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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 6 / 2023

De mi Diario : Semana 6 / 2023


Rodenkirchen, 5.2.

Anoche, con toda seguridad, los whiskies + el déficit de sueño que arrastraba desde hace unas tres semanas me mandaron a la lona, como se dice en la jerga del boxeo. Cuando me desperté eran las 9:40 am, he dormido más de diez horas de un tirón, pero a costa de haberme caído y hecho una herida en el cuero cabelludo por encima de la oreja derecha, que goteó un poco de sangre en la almohada, y sentir que además me di un buen golpe en el parietal por encima del ojo izquierdo. Diny estaba inclinada sobre mí y me rogó que llamase a un médico. No quise. La asistenta sanitaria de guardia quiso que fuera al hospital más cercano o en todo caso, mañana, a mi médico de cabecera, que todavía no es el doctor Alzheimer. Me examinó con linterna los ojos y se dio por satisfecha con lo que vio, sobre todo viendo la naturalidad con que hablaba y me movía.

Después de almorzar quise dormir la siesta, pero se presentaron de improviso Chico y Vincent, que estuvieron unas dos horas platicando con nosotros. Chico se llevó del piso viejo un apunte de Dieter Masuhr, semejante al que me compró mi ex vecino, el marido de Frau Schäfer. Estaba –con una carta manuscrita de Dieter que Chico me entregó– en un rollo debajo de la cama de matrimonio, junto con otros rollos de obra gráfica que ya no teníamos paredes donde colgarla: entre ellos un motivo chino hecho con tinta de negro de humo, pintado por René y que le regalé a Frau Schäfer; y un Amighetti de lujo, que Montse requirió para Paul a fin de que cada uno de sus hijos tuviera una joya de don Paco: [Abrir este enlace : http://www.artecostarica.cr/artistas/amighetti-francisco/toro-y-gente ]

​Desde Medellín después de leer mi diario, un email del mio caro Ettore: «En Colombia se dice que un trasteo equivale a un incendio y tú has tenido incendio y mudanza al mismo tiempo, sin que esas dos desgracias te hayan doblegado. A tus pies, lo que te salva y nos salva: la música, los libros, las películas. Ahora que esa casa se cierra, y ese medio siglo, has vuelto a La Modicana y a lo otro que nos mantiene vivos: la comida y la bebida en compañía, los hijos, los amigos, los afectos. Un abrazo muy fuerte de alegría. Llegué a pensar que esto te derrumbaba, y en cambio ahí estás, como el olmo centenario de Machado, tocado por el rayo, pero vivo, esperando otro milagro de la primavera». Son las palabras de uno de los amigos que más quiero y admiro. Loados sean los dioses que me han dado a manos llenas unas amistades como las que tengo.

Rodenkirchen, 6.2.

Anoche, gracias a los buenos oficios de Ana Nuño, pude volver a ver Brigada 21 y me impresionó casi como si la estuviese viendo por primera vez en mi via, es un peliculón. Anoche también recordé que cuando vi hace un par de días Laura, en su versión española, se me olvidó anotar que siempre que se menciona el lugar donde vive la protagonista, lo llaman “apartamiento”, se diría que la palabra “apartamento” era desconocida en España el año 1946, cuando la peli se estrenó allá. Pero lo curioso es que EL diccionario registra tres acepciones de “apartamiento”, como “apartamento, habitación, piso”, poco usadas o en desuso. Cosas veredes, Mio Cyd.

Vino Rebeca a traer ropa limpia y a tender las camas. Estuvo mirando y limpiando la herida de mi cuero cabelludo y opinó que debo dejarla cicatrizar sin taparla con esparadrapo (fue lo mismo que me dijo ayer la asistenta sanitaria), pero que si empeora o empiezo a sentir dolores en vez de picores tendría que ir al médico. Oremus.

