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Mientras tantoUna lente, un autor

Una lente, un autor


Hace poco Filmoteca Española ha decidido escudriñar el archivo de Iván Zulueta, el gran director maldito de “la Movida” y luminaria cultureta celebrada en cualquier revista de cine aquí. Me interesaba ir por ver a Zulueta sin edición, sin un montaje preparado, porque guardaba un recuerdo excelente de sus piezas cortas para Último grito de la televisión pública. En ellas hacía juegos a lo Richard Lester con las ópticas, en el estilo de Help!, y llegó a dibujar varias canciones de los Beatles con una especie de rotoscopia animada. Recuerdo que su clip de Something, donde dibujaba perfiles femeninos al ritmo de la canción de George Harrison, me emocionó por su sensibilidad y encanto: un contenido perdido, vaya, en una televisión sin libertad.

(minuto 14:53 para el vídeo de Something)

No me equivoqué en absoluto en asistir: Zulueta era un maestro del encuadre -cosa casi imposible de aprender- y de la edición. En una pieza con Cecilia Roth es capaz de aumentar la tensión erótica sin jamás cortar el cuerpo de la actriz. Todo ello con bastante clase, lo cual dado el percal nacionalcatólico de sus coetáneos, véase al rijoso Fernando Trueba, tiene no poco mérito. En otra, rueda un desopilante cumpleaños en los 80, parte quedó en Arrebato, con cámara en mano y realizando notables elipsis y “paneos”. En la sesión de la película algunos gritaban los hombres de la fauna de “La Movida”, muchos muertos ya, en pieza melancólica de una generación con mala vejez y peor salud.

Soy moderno, soy eterno, soy el director yeyé

Sería baladí citar a los famosos que salen en esa fiesta, algunos convertidos en concejales o funcionarios ahora seguramente, pero de su caos da testimonio una especie de orgía falsa en la que colaboran Alaska, Antonio Gasset y el propio Zulueta en un cuarto de baño alicatado. Pura diversión juvenil.

Pudo ser nuestro Woody Allen

Pero me interesaba mucho más, buscaba algo un poco más sombrío, ver cómo concluía el director esa fiesta: lo hacía con tres planos encadenados de un pie, una colcha y los ojos del protagonista. Esa capacidad de mirar, tan difícil, demuestra que nadie puede ser llevado a engaño: Zulueta fue un genio. Y solo firmó de manera oficial un largometraje.

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