«Hay que entablar un pacto con el ensayo, el diario,
la biografía, y el libro de viajes y con
el demonio si hace falta.»
Enrique Vila-Matas, Solo o en compañía de críticos
Son fechas de rentrée literaria y para decidir qué libros leer y qué género escoger, quizá sea el momento de atender a Enrique Vila-Matas. Nos ayudará a saber qué camino escoger y cómo compaginar nuestro perfil de lector con el de crítico y, para quien escriba, con el de narrador. Para ello, tomaremos de base su escrito titulado Solo o en compañía de críticos. El escritor barcelonés creció en una dictadura que adormeció a la sociedad y a la creación a través de la censura. Esto impregnó el modo en el que los artistas enfocaban y entendían su trabajo en un periodo y el siguiente en el que las corrientes predominantes fueron, sobre todo, el realismo y el naturalismo. Sin embargo, no eran esos los hogares de Vila-Matas quien, según sus propias palabras, entiende «la realidad como un trampolín», un disparadero hacia nuevas formas en el arte y la literatura. Porque, como afirma, «el realismo es el espacio literario en el que se mueven los narradores que tienen miedo a ser originales». De dicha frase se deduce que él mismo se acercase a la literatura alejado de zonas de confort y desde la sensación de dar un salto al vacío. Y parece además que Vila-Matas entendiese la caída de la dictadura como una auténtica transición más allá de lo político, un punto donde situarse para ahondar en la búsqueda de un estilo nuevo y original.
Como motor propio, Vila-Matas hace referencia a las dos personalidades que habitan en un escritor y a la «sensación de lucha en el novelista» en el que convergen. Por un lado, una personalidad pretenciosa que aspira a convivir con las grandes ideas de la humanidad y por otro, esa personalidad que busca la verdad en el detalle y que equipara, de ese modo, lo humilde con lo grandioso. Vila-Matas vive esa personalidad múltiple como un estímulo, pero también como una carga, que en el fondo es el peso que siempre toca asumir cuando nos enfrentamos el ejercicio de la libertad y sus consecuencias. Porque es precisamente la libertad narrativa lo que en última instancia busca Vila-Matas: jugar con el lenguaje para encontrar estructuras que lo lleven a un nivel superior de creación.
Para eso, además de pactar con el diablo, Vila-Matas empuja las palabras hasta hacer chirriar su «goznes» y maneja la tradición previa hasta hacerla «irreconocible». En ese proceso, el autor debe utilizar los géneros literarios sin pudor, hasta fusionarlos y borrar los límites existentes entre ellos. En ese «paseo errático» por la mezcla de géneros, la transformación del estilo y la búsqueda de nuevos límites, Vila-Matas encuentra que «la vida imaginaria es más evidente que la realidad». Así, ve la literatura como un ejercicio de pensamiento en el que las facetas de escritor, lector y crítico deben interactuar entre sí de modo inevitable, en un «espacio más cercano al ensayístico que al de la ficción»; aunque si resultase necesario, se debe »operar de una forma diametralmente opuesta». Estas reflexiones permiten vislumbrar su aspiración (en apariencia paradójica) de utilizar todos los recursos a su disposición, para convertir esos géneros literarios en una muestra de lo que son, pero también de lo que nunca se creyó que podrían llegar a ser. Tenemos una nueva oportunidad de comprobar si lo ha conseguido en este inicio de curso literario, puesto que su última novela, Montevideo, ya está lista en las librerías.
Y hasta una de ellas, nacida hace solos unos días en Valladolid, me he acercado a escuchar algunas sugerencias (no todas forman parte estrictamente de esta rentrée). Marta y Gloria son fundadoras de El rincón de Morla, quienes con su entusiasmo contagioso aspiran a dotar a la ciudad, ya de por sí caracterizada por una gran oferta librera (viniendo de Córdoba, donde ocurre lo contrario, me sorprende la enorme diferencia entre ambas poblaciones), de un nuevo espacio cultural consagrado a textos de calidad y apuestas sin miedo al riesgo. Entre sus recomendaciones se encuentra La ventana de Isabel Alba, una novela que absorbe la energía al describir «la devastación anímica, económica y social de una joven ilustradora en paro durante los primeros meses de la pandemia». Además, Marta y Gloria nos invitan a leer La caricia del viento, un libro infantil de la autora francesa Sandrine Kao, del que se ha dicho que «rebosa ternura y sencillez» y en el que, a través de un pequeño roedor, asistimos a ese continuo descubrimiento que supone ser niño. Por útlimo, en solo unos días, se volverá a reeditar Distancia de rescate, una novela de la escritora argentina Samanta Schweblin que, como todos sus textos, obliga a leer con la respiración entrecortada, anticipando un final que siempre será menos perturbador de lo que se espera.
Por otro lado, no he podido resistirme a hacer mis propias recomendaciones. Porque Hierba, de la ilustradora Keum Suk Gendry-Kim, es una novela gráfica que colorea el espíritu de sus trazos negros. En ella se cuenta la aterradora historia de Lee Ok-Sun, una mujer coreana que sirvió como esclava sexual para el imperio japonés, una de tantas a las que se les arrebató la vida para convertirlas en «mujeres de consuelo». Para terminar, aconsejo la poesía sin imprecisiones de Miriam Reyes, quien no escribe con tinta sino con los materiales que encuentra en su propio cuerpo, dejando algo de ella en cada uno de sus poemas. Extraña manera de estar viva. Poesía reunida (2001-2021) ha sido publicada hace poco por la también recientemente alumbrada editorial Mixtura.