Me escribe Guglielmo desde su Orquidiócesis a propósito de mi diario del domingo anterior: Que lo de que un empleado nuevo de la Deutsche Welle no  me reconociese no me debe extrañar «porque no eres el único: Carlos Lleras Restrepo acababa de terminar su mandato como presidente de Colombia. Decidió sacar una tarjeta de crédito y una secretaria empezó a interrogarlo. Cuando le preguntó “Ocupación» el neo ex presidente respondió: «Desocupado». En cuanto al «fatídico 28.11. envejecí diez años”, es una enfermedad que sólo tiene nombre en México: se llama «el viejazo». Consiste en acostarse bueno y sano y amanecer viejo. A mí me dio «el viejazo» el 9 de abril de 2020».

Rodenkirchen, 7.2., San Ricardo, rey, mi onomástica

La última vez que celebré mi onomástica fue en 1963, las vísperas de autoexiliarme en Alemania. A partir de junio 1963 sólo he celebrado mis cumpleaños, y por cierto que ese 10.6. es la fiesta de Santa Margarita, reina. Justo tenía que pasarme a mí, tan republicano.

Me lío la manta a la cabeza y envío a Kiepenheuer&Witsch una propuesta de publicación de mis nueve cuentos ambientados entre Weiß, Colonia y, uno, la isla de Sylt: incluyo en la lista el todavía incompleto “La Malinche Yepes”, que de todos modos me propongo concluir lo más pronto posible. Lo malo es que ya no conozco a nadie de la vieja guardia de KiWi, pero los archivos de la editorial guardan un balance favorable de mi colaboración con ellos entre 1980 y 1999. Y además confío en la apuesta: no hay tantos cuentos de autores en lengua española y ambientados en esta ciudad, mucho menos todo un libro.

En La Modicana. Fray Luis de León se hubiera sentado a la mesa diciendo: «Comíamos ayer»  Diny pidió lasaña y Claudia, Ulli, Carlitos y yo una especie de ravioles rellenos de aceite virgen y queso de cabra que estaban de chuparse los dedos, cosa que no hicimos por motivos higiènicos y estéticos. En la espera del condumio le conté a Claudia por qué la Sabrina de Sydney Pollack es harto superior a la de Billy Wilder y me pidió que le pase el enlace. Se lo paso con el de mi polémico texto publicado en Nexos como abogado del diablo en el tema.

​Pepe Baena me cuenta desde Troglodia que «una estudiante china anda trasteando con traducir Platero y yo a su lengua natal, nuevamente. Me pregunta por el besuguero [«Y en la escuela Doña Domitila –de hábito de Padre Jesús Nazareno, morado todo con el​ ​cordón amarillo, igual que Reyes, el besuguero–»] y la cuestión es si realmente Reyes vendía pescado o lo del besuguero hace mención a otra cosa». Le respondo: «Caro Giuseppe, me inclino a creer que ese besuguero Reyes fue llamado así por JRJ a causa de su negocio y no de sus costumbres alimenticias. No tengo a la mano la traducción al alemán, que se llevó uno de mis nietos y no lo alcanzo con el celular, pero veo en Google la traducción al inglés, «the fishmonger =el vendedor de pescado», e imagino que en la traducción ejemplar, como todas las suyas, de Fritz Vogelgsang, quien la consultó conmigo, será algo así como «der Seebrassenverkäufer», es decir, «el  vendedor de besugos», porque Fritz no se hubiese contentado con el genérico «Fisch», como hizo su colega inglés».

Plática telefónica con José Luis, 25’45”. Hablamos de todo un poco. Me da muchísima pena que no nos hayamos visto nada más que una vez, estando teóricamente tan cerca. Pero las comunicaciones con el sitio donde vive son pésimas, casi se pierde el día entre ir y volver. Ni modo, dirían los cantinflos.

Rodenkirchen, 8.2.

Vi anoche Ein Lied von Liebe und Tod [La canción del adiós], una peli alemana de 1999 que me  recomendó José Luis. Ambientada en el Budapest de entreguerras y durante la ocupación nazi, hasta el presente. Muy triste, Y con una protagonista excepcional, Erika Marozsán. Tengo que volverla a ver porque me ha recordado muchísimo Sunshine [El amanecer de un siglo en América Latina, y en España, donde todo el mundo sabe inglés, Sunshine], la peli de István Szabó con una Jennifer Ehle también comestible a besos, y que curiosamente se filmó el mismo año que La canción del adiós. Asimismo me ha recordado, y mucho, nuestros dos inolvidables viajes a Budapest, teniendo como anfitriones a Lillian y Lizandro, en el jardín de cuya casa conocimos a nuestra queridísima Agnes. O témpora, o Mariano Mores!

