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El Siniestro Total y sus secuelas. Las innumerables vidas de un grupo que dice adiós a cuatro décadas

Julián Hernández en el concierto de despedida de Siniestro Total en el Wizink Center de Madrid, el 7 de mayo de 2022. Foto: Rubén G. Herrera. Licencia: Creative Commons CC BY-SA 4.0. Fuente: Wikipedia

Corría el año 1984, Renato apenas había cumplido los nueve y desconocía que la banda que tocaba en aquel escenario eran de su mismo barrio, el del Calvario de Vigo. No sería hasta el año siguiente, en una visita con el colegio a la televisión gallega en el que se enteraría. Ya no se desprendería aquella música de su cabeza. Y es que “siempre estaban ahí”, relata Comba, también de la zona, “los podías ver en los bares y demás”. También por aquella época, Juan Antonio miraba por encima del hombro a sus compañeros de clase, todos cantando en el autobús canciones de los Hombres G, mientras que él podía recitar cualquier letra de los primeros discos de los de Vigo. Si damos un gran salto en el tiempo, nos encontramos a Enric que, por insistencia de su cuñado, se vio en medio de un pogo salvaje en una pequeña sala de su ciudad. Los músicos descargaban con furia el medley punk que, a pesar de los años, seguían manteniendo en el set list. También está el ejemplo de Roque, que los vio no hace tantos años y que recuerda orinar detrás de un árbol, no tanto por ser un antisistema como por el hecho de contar con apenas seis o siete años.

Resulta imposible relatar cómo llega cada cual a las cosas, a tal disco, libro o película. La fascinación que produce observar esos caminos tan heterogéneos quizá sea la razón de ser de este artículo. En mi caso, tiene que ver con la música que mi tío, a todo volumen, ponía por las mañanas en casa de mi abuela (por supuesto, cuando ella no andaba por casa). Yo contaría con nueve años y aquel sonido, en mi recuerdo, hacía temblar toda la casa, mientras él cantaba a coro. La imagen que se me quedó grabada es verlo subir las escaleras (casi siempre de dos en dos) levantando el puño: “¡Somos Siniestro Total! ¡Sinieeeeeeesstro Total!”…

“yo me maté en una curva una noche de luna fatal

y ahora soy esa chica que de noche te viene a buscar”

Julián Hernández es muy transparente y la historia de Siniestro Total está tan ligada a sus propias letras que uno puede ir encontrando en ellas las pistas para contemplar las innumerables vidas que ha tenido el grupo durante sus más de cuarenta años de historia. Sin ir más lejos, el último LP hasta la fecha contiene las que, con toda probabilidad, sean las dos canciones más autobiográficas de su líder. Siempre lo ha venido admitiendo en sus entrevistas. Ya en la promoción del veinticinco aniversario del grupo decía con sorna que estaba convencido de que la banda falleció en un accidente de coche que sufrió en 1981. Siguiendo la tradición del rock, no cuesta imaginarse que el demonio se les apareciera como en su día lo hiciera a Tommy Johnson, o al legendario Robert, de mismo apellido, a los propios Rolling Stones o al propio Jack Griffin (personaje inventado por el propio Julián para la edición de su Historia del blues). El Maligno, transmutado en perito de la compañía de seguros (tiene sentido, ¿no?), les dio la clave para el nombre de la banda con la que llevaban haciendo sus pinitos de un tiempo a aquella parte. Les hizo el balance de los daños de aquel Renault 12: SINIESTRO TOTAL. Miguel Costas lo cogió al vuelo, “joder, qué nombre más bueno para una banda”. Allí se selló el pacto, tras la primera vida de Julián y los suyos.

