Rodenkirchen, 22.1.
Anoche estuve viendo la primera adptación de Servidumbre humana al cine, Cautivo del deseo se titula, con Bette Davis y Leslie Howard, dando ambos una lección de actuación ante las cámaras. Sucedió algo muy curioso, y es que no conseguía entender por qué la pasaban en color, hasta que recordé que hace unos años salió la estúpida moda de colorear los clásicos del cine en blanco y negro. De manera que busqué el original, sólo encontré la versión subtitulada en español, lo acepté a regañadientes, pero cuando vi la palabra “pié” [sic] en un subtítulo, regresé a la versión en color y doblada a nuestro idioma: ahí no se ve ese acento analfabeto, sólo se lo oye. De todos modos se me hizo evidente, aunque la adaptación es buena, que una versión como esta no le hace honor a la envergadura de la novela de Somerset Maugham. La cual necesitaría ser adaptada a una teleminiserie de 6 capítulos, como la de Orgullo y prejuicio de la BBC en 1995.
Un nuevo día en blanco, casi todo me lo paso en la cama, sin ningún deseo de hacer nada. Me levanté sólo para acompañar a Diny al comedor, donde me limité, como ya es costumbre, a la sopa y el postre. Luego me tendí en la cama hasta las 5 pm, después le pedí a Diny que me hiciera un café bien cargado y leí un email que me enviaba JBG desde Medellín, prodigio de comprensión y afecto, que me levantó algo los ánimos. Pergeñé mi siguiente columna para Vasos Comunicantes, que me dejó satisfecho, y ahora me pondré a la búsqueda de la segunda versión de Servidumbre humana, con Eleanor Parker en el papel de Mildred y Paul Henreid en el de Philip Carey, camuflado autorretrato del joven SM.
Rodenkirchen, 23.1.
A las 7:00 am se levanta la veda del silencio en este edificio, cuyo aislamiento acústico es de a deveras excelente. Pero dan las 7:00 y comienza el moscardoneo de una taladradora, nombre que me parece contracción de puta–ladradora. Son como la jauría de los técnicos ocupados en el mantenimiento del edificio, y supongo que se parte de la base de que los ancianos dormimos poco.
Anoche busqué en vano la segunda versión de Servidumbre humana, que me interesaba mucho ver ya que estaba deseando saber cómo se desempeñó Eleanor Parker en el papel de Mildred. En la búsqueda me encontré con Los tres mosqueteros, la versión con Lana Turner, la deliciosa June Allyson y Gene Kelly, y la volví a ver y a divertirme con ella. Me dije una vez más que no he leído una sola página de Alexandre Dumas père (ni tampoco de su fils) pero he visto una buena docena de pelis basadas en sus novelas, y de La traviata he oído no sé cuántas versiones. La mejor de todas, con Maria Callas y Alfredo Kraus en el Teatro San Carlos de Lisboa, 1958: la Callas tuvo que emplearse a fondo porque AK, en aquel su debut en la escena internacional le estaba robando el show, también él se empleó a fondo y aquella noche lisboeta lo consagró.
El lunes pasado encargué en el consultorio de mi neumólogo que me enviaran por correo una receta para el inhalador que uso desde hace años. En vista de que el viernes aún no había llegado, reclamé por teléfono y me dijeron que me enviaban otra, pero que si llegaba por fin la primera, destruyese la segunda. Al día siguiente, sábado, llegó la primera, y hoy les he enviado este email: «Buenos días. He intentado inútilmente contactar con ustedes por teléfono desde las 9 de la mañana. Quería comunicarles que el sábado se aclaró el problema del retraso en la llegada de la receta que me enviaron ustedes el pasado lunes 16. Sencillamente escribieron ustedes en el sobre la dirección correcta, pero olvidaron añadir «50996 Köln», de tal manera que el Correo Alemán tuvo que averiguar de qué Hauptstrasse se trataba, y menos mal que lo consiguieron. Si llega la segunda receta que me iban a enviar el viernes la echaré a la papelera. Espero, eso sí, que no hayan olvidado incluir en el envío del certificado de dificultadas respiratorias, para dispensarme del uso obligatorio de la mascarilla en este Centro». Veremos, dijo Borges.