Visita de Oskar, quien me trae de regalo unos auriculares nuevos para la compu. Los viejos siguen siendo muy buenos pero su cable estaba en tan malas condiciones que yo hasta tenía miedo de que alguna vez pudiera atizarme una descarga. Charlamos casi una hora, le regalo un libro en español e inglés sobre la obra de Amighetti, de quien se quedó con el grabado de la riña de gallos. Estuvimos viendo viejas fotos y prometió volver este fin de semana para tomarme el pelo.

Pues señor, hasta Vogelgsang, como Homero, echaba a veces una siestecita; tradujo «besuguero» como «Fischhändler [=vendedor de pescado]», acaba de leérmelo Paul al teléfono y me dice que “Fischhändler” suena mejor que “Seebrassenhändler”, así es que debo explicarle cómo en una traducción hay que tratar de respetar el original a toda costa, no que suene mejor. Si a Reyes le decían «el besuguero» es porque se había especializado en la venta de besugos, no de cualquier otro pescado. Paul termina por aceptar mi argumento, cuando le cito al gran traductor del griego clásico, Rudolf Burchardt, quien dijo «Ich bin so hochmütig, Aischylos eben nicht klarer zu wollen, als er selber sich gewollt hat. [Soy tan arrogante como para no desear a Esquilo más claro de lo que él mismo quiso serlo]». Quieran los dioses que la estudiante china que consultó a Pepe disponga de un buen léxico de ictiología, y que el besugo tenga un nombre en chino, aunque sólo sea en el dialecto de Macao.

Rodenkirchen, 9.2.

Llamo a Madrid a Javier Maderuelo (uno de los diez Javieres de mi directorio) para que pulse la posibilidad de que José María Lafuente se interese por poseer el archivo Felipe Boso personal mío que he salvado de la debacle. Javier encantado, porque a él mismo le interesa también ese archivo. Su voz y su risa inconfundibles traslucen la alegría de oírme. Tengo amistades que no me merezco, pero que me son imprescindibles para seguir en la brecha.

​Ágnes me escribe desde Budapest, en su español impecable, después de leer el anticipo de este diario que le mandé: «Siempre me sorprende que guardes los recuerdos de vuestra visita a Budapest. Pasaron más de treinta años. Por otra parte yo recuerdo también nuestro encuentro en el jardín de la residencia de Lillian y Lizandro. Tú, Diny, András Bíró, yo y los anfitriones. Guardo las fotos de mi llegada a la estación de Colonia donde me habéis recibido, los días maravillosos que pasé con vosotros. Las fotos de la tumba de Böll, las fotos de nuestra excursión a Maastricht. En esa ocasión ví la primera vez que puede haber fronteras donde no pidan el pasaporte de uno. (En principio, en ese entonces yo no hubiera debido entrar en los Países Bajos sin visado). Luego arreglaste que me invitaran al festival de cine de Huelva. Guardo las fotos donde salís Diny, tú, Lillian, Lizandro, Chamaco el torero, su esposa Carmen, Víctor. Guardo tus casettes con música de una zarzuela relacionada con Hungría, con programas de Debate Europa del que Radio Budapest formaba parte. Y guardo tu felicitación enviada el pasado 28 de noviembre. Qué triste que justo ese día ocurrió con vosotros eso que es algo inimaginable. Leyendo tus diarios pienso mucho en ti, en Diny, en nuestros vínculos que se guardan a pesar de que pasaron casi 30 años sin vernos». Ágnes tan querida

Rodenkirchen, 10.2.