Naturalmente los movimientos históricos no se pueden circunscribir a eventos concretos. Al igual que el cruce del Rubicón, el accidente del vehículo propiedad de los padres de Julián (en el que también se encontraban, entre otros, el que sería el núcleo duro de la banda, Xavier Soto, Miguel Costas y Alberto Torrado) forma parte de la leyenda del rock estatal. Menos romántico, pero no menos cierto, sería la escucha de una colección de vinilos de blues, o del It´s Alive de los Ramones, la asistencia a un concierto de Cucharada y una absoluta necesidad y determinación de hacer ruido, que les llevaría a grabar varias maquetas y a editar con una naciente industria discográfica independiente el EP: Ayudando a los enfermos. El mismo que a la postre desembocaría en el ¿Cuándo se come aquí? (Dro, 1982). Un disco de icónica portada, de una estética tan poco punk que abruma, obra de Oscar Mariné.

La voz furiosa de Germán Coppini, que se puede apreciar mejor en las grabaciones en directo que pululan por la red, era perfecta para la veloz ejecución de acordes de Costas y Torrado y el duro aporreo de Hernández. El disco se vendió como rosquillas y quedaron para la posteridad sus letras, algunas tan aparentemente simples o políticas como ‘Todos los ahorcados mueren empalmados’ y ‘Fuera las manos chinas del Vietnam socialista’. La más icónica y que me atrevería a decir que nunca ha faltado en su repertorio fue ‘Ayatollah!’. Aún faltarían un par de años para que The Clash editara Rock the Casbah, y el mundo árabe post-OPEP hacía presencia en el rock mundial (ahí es nada). “Decir el mayor número de barbaridades en el menor tiempo posible fue uno de los objetivos de Siniestro Total”, dice Julián, restándole épica al asunto, en una recientes entrevista con El País.

No obstante, tras el éxito del primer álbum, Coppini abandonó la banda para cambiar radicalmente de registro en Golpes Bajos, un grupo que, aunque autor de varios clásicos indelebles del pop español, no tuvo gran recorrido (apenas cuatro años y un disco), como tantos otros grupos de la Movida. “Si entré en ST en parte fue por lo emprendedor que es Julián. Una persona que sabe sacarle motivación a todo y que contagia, que triunfa (…) Julián era todo lo contrario a ser vigués”, diría Germán a Jesús Ordovás para la biografía que escribió de Siniestro, Apocalipsis con grelos (Guía de Música, 1993). “Entrar en la banda significó ser mayor. Mi primer polvo lo eché con ST. Más claro, agua”. La marcha de Germán pudo suponer la muerte de la banda (sería el segundo deceso para los de Vigo) y es que, siguiendo el libro de Ordovás, Germán era lo que molaba, hasta el punto que sin él no les dejaban tocar, todos los medios proclamaban que estaban acabados. “Fue el momento en el que empezaba la movida cultureta, esa de peluqueros, diseñadores y tal”, señala Julián. “Nosotros éramos una panda de gamberros, chiquiteros y borrachos, mientras que Germán estaba en la onda de Paloma Chamorro, tenía el look y valía para el arte total, la posmodernidad y esas cosas”.

“Himno de Riego, Smoke on the Water, Pájaro Chogüí, Himno a la Alegría…

menea, menea el bullarengue”

Los de Vigo editan entonces El regreso (DRO, 1983), subrayando irónicamente esta segunda resurrección. Costas no tendría el carisma de Coppini, pero lo suple con su ramoniana voz y guitarra. Del disco hay pequeñas joyas para los fans, como la versión de Do the Mutilation de The Revillos (ahora ‘Opera tu fimosis’); ‘Oye, nena, yo soy un artista’; una píldora dedicada a la iglesia palmariana ‘[I Left my Heart in‚ El Palmar de Troya’… Y así un largo etcétera, al que se suma un tema más cercano al power pop que al punk, ‘No somos de Monforte’.

