mi respuesta a su comentario en mi blog de Fronterad. Le respondo de nuevo, pero sólo por esta vez. La nacionalidad es una circunstancia tan adventicia que no puedo ni quiero perder el tiempo justificando el querer adoptar una distinta a la de mi nacimiento. Si mi madre me hubiese parido 90 km más al oeste, yo sería portugués. ¿Qué carajo es la nacionalidad? Me dice en su último comentario en Fronterad: «Me refería a que los recuerdos de infancia y adolescencia no son poca cosa, nos acompañan siempre». Le respondo: «¿Y crees tú en serio que un documento de cambio de ciudadanía puede borrarlos como si fuera una esponja? ¡Amos, anda!»
Un email de Violeta desde Karakogrado:«Desde hace dos semanas quiero escribirte para contarte del Dr. Besançon, un médico francés, maestro del abuelo de Montaigne o quizás de Proust (como verás, no estoy nada clara con las épocas) y que publicó un libro que mi padre disfrutaba mucho, Los días del hombre. Desde que leí lo que te recomendó tu médico sobre el whisquicito nocturno estoy buscando el libro, que no encontré en casa, ni en Wiki, pero sí en Casa del Libro. El caso es que Besançon decía que a partir de cierta edad no se debe eliminar nada, ni siquiera los vicios. Los hábitos de drogas, alcohol, lo que sea, de larga data, nos han mantenido vivos hasta ahora y es muy peligroso eliminarlos. Mucho más de golpe». Le he contestado lo siguiente: «Muy sabio el Dr. Besançon, mi queridísima Violeta. ¿Nunca le dieron el Nobel? Miraré a ver si existe el libro en alemán». Para regalárselo a mi nuevo médico de cabecera, claro está, yo no necesito ese consejo.
Durante las dos semanas dedicadas a renovar mi repertorio de literatura policial no he dejado de seguir leyendo, en algunos huecos libres, la autobiografía de Stuart Mill. Debe ser uno de los libros que, sin yo darme cuenta, hace más de 60 años, cuando lo leí la primera vez en el volumen de Austral, más tiene que haber contribuido al desarrollo de mi personalidad. No recuerdo ningún otro donde el autor sea de una imparcialidad más acrisolada, no negándole jamás los méritos a quien piensa distinto que él. Ni tan duro consigo mismo. No llega al extremo mío de pensar que es basura todo cuanto sale de su pluma, pero jamás deja de ponerse él mismo en cuestión, y eso sí es de a deveras importante.
Weiß/Colonia, 24.5.
Ulli y Carlitos llegaron retrasados porque en el camino de su casa acá encontraron numerosos atascos de tráfico y supieron por la radio del auto que habían descubierto una bomba inglesa de 500 kg sin explotar y que no puede desactivarse, hay que desalojar el área que incluye una guardería infantil, una escuela y una residencia para ancianos, y proceder a eso que los artificieros llaman “explosión controlada”. Ya en La Modicana, Ulli no me fijé en qué encargó, pero es una pasta, y Diny, Carlitos y yo pedimos ñoquis gratinados, súper deliciosos. Se nos une la pareja asimétrica para la sobremesa, y Gaby nos cuenta de otra explosión controlada como la de hoy: hace años regresó a su casa y encontró que no podía entrar en la zona a causa de una bomba, así es que llamó a Carlo a Radio Alemania y fue a reunirse con él, y desde el piso 18 de la redacción estuvieron mirando en dirección a su casa hasta que vieron elevarse allá una columna de humo y así supieron que se había producido la explosición controlada y podían regresar a su home, sweet home. Creo que no debe haber un solo coloniense que no pueda contar una historia propia o de su entorno en relación con una de estas bombas.
Es increíble, hay gente que se cree muy de izquierda y biempensante y libre de tabúes, y luego resulta que en cuestiones como la nacionalidad, que es una mierda pinchada en un palo, sacan a relucir el ancestro tribal y la Guardia Civil, en cuyas casas cuarteles (¿nos damos cuenta de lo que significa eso?), a la entrada, campeaba el lema TODO POR LA PATRIA. Yo recuerdo la primera vez que leí un libro de cuentos de Hemingway, y uno de los ellos se titulaba en italiano: «Che ti dice la patria?», y yo le contesté mudamente al verlo: «Nada en absoluto me dice». Y si acaso algo me decía, pues negativo: el inferiocre era uno de esos patriotas por antonomasia.
