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Mientras tantoMarcelo en el 68ª edición del Festival de Mérida

Marcelo en el 68ª edición del Festival de Mérida


Menos murciélagos esta vez. Me lo están exigiendo los humanos. Que si todo lo que cuento este verano habla de murciélagos… Que si soy un pesado con esto de los murciélagos. ¿Pues acaso no soy yo un murciélago? ¿De qué quieren que hable? ¿Solo de humanos? ¡Por encima de mi pequeño cadáver! Pero, además, si de humanos también hablo. Y mucho… Si el único teatro que veo últimamente lo hacen los humanos, y acabo hablando de ello… Anda, y que les den morcilla…

En fin…

Todo esto viene a que me fui al Festival de Mérida, que anda ya por la 68ª edición, con la intención de escribir más de humanos y menos de murciélagos. Y eso me trastornó un poco… Nunca había ido al Festival de Mérida. Es que, como de pequeño no había salido de Almagro (nací allí), todo era Festival de Almagro… Además, los murciélagos no solemos viajar; de entre los murciélagos solo viajo yo, que soy el raro, y que me dio por hacerlo unos años atrás para no perderme nada de lo que sucediera en los teatros españoles, y… Aquí estoy ahora, de festival en festival y de feria en feria…

Pues ya he conocido el otro gran festival de verano, aparte del de mi pueblo: he conocido el Festival de Mérida. Fui solo una noche, el sábado 16 de julio por la tarde, dormí por allí y me vine al día siguiente a Madrid, a mi supermercado preferido. Me habían dicho que en Mérida hacía calor, y recuerdo haber pensado que yo también había pasado calor en Almagro, que toda la vida en verano he pasado calor, y que qué quieren en verano, ¿nieve? No hacen más que quejarse estos humanos. Si nieva, se quejan, si hace calor, se quejan…

Sí, es cierto, en Mérida hacía calor, y dicen que la gente se mete en casa después de comer y ya sale a las siete o las ocho de la tarde… ¡Pues como en Almagro, leches! Si es que les da por celebrar los dos festivales más longevos (creo que so los más longevos, sesenta y ocho ediciones el de Mérida y cuarenta y tres el de Almagro) en dos sitios bien calurosos en verano. Bueno, por algo será. Quizá a los humanos teatreros les gusta el calor, el sudor, la cerveza… Porque, eso sí, los humanos relacionan calor y cerveza, para algunos son inseparables… Aunque para otros también son inseparables teatro y cerveza…


Fachada del Teatro María Luisa

La primera función era en el recién remodelado Teatro María Luisa, y empezaba a las ocho de la tarde. Salí de Madrid a las siete y cinco, porque se me alargó la siesta, y llegué a Mérida antes de las siete y media. Sí, volé rápido, aunque con mucha precaución. Es que no me pensaba perder Antígona de la compañía portuguesa Chapitô. Esta compañía, que lleva ya treinta y ocho montajes, sigue haciendo clásicos por todo el mundo, y en esta ocasión, y tras haber hecho Edipo hace unos años, ha elegido hablar de los hijos de Edipo en esta breve tragedia que vuelve a poner de moda las lapidaciones. Está claro, ya sabéis que Chapitô hace las tragedias muy a su manera, y que lo más seguro es que te rías viendo la tragedia.


Antígona de Chapitô

Esta tragedia de risa está interpretada por Tiago Viegas, Susana Nunes y Pedro Diogo, y dirigida por José Carlos García y Claúdia Novóa. Y está muy bien viajar para ver a Chapitô. Me lo voy a poner como deberes un par de veces al año.


Antígona de Chapitô

En otro orden de cosas, a mí esto de las lapidaciones me ha hecho pensar. ¿No podríamos lapidar a algunos de los que suben a los escenarios actualmente?

Vale, no, siento haber dicho esto, quizá me está sentando mal el calor… Voy a pasar por el baño a refrescarme un poquito…


Detalle de los baños del Teatro María Luisa… Sé que aquí en El Gallinero, antes eran fans de los baños de los teatros

Y tampoco quiero desvelar nada de lo que pasa en Antígona. Que luego, a ver si me van a decir los humanos que destripo las obras.