Vinieron Rebeca y Montse, con ropa limpia y resolvieron varios problemas domésticos, entre ellos el del avituallamiento de la despensa y la nevera. Ambas, además, han renunciado a los 200 € mensuales que les estaba pasando a cada una como mínima compensación por sus desvelos en relación con su madre y con nuestra situación. Chico renunció a ella en su día, cuando se la propuse. Tengo en verdad unos hijos de oro de 18 quilates.
Rodenkirchen, 24.1.
Hoy amaneció el día sin la diana monocorde y cojonera de la taladradora. Alabado sea el santísimo sacramento del altar.
Anoche, buscando qué peli ver en la compu, descubrí El filo de la navaja, con la bellísima Gene Tierney y Tyrone Power, así como Clifton Webb y Herbert Marshall en el papel de nadie menos que Somerset Maugham. Sólo conocía la novela, que además la tengo olvidada, debería releerla, pero la peli me agarró, aunque la dejé a la mitad porque a medianoche se me iba la concentración. Terminaré de verla esta noche. Lo dicho: el fatídico 28.11. envejecí diez años.
Igual que ayer, tras el desayuno a la cama hasta las doce, tras el almuerzo (sopa y postre) a la cama hasta las 5, justo cuando iba a tenderme llegó Rebeca, y menos mal que cerró la puerta que comunica esta habitación, la mía, con la de Diny, porque estuvieron de cháchara todo el tiempo y si Rebeca salía para la cocina o el baño dejaba esa puerta abierta y la cháchara seguía a mayor volumen, pero así y todo pude amodorrarme algún tiempo. Luego un gran vaso de leche y escribí a la dirección genérica de email de mi antiguo patrón para darle cuenta del cambio de mi dirección y que se le comunicase a las oficinas correspondientes. La respuesta de un empleado que debe ser nuevo fue casi inmediata, y mi reacción fulminante: «Me pregunta (creo que lo hace en serio) si he sido empleado de la Deutsche Welle. // Pues sí: fui redactor en ella, primero como colaborador libre. de enero 1965 a septiembre 1972, luego como redactor cultural en el servicio de progamas enlatados para América Latina, y finalmente, desde enero de 1995 hasta 1999, ambos inclusive, jefe adjunto de la redacción de ILAP/español + presentador principal de los dos diarios de ½ hora en vivo, también para América Latina. Me jubilé el 31.12.1999, luego de ganar seis premios internacionales para la DW con mis programas: tres en España, dos en Venezuela y uno en Suiza (de la Cruz Roja Internacional). // Me parece casi de ciencia ficción tener que explicar esto a un miembro de la mismísima Deutsche Welle, pero así es la vida y así es la corta memoria de las instituciones».
Rodenkirchen, 25.1.
Terminé anoche de ver El filo de la navaja y me prometí releer la novela al cabo de casi setenta años. Luego escuché por los auriculares, con los ojos cerrados, el “Bolero” de Ravel en la versión genial de Celibidache, con la Filarmónica de Múnich. Creo sinceramente que es la mejor de las que conozco, incluyendo la del propio Ravel en el podio. Y hasta ella, como César, siempre tuve por la mejor la de Leonard Bernstein. Por cierto que a César le sorprendió mucho la existencia del “Bolero” dirigido por Ravel, le mandé una copia, pero no encuentro el email en que me la comentaba, hasta en la nube se pierden las cosas. Pero creo recordar que no le convenció del todo.
Después del desayuno me puse a escribir mi nueva columna para El Trujamán y me regocijó hacerlo, se la he dedicado a la dificultad para traducir chiste y, entre otras cosas, he contado en ella que acá, en Colonia, los chistes son autóctonos y protagonizados por una pareja de colonienses arquetípicos, Tünnes y Schäl, de molde quijotesco y sanchopancesco, respectivamente, y se cuentan en “kölsch”, el idioma (se estudia en la Universidad) de esta ciudad. Generalmente son intraducibles, pero hay uno, lapidario, que me gusta bastante y es traducible, consta de nada más que cinco palabras dichas por Tünnes: «–Schäl, deine Frau betrügt uns. [Schäl, tu mujer nos engaña]».