Weiß/Colonia, 25.5.
1:45 am : Acabo de ver The Foreigner [El extranjero en España, El implacable en América Latina], una de esas pelis maniqueas en las que siempre me pongo del lado del Bien y me alegro con cada muerte del bando del Mal. En resumidas cuentas es un mano a mano entre Jackie Chan y Pierce Brosnan, ambos muy cabales en sus desempeños, sobre el fondo de la cuestión irlandesa, nunca del todo resuelta y con réplicas sísmicas inesperadas, cual es el caso aquí. Vale la pena verla por ese mano a mano, y además está bastante bien construido el guion. Pero eso es todo, aunque no sea poco.
Le regalé a Alfonso un tuit que lo subió a su cuenta Twitter («De las novelas de la «saga» de Pepe Carvalho alcancé a leer tres, aunque me aburrieron tanto que sólo leí una más, pero fue porque me pagaron la lectura. Y sin embargo, parece que a la gente le gustaban esas morcillas de hámster») y la tuitera @bcastiella replicó diciendo: «Vale que no te gusten (hay varias muy buenas), de gustibus non est disputandum, pero ¿has leído Galíndez y la Autobiografía del General Franco? Te harían cambiar de opinión, creo». A @bcastiella, le sugiero que lea de nuevo el tuit mío que @alfarmada subió a su cuenta Twitter. En él me refiero única y exclusivamente a la dizque saga de Pepe Carvalho. Y nada más. Vázquez Montalbán me merecía una gran opinión como poeta (no en vano lo incluyó Castellet entre sus novísimos) y como maestro del arte de la glosa. De sus novelas que no son de la saga, no conozco la segunda de las que menciona, pero Galíndez es en efecto un relato excelente. Contra él no puedo decir sino que en 1992, cuando ganó el Premio Europeo de Literatura de ese año, lo hizo a pesar de que había una obra maestra entre las novelas seleccionadas: Au pair, del neerlandés Willem Frederik Hermans. Un par de meses antes de la concesión del premio, hablando de él con Rafael Conte, quien presidía esa vez el jurado, le encarecí que no dejase pasar la oportunidad de premiar Au pair, a lo que me contestó, tan campante, que el premio iba a ser para Galíndez porque no se le podía conceder a una novela donde un autor europeo hablaba mal de un país del continente y que no era el suyo. Tascando el freno le repliqué que con ese argumento nunca se lo habrían concedido a Baroja, ni a Orwell, ni a Bernanos, ni a Kazantzakis, ¡ni a Stendhal! Pero no dio su brazo a torcer. Me hizo gracia que meses después, en noviembre, al publicarse el resultado, dijese a la prensa que «sólo dos horas antes de anunciar el fallo se eligió la ganadora y no fue por consenso sino por votos, porque los nueve miembros del jurado representaban otras tantas lenguas oficiales de la CE»; omitió añadir que su voto, por ser el presidente del jurado, era el que decidía, y que su decisión estaba tomada desde junio, cuando charlé con él. Creo que Galíndez, pese a sus méritos indudables, fue el primer aldabonazo de la corrección política en el mundo de la literatura europea. R.I.P.
Aparece mi artículo sobre Multatuli en Árbol Invertido, con una ilustración tomada de una peli que se titula Max Havelaar entre los zombies, ilustración tan repelente que quita las ganas de leer mi texto, a menos que uno sea muy morboso, así es que reclamo ipso fuckto a la redacción, con copia a Arzola, quien detecta el desaguisado y desface el entuerto. Alabado sea el santísimo sacramento del altar.
Weiß/Colonia, 26.5., Ascensión, Día del Padre en Alemania
2:10 am : Pasan dos nuevos episodios de la primera temporada de El joven Morse, pero no está previsto para el miércoles próximo el quinto y último de esa temporada, la programación se diría hecha con criterio evangélico, sin que la mano derecha sepa lo que hace la izquierda.
«Tres jueves hay en el año que relumbran más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de l’Ascensión», tal era la jaculatoria que solía citar mi abuela Remedios en una de estas tres fechas, pero especialmente en la tercera. Aquí en Alemania es tradicionalmente el Día del Padre, y hasta hace poco era costumbre que los varones de varias familias amigas se reunieran a pasar el día, alquilaban un carro y salían de excursión a beber y a cantar, como en la ópera Marina, por los campos y bosques de los alrededores. Hoy, creo que esta costumbre ha caído en desuso. Como todo, poco a poco.