Siniestro tal vez no eran la sensación del momento, como lo fueron con su álbum debut, pero pronto, como apunta Ordovás, DRO observa que era un grupo fiable. En un avispero de bandas que surgían y se separaban, ellos, con actitud estajanovista, estaban dispuestos a sacar grabaciones con una frecuencia constante. Así llegó al imaginario popular un disco que añadiría más clásicos para la banda como el existencialista ¿Quiénes somos?¿De dónde venimos?¿A dónde vamos? La banda demostraría así que nada es sagrado, que se puede menear el bullarengue con casi cualquier cosa. ST marcaba el inicio de la retirada del frente del punk, al menos en lo estilístico, remarcando su aprecio por el rock más sureño, como en su adaptación de ‘Lynrd Skynrd (Miña terra galega)’, que se convertiría en el himno oficioso de Galicia, sobre todo para los emigrantes. Con el título de aquel disco, Menos mal que nos queda Portugal (DRO, 1984), frase que robaron a Anton Reixa, contribuyeron al acervo cultural, quedando para la posteridad, para cuando cualquier cosa va mal en el país.

El marcado eclecticismo lírico (si me permiten la expresión pedante) es el gran sello de ST, independientemente de los estilos musicales de los que les han acusado de adoptar durante su carrera. Es una banda que no deja de abandonar su filosofía de brindar indiferentemente “por Lenin y por el zar”, como cantan en ‘Vamos al Kwai’, primer corte de su siguiente disco. Tienen una apetencia por pisar charcos. Sobre sus letras merece la pena detenerse en lo que Julián explica a Kike Babas y Kike Turrón en Tremendo delirio, una segunda biografía de Siniestro Total publicada por Zona de Obras:

“Desde adolescente he sentido fascinación por la vanguardia histórica: dada, el surrealismo y todo eso, ahí todo eran mensajes: ‘Todo por la napia’ es el érase un hombre a una nariz pegado de Quevedo utilizado fuera de su contexto. Teníamos amigos en grupos radicales que decían en sus canciones ‘la mili es una mierda’, y eso es demasiado obvio. Nosotros preferíamos decir ‘sin novedad en el potaje’, que es lo mismo pero no es la misma cosa. (…) A eso se llama samplear, es la única invención real del siglo XX insisto, el sampler, el collage, entendiendo un sentido muy poliédrico en el robo, no sólo verlo en un sentido, sino todo lo multidimensional que se pueda; no sólo en la corrección política sino en la incorrección también; no sólo en la música latina sino en Stockhausen (…) Creo que la creación consiste en una cantidad de planos indefinibles, la cultura rock a veces es muy plana, yo con mi moto, con mi piba… pues mira, creo que se puede hacer de otra manera. Con ‘En beneficio…’ empecé a colar una serie de cosas. Había, por ejemplo, una canción de Miguel a la que puse letra. Se llamaba ‘Esta vida es una mierda’ y empecé a colarle frases bastante tópicas de Nietzsche… ¡y hay frases de Joyce en ‘Ay Dolores!’. Es literal, del capitulo de las sirenas del Ulises de Joyce. ¿Y qué más da? A nadie le importa una mierda si es Joyce o no, pero yo me divierto robando eso, no es nada pretencioso, sencillamente vale para contar una historia, queda metido en un contexto de borrachera, de juerga, y parece que queda diluido. Puedo robar a Stravinsky o a A Palo Seko y me parecen igual de válidos (como referencia, claro). Para mí no hay diferencia, ese es un problema de la cultura europea, que tiende a diferencia, odio eso de alta cultura y baja cultura, a los yanquis les suda el nabo… robo de lo que me interesa. Ni prejuicios ni valoraciones.”

“nosotros somos seres racionales de los que toman las raciones en los bares”

Otro ingrediente de la música de ST es su apego por la adaptación y apropiación de temas de otras bandas (rigurosamente acreditados, eso sí). Bebiendo de la tradición de la cultura popular, el blues y el rock primigenio. Así no tienen complejos para sacar un trasunto de ‘La Bamba’ con ‘Bailaré sobre tu tumba’, ese “si hay que robar, robo”, adaptar a los Dead Kennedys en la ‘Luna sobre Marín’ o la inevitable versión ramoniana en ‘Rock en Samil’ (‘Rockaway Beach’). Precisamente sobre esas versiones, Julián ha editado el estupendo Folla con él (Trama, 2022), título de una posible versión de ‘Highway to Hell’. El libro contiene, en palabras del autor, trazas de memorias, pero funciona como un glosario de los grupos que más influyeron a Siniestro. Por cierto, aquel ‘Folla con él’ mutó en la canción ‘Somos Siniestro Total’.