Hoy olvidaron pasar a asear a Diny, llamé para reclamar antes de ir al comedor y enseguida vinieron a pedir disculpas. Que la ausencia se debía a un fallo de su compu. Siempre lo he dicho y lo repetiré, que la Cibernética no es una ciencia exacta.
Hoy es la primera vez que he hecho un almuerzo completo en el comedor del Maternus: cuenco de sopa de coliflor, filete empanado de abadejo (sin guarnición vegetal à lo mediterráneo) y de postre yogur de fresas. Le pregunto a Blanca que en qué consiste eso de “à lo mediterráneo” y me responde: «¿Es que no ve usted que le han regado un poquito de perejil?»
Rodenkirchen, 26.1.
Diny me despertó tempranísimo, a las 5:15 am, y ya no pude conciliar el sueño. La sentí ir y venir a la cocina y el baño al menos cinco veces hasta las 8, en que prendió el televisor. Me levanté, entré en su habitación y le pedí que, por favor, lo apagara, nada de TV antes de las 9 de la mañana.
Fui con Ulli y Carlitos al piso de Weiß. Logré recuperar varias cosas más, pero las que no encuentro por ninguna parte son la bolsa que colgaba de la puerta de mi cuarto de trabajo, con los poderes que le concedimos ante notario a Rebeca, ni el grabado que me regaló don Paco Amighetti, “Ricardo Bada en mi estudio”, y del que no hay sino dos ejemplares: el mío y el que le regalé a Dieter y debe estar ahora en el sótano de Alex, en Darmstadt.
Cuando ya nos íbamos llegó la señora Schäfer, quien vendió ayer en la telesubasta del segundo canal, ZDF, por 700 €, nuestro grabado de Equipo Crónica. Traía una botella de Glenfiddich de 12 años para brindar por el éxito de su misión, y me entregó el dinero y le hice varios regalos: un dibujo a tinta china de René Böll para ella y tres libros de Dieter Masuhr para su marido, quien me compró por 300 € el apunte de la pareja amorosa que en su día le compré a Dieter por 100 DM. Considerando que el Masuhr y el Equipo Crónica los compré por 250 DM y me han reportado 1.000 € = ± 2.000 DM, en verdad en verdad os digo que invertir en Arte sí es rentable. Después, Ulli, Carlitos y yo nos fuimos a almorzar al chino. Ulli y yo regamos el condumio con dos copas de Chardonnay, Carlos con kölsch.
Rodenkirchen, 27.1.
Anoche, antes de acostarme, les envié este email a Ulli & Carlitos: «El Amighetti que buscaba hoy en Weiß, se encontraba ya en el Maternus. Yo creía que Chico colgó todos los cuadros la semana pasada, pero hay al menos seis apilados tras la puerta abierta de la habitación de Diny, recostados contra mi ropero. Mando el scan del grabado, del que solo existen dos ejemplares en el mundo, el mío y el que le regalé a Dieter Schulmeister cuando cumplió 60 años, y ahora está en casa de su hija Alex, nuestro cuarto hijo. Cuando leáis la dedicatoria autógrafa comprenderéis por qué tenía tantísimos deseos de recuperar esta obra»:
Descubrí un canal donde puedo ver gratis pelis de los años 30, 40 y 50, y anoche estuve viendo The Girl Friday [incomprensiblemente titulada Luna nueva en España], una peli de 1940, de Howard Hawks, con Rosalind Russell y Cary Grant: gran comedia. Y luego Estación Termini (1953) de Vittorio de Sica, con Jennifer Jones y Montgomery Clift, mi actor predilecto de entonces, peli basada en un relato y guion de Cesare Zavattini, con diálogos de Truman Capote. Curiosamente, la ficha de www.imdb nos dice que dura 90’, pero la versión que vi anoche sólo dura 68’, al parecer David Selznick, el productor, le metió la tijera a fondo. En Huelva no alcancé a verla porque la pasaron en el cine Oriente, que era el de las putas, por la proximidad de la calle Gran Capitán, la calle maldita de nuestra juventud, y además la pasaron un solo día, porque no era glamorosa ni terminaba con un beso y la ingesta de perdices.
