En la compleja división que existe entre aquellos que alaban el aire acondicionado y los que lo odian a muerte yo estoy entre los últimos.
Si hay ventilación y sombra el aire acondicionado es innecesario.
Querer lo contrario es como ir de invitado y buscar la boda con la novia.
No se puede y otro mundo no es posible.
El calor es una lagartija al sol. El frío es la ausencia de calor o una bota sin atar.
Y en primer lugar, porque contamina y ya hay ropa adecuada para las altas temperaturas.
En conclusión, solo habría otro tipo de división, los que aprecian las estufas en las calles para consumir bebidas y comidas en invierno y los que detestan estas máquinas y las apagan de una patada certera. Pero este es un tema para otra estación y no es ni está de actualidad.
De un tiempo a esta parte, cuando conozco a alguien en verano lo primero que le pregunto es su opinión al respecto.
Al respecto de lo abordado hoy aquí.
Sí o no.
Hacía alusión Brecht en una de sus historias: Como se preguntara a un ser humano llevado a los tribunales si quería prestar juramento bajo la forma laica o la eclesiástica, respondió: Estoy en paro.
Raoul Vaneigem