El paso de los años y de los discos fueron modelando la máquina compositiva de la banda. Como Óscar Mariné manifestó en el prólogo a Tremendo delirio, Siniestro Total eran muy diferentes a los demás grupos, siempre daban algo más. Siniestro nunca fue un grupo punk, siendo el más punk de todos”. En De hoy no pasa (DRO, 1987), pasan del punk furioso de ‘Al fondo a la derecha’, al pop rock de ‘Diga qué le debo’ o a la folclórica ‘Balada de Cachamuiña y María Pita’. Con la incorporación de Xavier Soto que, como se ha señalado, formaba parte de aquellas bandas primigenias y del accidentado elenco del Renault, el grupo ganó en empaque. De hecho, si un concierto de Cucharada fue el que los animó a tocar, otro recital en vivo, en este caso de los ingleses Dr. Feelgood, al que asistieron el propio Soto y Hernández, supuso otro hito en su vida: “tío, esto es lo que hay que hacer, dejémonos de historias”, dijo el primero. La influencia de la banda se traspasa no sólo en la versión de Roxette, sino en sus sonidos futuros, que se dejarían notar aún más si cabe con el abandono de Miguel Costas. Pero no adelantemos los acontecimientos.

“la familia es la célula de la sociedad moderna,

aunque sea cancerígena desde la Edad de Piedra”

La profesionalización del grupo se notaba también en la producción y su ascenso en la lista de ventas (al menos en las oficiales, porque las ventas piratas de sus éxitos en gasolineras no contabilizan) se materializó en un disco de oro con En beneficio de todos (DRO, 1990). Para entonces el bajista Alberto Torrado había abandonado la banda y su sucesor, Segundo Grandío, se estrenó en la composición con la música de ‘Camino de la cama’, cuyo hipnótico riff de bajo también se sumó a los altares del pop español. Dicha profesionalización, influida también por el fichaje como mánager de Xosé Manuel Blanco (otro protagonista en el devenir del grupo) y el ojo de las multinacionales, les hizo abandonar el barco de DRO y fichar por BMG, con la que empezaron con buen pie con el directo Ante todo mucha calma (BMG, 1992). Para aquellos entonces la banda era una máquina perfectamente engrasada, como manifestó hace unos meses el locutor Ángel Carmona. Esta “traición” a la compañía DRO tendría su respuesta en forma de títulos de álbumes que editaron con los años, como el grandes éxitos Trabajar para el enemigo (DRO, 1992) o en forma de melancólico llanto, parafraseando a Pink Floyd: Ojalá estuvieras aquí (DRO, 1993), un muy recomendable recopilatorio de caras B de la banda. Pero la banda estaba su huida hacia delante y se marchó a Estados Unidos a grabar con Joe Hardy, productor e ingeniero muy vinculado al sonido de ZZTop. Esto sería determinante para que la banda le dijera sí, quiero y sellaran una relación que duraría hasta el fallecimiento del norteamericano en 2019.