Los actores de
Antígona en los aplausos

El público del Teatro María Luisa de Mérida lapidó de lo lindo a los actores de Antígona. Perdón, en que estaría yo pensando… Rectifico, quiero decir, el público del Teatro María Luisa de Mérida aplaudió de lo lindo a los actores de Antígona y luego salió del fresco teatro (alguno se había puesto hasta la rebequita) a los cuarenta y tantos grados de la calle a seguir comentando la obra. De hecho, los acomodadores tuvieron que invitar a los últimos rezagados a salir, porque, claro, dentro del teatro la temperatura era más apetecible que fuera, y ahí estaban aún charlando en el patio de butacas, tan a gustito… Yo también salí, y, además, con ganas de lapidar. No sé qué me pasó, pero es que me pareció tan buena idea…


La sangre de
Antígona llegó hasta la camisa de un espectador de Badajoz

Los espectadores (que algunos habían ido a ver Antígona desde Almendralejo, Badajoz, Sevilla y hasta desde Madrid) se quedaron en la puerta del teatro catatónicos por el cambio de temperatura, y yo me fui hacia el “marco incomparable”. Esto de “marco incomparable” se lo he oído a alguien en Madrid, y no recuerdo a quién. Pero sí, el “marco incomparable” es el Teatro Romano de Mérida. Solo lo había visto en fotos. A ver, grande sí es, pero… Sí, también está un poco roto y recompuesto… Ya, que es muy viejo, vale… No, no me estoy metiendo con la joya de Mérida… Que lo han retocado más por un lado que por el otro, sí, puede ser… Que en época de los romanos cabían 6000 personas y en la actualidad 3000… Vale, que falta la parte de arriba, pero quizá en la época de los romanos la gente era más pequeña y se apretaban más al sentarse. Entre lo que oía a los espectadores y lo que yo pensaba antes de que empezara El misántropo, se me pasó el tiempo volando. “Que vamos a ver a Beatriz Carvajal”, dijo uno. Yo, desde mi ignorancia murciélaga, tuve que esperar a que otro explicara quién es Beatriz Carvajal. “Salía en el Un, dos, tres, y luego, en muchos sitios más.” Ah, hablaban de la tele… Claro… “Mira, esas dos son famosas, ay, sí, cómo se llaman… Llama a tu hermano y le preguntas”, eso dijo otro, refiriéndose a dos mujeres que estaban sentándose solitas y aisladas en la zona VIP, y haciéndose fotos. Yo pensaba que cómo iba alguien a llamar a alguien y preguntarle que cómo se llaman dos que tienen delante y que el del otro lado del teléfono no está viendo… Cosas de humanos, que están locos. Yo sabía quién era una, porque la había visto muchas veces en el escenario, pero no se lo dije a nadie.


«Marco incomparable» y dos famosas por las que los espectadores de Mérida hacían aspavientos

Me puse a pensar que existe de verdad la gente que cuando ve un famoso se pone a hacer aspavientos, que es cierto que un poco de eso sucedía en Almagro; en Madrid sucede menos, porque están más acostumbrados a los famosos. Pero hay gente que se pone muy nerviosa, que parece que está a punto del colapso… Si estos fueran a Madrid, con la de famosos que hay por la calle y por los teatros, estarían al borde de la muerte cada día… Es lo que tiene el público de ciudades pequeñas, que para ellos cualquier cosilla es un acontecimiento. Para que un madrileño se ponga nervioso al ver a un famoso, el famoso tiene que ser un futbolista por lo menos, nada de actores de series; aunque luego sí que si un actor de series se sube al escenario, las entradas se agotan, pero los espectadores no se ponen a hacer tantos aspavientos cuando le ven.


Ángel Ruiz como un yogui en
El misántropo, y alrededor, las espigas y amapolas

Me puse a pensar también si hay teatros y festivales que sacan partido de esto. Es decir, me puse a pensar en eso del teatro comercial y en esa necesidad de poner a gente que sale en la tele de protagonista para asegurarse una buena recaudación de taquilla. Me puse a pensar en algunos teatros de Madrid a los que voy poco. Me puse a pensar en esos espectáculos que buscan la rentabilidad y para ello necesitan poner a alguien de televisión para que el público pague gustosamente (y a veces precios exagerados). ¿Al público le da igual ver cualquier obra? ¿Realmente lo que el público quiere es ver a la famosa de turno, por ejemplo, Lolita Flores, sin importarle si hace Antígona, Medea, Melocotón en almíbar de Mihura, o un personaje para el que no dé la edad, como Julieta en Romeo y Julieta? ¿Cuántos de los que estaban allí sentados habían ido al “marco incomparable” a ver a Beatriz Carvajal? Me hubiera gustado preguntárselo. ¿Triunfó para ellos Beatriz Carvajal esa noche? Seguro que sí. ¿Conocían a los otros cinco actores? ¿Les miraron y apreciaron su trabajo o solo tuvieron ojos para Beatriz Carvajal y para las otras dos famosas que estaban haciéndose fotos en la zona VIP?


