El vigor
El vigor
Una flor que se abre, otra vez
una tormenta.
Repite: mete
Repite: mete
Métete. Son dos caballos sintéticos
perfectos,
un palo aleccionado,
un agujero.
Dale papá, dice ella
que tuerce la boca,
cuando así lo llama.
“Ahí cabes tú”, dice.
Cabrían ella y él, muchachos
en la aspereza del verano
de Nueva York.
*
Aguas calientes
Hirviendo,
cuerpos viajeros en los Andes
Una combi, Dios de copiloto, cortó
el viento de Santiago, frente de hielo
Y los animales que pastaban
allá abajo
rumiaban viéndonos.
Pagamos el papel impreso
“Y ahí se pueden bañar”, señaló la gorda
Qué manera de germinar el humo
entre las piedras de la cueva.
Andamos. Dos colegiales pasaron,
ella estaba sonrojada
Él la sostenía, la mano abierta sobre la
falda. Casi se adivinaban desnudos.
Así, tú y yo, en los Andes
tu figura en el agua
y en el aire, tu garganta que me ampara.
Frótate en el templo, el cabello largo,
unos instantes de
saliva,
los labios súbitos,
la tentación de quedarnos así,
la risa de los colegiales, de regreso, el azul del cielo,
la sombra de las nubes blancas.
Una tarde de mayo en los Andes
dos maletas de nuevo en el asiento
El camino que atraviesa los maizales
de regreso al pavimento,
a la rutina,
al feroz frío.
*
Blanca
Leche tibia y blanca
como tú
¿Por qué no te la tomas?
Si gira así el mundo
Y amanecemos juntos tantas veces exprimiendo
esa ubre sagrada
esa conchita delicada
y pura, fraganciosa.
Es media noche y está oscuro
dulce Blanca
el catre es una flor
capaz que viene el frío
del invierno
y se nos va con él la calor:
tus manos alrededor de mi entrenado coto
mi corazón
hinchado.
*
Elogio del trueno
Pies de muchacha
escabullida sobre las sábanas
de un depa en el Bronx:
Dices hoy, muchos años después
que tus pies me siguieron a través
de la noche,
del barro de un club de golf.
que se juntaron conmigo al borde
de la madrugada para ver
Manhattan
en blanco y negro
que al apagar la luz
tus pies de turista
y los míos
se juntaron bajo la ropa caliente
que me hablaste de tu sangre
del mes
y yo dije:
“Muchacha ¿puedo entrar entre
tus pies,
sobre tu espalda?
¿Podemos ser animales de cobre?»
Como si acaso la noche reconociera
esos vocablos en español, esas
rodillas acostadas, la
impresión del nuevo día
del televisor que se apagó
mientras se movía la cama.
Multitud de carne
entre las sombras.