Hardy y el hecho de contar por aquellos entonces con tres guitarras (Hernández ya había abandonado las baquetas en el anterior álbum de estudio), hicieron que Made in Japan (BMG, 1994) sea el disco más metálico de la banda, casi cercano al heavy, con el que la banda ya había coqueteado, como así se demostró con la apropiación que la banda gallega hizo del ‘Vamos muy bien’ de OBUS. Comienza con ‘Tan hermoso’ haciendo alarde de la bicefalia que tenían con Costas y Hernández cantando a dúo, algo con lo que Julián ya había probado en la creación de Def con Dos. Un disco demasiado largo, en palabras de Julián, pero del que se pueden extraer numerosas canciones que formarían parte del repertorio, incluyendo otro himno religioso como ‘Yo te dije yeah!’. Luego hablaremos del rollo mesiánico de Siniestro Total, porque lo habíamos avanzado, si los Ramones ironizaban (queriendo o sin querer) con la relación entre sus miembros, en concreto Joey y Johnny, cuyas diferencias se tradujeron en la letra de ‘We’re a happy family’, la banda haría lo propio con su análisis en ‘A casa’: Miguel terminaría abandonando la banda durante la gira de Made in Japan, fruto de muchas “pequeñas cosas a lo largo de los años”, como ha confesado recientemente en la rueda de prensa que dio la banda con motivo de la presentación de El último concierto del día 6 de mayo del 2022. Es verdad que su aportación cada vez era menor, y su carrera paralela con Aerolíneas Federales no ayudaría, como tampoco lo hizo el cambio de rumbo de sonido como ya hemos apuntado: la banda más cercana al rock y al rithmandblues y Costas siempre tan ramoniano (“yo quería a los Ramones y ellos a mí”, canta en uno de sus discos en solitario). Imagino también que para mediados de los 90, con ya casi quince años a las espaldas, quizá pretendía echar el freno a una locomotora que llevaba una velocidad imparable. Miguel lo deja así entrever en la entrevista que Ordovás dedica en la segunda edición de Apocalipsis con grelos. Los miembros de ST, cuando no estaban directamente en la dinámica propia de la banda, léase grabación-promoción-gira, estaban pergeñando todo tipo de proyectos: “Hay una imagen que en Galicia no podemos tener más cercana, que es la gente que se embarca en un barco congelador y se tira seis meses fuera, sin pisar tierra”, dice Julián en Tremendo delirio. No había tiempo para detenerse, quizá porque en tierra, en casa, el mareo y la resaca eran demasiado brutales.

“Sólo los estúpidos tienen la conciencia tranquila”

La historia está salpicada con duros dilemas y afrentas. Lennon contra McCartney, o mejor dicho Harrison contra el resto, o Martín Lutero contra León X. ¿A quién quieres más, a papá o a mamá? Pues eso, la marcha de Miguel Costas representa el gran cisma, casi definitivo para los fans. La disyuntiva Costas/Hernández aún resuena en los foros de internet, a pesar de la vuelta del primero para los Últimos conciertos que ofrecieron en Madrid el 6 y el 7 de mayo. Pero cuando Costas se fue allá por 1994 otra vez muchos dieron por acabados a Siniestro Total. ¿Cuántas muertes llevamos ya? Julián, una vez más, desoyendo a su conciencia, como escribiría en una canción, huye hacia adelante comenzando su etapa más hiperactiva y creativa. Edita los álbumes de estudio Policlínico miserable (BMG, 1995) y Sesión vermú (Virgin, 1997), se embarca en una aventura por las méricas y edita un homenaje a las bandas que más marcaron su carrera con Cultura popular (Virgin, sí, también en 1997).

Con Cultura popular Julián expone al fin la tesis que lleva perfilando durante toda su carrera y que ya hemos apuntado antes con sus declaraciones. No hay diferencia entre alta cultura y baja cultura. De forma que, como apuntó a un servidor en una de las pocas veces que he tenido el placer de entrevistarle, Goscinny podría codearse perfectamente con los grandes autores del siglo XX. También lo apuntaba ya en el libreto del CD. Allí podemos encontrar una proclama, al más puro estilo de las que el propio Julián y César Strawberry hicieran en los inicios de Def con Dos:

“(…) Que nadie se llame a engaño: la Alta Cultura es una forma de prostitución como otra cualquiera. ¿Qué puede llegar a hacer un cineasta por una subvención? ¿Qué tipo de contactos hay detrás de cada premio Planeta? ¿No se arrastraban Mozart o Beethoven cuales gusanos por unas viles migajas del pastel palaciego? Además ¿por qué tenemos que disfrutar con la música que escuchaba la aristocracia centroeuropea del siglo XVII mientras nuestros antepasados vivían en la miseria, eran analfabetos y rara vez llegaban a los treinta? (…)”

“Porno duro en los despachos, porno blando en la recepción (…)

Estamos lentos de reflejos, pero en plena fluctuación”

En el año 2000 la banda sacó adelante un proyecto ambicioso en forma de Historia del blues (Virgin), poniendo fin a este periplo de multinacionales, por cierto. En este disco conceptual Siniestro elabora una historia de la música occidental a través de la historia de Jack Griffin, un personaje que huye del diablo a lo largo todo el siglo XX por un pacto que había sellado. El Maligno lo persigue a lo largo de los años por haber abandonado la ortodoxia de la demoníaca música blues. Resulta irónico el paralelismo con los propios Siniestro, unos fariseos que a estas alturas del cambio de milenio había abandonado toda pureza punk. Este disco, en opinión del que suscribe, supuso el divorcio con la mayor parte de sus seguidores, aunque entraran al nuevo milenio con el triple álbum conmemorativo de su vigésimo aniversario (¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?, DRO, 2002). A todo esto se sumó la gran crisis que la industria discográfica atravesaría en estos años, entre programas musicales de telerrealidad o el cambio de paradigma que supuso la entrada de internet, el pastel se redujo para la sobrealimentada industria. Todo hizo que editar proyectos fuera más difícil, explicaría Julián en la mencionada entrevista en una reciente entrevista en El sótano de Radio 3.

Quizá porque coincidieran estos años ya con mi mayoría de edad y mis primeros conciertos en directo de la banda, pero para mi siguen estando muy inspirados, tanto en Popular, democrático y científico (Loquilandia/El Diablo, 2005) o Country & western (Sony, 2010). Espacian más sus lanzamientos oficiales, eso sí, aunque entremedias lleven a cabo proyectos que otrora hubieran visto la luz, como fueron O Gran Show Medicina, una recuperación del los Medicine Shows que recorrían el Oeste americano en la América finisecular. Otro ejemplo de ello fue el homenaje a Frank Zappa que supuso la colaboración con el Taller Atlántico Conteporáneo, Land of opportunity.

 “No sé si puedes ver que empieza a anochecer y mañana serás el chico de ayer”

Volvemos al presente tal y como empezamos, a los años en los que aquel chaval, Roque, asistía sus primeros conciertos. ST ha publicado el que, hasta la fecha, es su último de estudio: El mundo da vueltas (Trilobite Records, 2016). Seguramente este álbum presagia la lenta disolución del grupo que, sin embargo, tras la marcha de Segundo Grandío al bajo y la incorporación de Óscar Avendaño allá por 2001, ha conseguido su mayor estabilidad. No hay que despreciar la contribución de ningún miembro de la banda. Ya se ha apuntado la influencia de Xavier Soto, alguien que siempre estuvo ahí, desde antes de los inicios. Segundo Grandío pudo llevar a la banda a un sonido más cercano al R&B o el funk‚ pero la llegada de un versátil Avendaño coincide con un sonido algo más pesado y, sí, quizá la vuelta al punk, como se puede ver en cortes como ‘Monstruos’, ‘Eterna relación’ o un nuevo himno, ‘Bésame, soy gallego’, incluso aporta la música y la letra de Fariseos del Rock. No hay que obviar la contribución del saxo de Jorge Beltrán (fijo en la formación desde 1996) o la pegada de Ángel González, que por enfermedad abandona la banda en los últimos conciertos.