Jesús Castejón y Beatriz Carvajal en
El misántropo

Volviendo a El misántropo (que, por cierto, estaba dirigido por Carol López) otro dijo que iba al Teatro Romano a ver la función porque es bonito ver teatro en el “marco incomparable”. Es decir, parce que hay gente que tiene la tradición de ver al menos una función cada verano en el Teatro Romano de Mérida. Y en concreto en El misántropo se ve muy bien el “arco incomparable”, porque no se ha cubierto con ninguna escenografía. Solo se han colocado por el suelo unas espigas y unas amapolas, y unas sillas para que los actores puedan usar. La escenografía estaba firmada por Alessio Meloni. Y al fondo, el “marco incomparable”, las columnas y puertas del frontal del Teatro Romano iluminadas en distintos tonos según cada escena. Y por la puerta central y las laterales salían y entraban los actores, cuando no se quedaban sentados en las sillas del escenario. Todo empezaba con Jesús Castejón (que hace de un señor muy gruñón llamado Cnemón) hablando a público como actor y no como personaje, y después salía Beatriz Carvajal, que interpretaba a Mirrina, y hacía lo mismo. Mucha parte del público ya estaba muy contenta por haberla visto, y entonces empezaba lo bueno, salía Ángel Ruiz como dios Pan, y contaba y hacía cosas de dioses. Los otros actores eran Carlos Troya (Gorgias), y María Ordóñez (muchacha sin nombre), que hacían de hijos de Cnemón, El misántropo, y por último, Alejandro Pau (a quien había visto ya muchas veces en los clásicos de la CNTC en Almagro) haciendo muy gracioso del hijo de Mirrina, Sóstrato.


Alejandro Pau como Sóstrato en
 El misántropo, y muchas espigas y amapolas

La obra trataba de enamoramientos y desenamoramientos, de Cnemón enfadado con la humanidad, pero que cambia de parecer cuando cae a un pozo y necesita la ayuda de los demás para ser rescatado, de Sóstrato enamorado de la muchacha sin nombre, de la reivindicación de la muchacha sin nombre de tener un nombre y una entidad… Todo esto está en esta versión que ha hecho Xus de la Cruz y Carol López de El misántropo de Menandro (o del Menandro de Misántropo, como decía Ángel Ruiz a alguien en las cañas de después). Mirrina, junto a Ángel Ruiz haciendo de un yogui, crean una casa de reposo a la que Cnemón no quiere ir, pero tiene que acabar yendo… Y ya no os cuento lo que pasa después. Podéis verla en el Teatro Fernán Gómez de Madrid en octubre. Antígona, de Chapitô, por ahora no sé si se podrá ver en Madrid.


Aplausos en
El misántropo

El caso es que El misántropo fue cortita, una hora y media, alguien dijo que otras veces las obras allí son mas largas… También otro dijo que otras veces no hacía tantísimo calor, que es la obra con más calor que ha visto en Mérida… Otra vez el calor, qué pesados… Se fueron a tomar cañas muchos, para superar el calor, y otros a dormir, supongo. Me quedé allí donde tienen el bar, al aire libre, justo al dejar el Teatro Romano y pegadito al Anfiteatro. Chupé los restos de alguna cerveza, que es que la gente no las apura, porque dicen que se calientan enseguida… No importa, ya las apuro yo. Allí vi cómo los actores de El misántropo charlaban con los amigos que habían venido a verles, y con los fans… Vi cómo Alejandro Pau le decía a alguien que era la primera vez que venía a Mérida, que no había podido venir nunca ni siquiera a ver un espectáculo, y que se estrenaba en Mérida sobre el escenario. También vi a los de Chapitô charlando con los demás… Y tras chupar los restos de alguna que otra cerveza,  me fui a mirar el cartel y ver lo que me había perdido: Safo de María Folguera, Marta Pazos y Christina Rosenvinge, Julio César desde Argentina, Penélope, del Ballet Español de Murcia…

Y también vi lo quedaba para las siguientes semanas. En el Teatro María Luisa: Numancia de Nao d’amores y la CNTC, Las bingueras de Eurípides, de Las niñas de Cádiz, ¡Que salga Aristófanes!, de Els Joglars… Y en el “marco incomparable”: Minerva, de Assumpta Serna y Scott Cleverdon, Ariadna, al hilo del mito, del Ballet de Rafaela Carrasco, De Sheherezade, de María Pagés, y Miles Gloriosus, El aroma de Roma y La tumba de Antígona.

Tras leer todo este programa y quedarme con los dientes largos (que en un murciélago, tener los dientes largos es muy peligroso) y además con las ganas de lapidar que me habían entrado por la tarde, me eché sobre una rama, porque no encontré supermercado, y ahí estaba mirando a los teatreros cuando de repente aparecieron un par de murciélagos. Pero esto no os lo pienso contar, porque me he propuesto no hablar de murciélagos en esta entrada.

Marcelo, el murciélago

 


Todo preparado para que comience la función en el Teatro María Luisa

 

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