Fui con Luciano al piso viejo de Weiß y llenó varias sacas con libros para el Machado y DVDs para el cine–club español. También una saca con los que creo que serán los últimos libros que salve, amén de aquellos que están en poder de Luciano porque me descuidé y no le advertí que esos me los quería quedar; tengo hecha una lista y se la pasaré a Luciano cuando haya colocado toda la librería en el Machado, para que me los devuelva. Llegó también el dueño del edificio, el señor Hanf, porque hoy vendrían a las 11:00 los expertos en la medición de ventanas, que hay que renovar al cabo de 47 años, pero como a las 12:00 aún no habían llegado y estaban en camino (desde Düsseldorf), me despedí de Hanf encareciéndole que al irse cerrase la puerta sencillamente, sin echar la llave… una que por lo demás no tiene.
He hecho una pesquisa curiosa acerca de las dos Sabrinas, la de Billy Wilder y la de Sydney Pollack. En la de Wilder (1954), Bogie tiene 55 años, la Hepburn 25 y John Williams (que interpreta al padre de Sabrina) 51. Es decir, que Bogie más que le dobla la edad a Hepburn, y hasta el padre de Sabrina es cuatro años más joven. En la de Pollack (1995), Harrison Ford tiene 53 años, la Ormond 30 y John Wood [=el padre de Sabrina] 65, es decir, es doce años mayor que Ford, y la diferencia de edad entre este y la inefable Ormond se reduce de 30 a 23. Aparte de que Bogie parece un hombre enfermo y Ford rebosa salud por todos los poros. La cronología del casting de Pollock gana por muchos puntos.
Rodenkirchen, 28.1.
Anoche empecé a ver The Woman in the Window [La mujer del cuadro], de Fritz Lang, con Joan Bennett y Edward G. Robinson en su mejor momento como actor, pero fue después de una hora larga quemándome las pestañas para saber por qué Selznick le quitó 22’ a Stazione Termini (que volví a ver en una versión casi coincidente en duración con la original), y concluir que debió ser una de las personalidades más atrabilarias de Hollywood. Así es que del puro cabreo con Selznick no me pude concentrar en La mujer del cuadro y la dejé para esta noche.
Vino Luciano con José, su hijo pequeño, alrededor del mediodía, y fuimos a Weiß, adonde ya no quiero volver más, pero tendré que hacerlo, aunque si acaso una vez a la semana hasta que el piso quede vacío, sólo las cuatro paredes. Encontré varios libros más para salvar (dos dellos para Diny: el que editó Willy sobre el diccionario del idioma familiar, y uno sobre quienes nacimos en 1939, como ella y yo), y asimismo dos Amighettis pequeños, también en blanco y negro (uno dellos fechado en 1939, por eso me lo regaló) y un par de posters, entre los cuales el del estreno de Kabarett para tiempos de crisis, en el Teatro Español de Madrid, el 19.3.1984, un cartel donde el único nombre que falta es el mío, que fui quien tradujo los textos de Karl Valentin; y según veo en la red, se ha seguido poniendo en escena después sin que yo haya visto ni un solo céntimo en calidad de derechos de autor. A José le regalé los dos modelos de barcos que estaban encima del armario verde encristalado: el que armó un lejano día César para mí y el que compramos en Sylt, una de las cinco vacaciones de Navidad que pasamos en la isla: José se puso muy contento, quién sabe si no le he despertado una vocación marina. Las hay peores.
Repasando estas entradas antes de subirlas a Fronterad quise ver si en Google disponían de alguna información sobre César, para insertar en el texto un hipervínculo a su mención, así es que escribí “César Salsamendi” en la ventana de búsqueda, y me llevé grandes sorpresas. Ninguna estaba relacionada con nuestro querido César, sólo una, indirectamente, y era el «O Fortuna!» de los “Carmina Burana”, cantado por el Coro Nacional de Niños del SODRE. ¿Quién estableció la conexión? Porque lo cierto es que César, antes de ser fichado por la Deutsche Welle, era una de las cabezas del SODRE. Oí la grabación en nombre suyo y en el de tantos y tan hermosos momentos como nos unieron y nos siguen uniendo en la memoria. ¡Oh Fortuna (de la Memoria)!, con música de Carl Orff. Emocionante oírles cantar, a esas pibas y esos pibes, algunos hasta más chicos que nuestro Henri, se me arrasaron los ojos.
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