“Somos un grupo de rock y tocamos a toda hostia”, decía Julián al inicio de la gran mayoría de conciertos a lo largo de estos veinte años, en los que aún consiguen arrancar pogos en las primeras filas. Pero “Dios no juega a los dados, hace trampas al black jack” y, así como el propio Julián ha manifestado alguna vez, este país es cruel con sus artistas. Así como las apariciones de Miguel Ríos son recogidas con chufla por parte de la mayoría de la gente, Siniestro Total, convertido en una banda de culto para muchos, y para la mayor parte del público es apenas una banda extinta más, a pesar de no haber interrumpido nunca su actividad en cuarenta años. La indiferente puñalada que supone la frase “ah, ¿pero no se habían separado?”, se suma a la de “eran mejores con Costas” y se convierten en continuos mantras cada vez que anuncian un proyecto, minimizándolo. Hay una viñeta del dibujante y novelista Juarma en la que se observa a un hombre compungido que abraza el primer disco de Metallica. El de Deifontes titula: “Los grupos de rock no hacen discos como cuando tenías 18 años, porque antes eras un joven con ilusiones y energía, y ahora eres un puto escombro”. Para mí esta viñeta describe perfectamente a los nostálgicos, entre los que a veces me incluyo.

Sin embargo, las expectativas para los últimos conciertos en Madrid (más de setecientos en toda su historia) se sobrepasaron y vendieron unas veinticuatro mil entradas. La ocasión la pintaban calva, nunca mejor dicho por la mayoría de público talludito, que cantó a coro los himnos de la banda junto con Hernández y Costas. Un concierto de rock, ni más ni menos, sin extravagancias, que empezó con un ‘Tan hermoso’ y que acabó con ‘Somos Siniestro Total’.

Siniestro Total, aunque amenacen con publicar más discos, ya puede empezar a hablar en pretérito y decir de verdad: “fuimos un grupo vigués”. “Tendrán que creernos”, dice una y otra vez Julián. El marinero ha llegado a puerto y se enfrenta a una vejez fuera de su medio natural, el destino les ha alcanzado… Se me ocurren multitud de metáforas sacadas no sólo de la cultura popular o de este mismo artículo, escogidas con la intención de obtener una perfecta estructura circular de la historia que he contado, historia que ya estaba ahí y de la que he ido recogiendo los pedazos para armar la mía propia. Creo haber apuntado que Julián siempre ha sido muy transparente exponiendo su historia, apenas hace mención a su vida privada (sabemos que se casó, que al menos tiene una hija). No obstante, como un artista total entregado a la causa de su propia obra, ha ido relatando su huida a lo largo de estas décadas. Si Jack Griffin escapaba del diablo, quizá Hernández lo haga del propio Dios, al que tantos versos ha dedicado, desde ‘Paseando por el agua’, ‘Black Jack’, ‘Dios tiene un plan’, ‘Yo te dije yeah!’, o la propia ‘Ayatollah!’: “Soy un enemigo de Alá, no me gusta la rumba ni el jazz”. Aunque ya le preguntaron recientemente sobre su fijación con el altísimo en La Razón sobre ello y la cosa no fue a mayores.

Decía, y ya voy acabando, que he ido recogiendo los pedazos de la historia de la banda para acercarme peligrosamente a la teoría de la conspiración, como aquella que decía que McCartney había muerto en un accidente de tráfico allá por los sesenta. Ya lo dijo Julián, eso de que quizá sea como el protagonista de La escalera de Jacob, que luchaba entre la vida y la muerte en Vietnam mientras soñaba con una vida sin guerra. Julián no salió vivo de aquel accidente o, si lo hizo, fue con secuelas, que le obligarían a vagar por el mundo para llegar a formar parte de la cultura popular nacional durante estas cuatro décadas. Nunca se ha visto una condena mayor por delitos mucho peores. En definitiva, que me repito ya, he armado este homenaje en forma de collage. Es todo aquello de que la suma de las partes es mayor que el todo ¿O era al revés? El caso es que una vez me lo dijo Julián, que probablemente lo dijera antes Aristóteles y alguien también más listo que nosotros. Es igual, porque el resto es silencio.

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