Me entero por una carambola a tres bandas de que a WD lo han defenestrado en la redacción donde trabajaba y contacté inmediatamente con él, le reiteré que nuestra amistad no tiene nada que ver con todo ello. Pero en materia de rencillas intestinas en los grupos de extranjeros que viven en tierra extraña tengo una larga e infeliz experiencia. Para sólo mencionar un caso, en la emisora donde me desempeñé 35 años, trabajábamos periodistas (entre ellos un par de ignaros que se tenían por tales) de once países hispanoamericanos, incluyendo a España, y sus rencores, rencillas y zancadillas eran infinitas. Ni qué decir que mi madre y las de tres colegas que, como yo, asumían responsabilidades directivas, parece que se habrían dedicado honoris causa a ejerecer la profesión más antigua del mundo, al menos a juzgar por el resultado a la vista, que éramos nosotros, sus hijos. Merde alors!
Weiß/Colonia, 27.5.
1:30 am : No hay nada que me llame la atención en la TV, ni tengo ganas de leer ni de ver un DVD, de lo único que sí tengo ganas (y muchas) es de morirme ya de una puta vez. Me voy a la cama más temprano que nunca, a ver si eso ayuda.
Viernes ventoso. Apenas si puedo decir más de este día, a no ser que salió puntual en EE mi columna dedicada a Asta Nielsen, el segundo texto de la trilogía que le dedico esta semana. El domingo será la culminación, en La Jornada Semanal. Son las 10:30 p.m. y repaso, trato de repasar, mentalmente lo que hecho este día y solamente recuerdo haber llevado una bolsa llena de botellas vacías para dejarlas en los contenedores ad hoc y haber leído un par de páginas de Stuart Mill, que tendré que releer, tan sólo me queda un vago recuerdo de su contenido y de que era súper interesante y de lo más actual. Pero mi cerebro funciona hoy como un corso a contramano. Ay.
Weiß/Colonia, 28.5.
Anoche estuve viendo hasta las 2:40 am El enemigo público n.º 1, con Vincent Cassel en el papel de Mesrine, el gángster que trajo de cabeza a la policía francesa en los años 70. Parece como un ajuste de cuentas del cine francés con la policía de su país. Pero la caracterización de los personajes está súper conseguida, es el mejor trabajo de Cassel que recuerdo desde Promesas del Este. También muy buena la breve actuación de Elena Anaya en el papel de Sofía, la esposa de Mesrine al principio de su carrera criminal. Hasta Gérard Depardieu consigue aquí el milagro de no caerme mal, una hazaña que conmigo se la ha ganado a pulso, y no sólo por su amistad con el impresentable Putin.
Le pregunté a Diny qué ibamos a cenar esta noche y me dice que durante la siesta soñó con Mercedes en Aljaraque y la comida que nos guisaba cada vez que la visitábamos en su finca Tierra de Higueras: papas con tomate y un huevo frito encima, bien jugoso, para mojar el pan en la yema. Claro está que las papas y el tomate venían de su huerta (los tomates a veces los escogíamos nosotros mismos) y los huevos de su gallinero, y hasta creo recordar que el aceite de oliva estaba prensado de las aceitunas de esa huerta… Pero el hecho indubitable es que a cientos de km de distancia y con unos elementos comprados en ReWe puede cocinarse un plato sencillamente delicioso con los elementos más simples que imaginarse pueden. Hmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm…
Repasando las anotaciones de esta semana antes de subirlas a Fronterad, recuerdo otro caso de una novela que nunca hubiese ganado el Premio Europeo de Literatura, al menos con los criterios de mi amigo Rafael Conte, q.e.p.d. En la Sonata de estío, Valle–Inclán cuenta cómo es que yendo de Londres a México en una fragata inglesa, descubrió en cubierta a la «taifa luterana» entregada a unos pugilatos grotescos y pueriles, por lo cual le invadió el alma un sentimiento inédito: «la vergüenza zoológica». Chapeau, don Ramón! Pero se quea usté sin premio y castigao de rodiyaj en er rincón.
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