Estuve viendo por segunda vez Fisherman’s Friends [Música a bordo], un musical inglés atípico y que me gusta mucho. Y detecté un error en, al menos, la versión española de Sabrina, la de Sydney Pollack, la buena. Sabrina le dice a Linus que en París siempre se trasladaba a pie. Que iba desde Montmartre hasta el final del Boulevard  St.–Germain, a la orilla del Sena, y luego por la orilla del río hasta la estación de Austerlitz, pasando al lado de los 23 puentes de París. Como conozco muy bien París, y sobre todo su orilla izquierda, los he contado en el plano a lo largo de ese trayecto: son sólo 12, y si se cuentan los de la orilla derecha (que a veces sólo son simples extensiones de los 12 de la rive gauche) entonces 19. El guarismo 23 revela que los guionistas no conocen la Cité de Lumière, cuyos puentes son en total 37. Quien los contó lo sabe.

ET (ninguna relación con el protagonista de la peli de Spielberg) me manda desde Paisápolis un fragmento de un texto que anda escribiendo: «Es para una idea de novela que está en mi mente rondando desde hace varios años». Leo el texto y le respondo: «En La verdad sospechosa, de Ruiz de Alarcón, comediógrafo mexicano del Siglo de Oro español, hay dos versos inmortalizados por el uso: “Los muertos que vos matáis / gozan de buena salud”. Tentado estoy de citártelos al hablarte del texto que me has enviado, y cedo a la tentación.Todos sabemos que en el arte de narrar todo está permitido. Incluso que mates a un personaje al que le noto demasiado parecido con quien me mira desde el espejo todas las mañanas, excepto por dos cosas: a) ni mis hijos son apáticos ni mis nietos incompetentes, tampoco lo son mis hijos pese a no interesarse demasiado por lo que hago; y b) sigo vivo, por lo cual me suena un poco a humor negro lo de que el narrador beba una copita de licor de hierbas “a la salud” de su personaje. Por otra parte, los libros españoles de mi biblioteca, más de 3.000, han encontrado su sitio no en el Estado sino en el mundo, en el Centro Cultural Antonio Machado, de Colonia, cuyo director es todo un donquijote. Y cuando los libros estén catalogados y dispuestos todos en sus baldas, ya decidió  inaugurar el lugar como “Biblioteca Ricardo Bada”. ¿Ves?, dejaré mi nombre en el microcosmos cultural de la ciudad de mis hijos y mis nietos.Voy a serte todo lo sincero que siempre he sido con vos: no me siento representado por ese protagonista de tu texto, que me parece un pelín hagiográfico. Y siempre detesté las hagiografías».

Rodenkirchen, 11.2.  

Encontré un canal donde ver gratis La La Land [La ciudad de las estrellas], un musical que me ha deslumbrado. Tanto que quiero verlo de nuevo hoy por la noche. Hacía mucho tiempo que esperaba disfrutar un musical como este. ¡Qué belleza, mare mía de mi arma!

Vinieron Rebeca y Montse, trajeron ropa limpia y todas las bolsas que estaban en la casa de Montse con pertenencias nuestras, entre ellas la edición ilustrada de Nunca en el cumpleaños de la Reina Victoria, la leontina que me regaló César, los poderes notariales de Diny y mío para Rebeca, mi caja fuerte, la de Diny, el abrecartas con empuñadura de lapislázuli que me regaló Gonzalo, ¡hasta la medalla de la Orden de Isabel la Católica, que el mismo día que me la impuso Joaquín Garrigues en la embajada la metí en una gaveta y no la he vuelto a ver hasta hoy! Luego vino Oskar a tomarme el pelo y si me afeito mañana estaré «como pa una foto», diría mi abuela Remedios.

Recibí esta mañana un email de Paul: «Llevo dos días leyendo los cuentos de Maugham sobre los mares del Sur. Una vez más, me ha cautivado su brillante forma de contar historias. Me encantaría volar yo mismo a Apia ahora mismo y disfrutar de unos cócteles junto a una laguna. «La caída de Edward Barnard» es mi favorita. Me parece impresionante cómo consigue que historias construidas con tanto detalle y comprensibles terminen de forma tan abrupta, sin que sientas que te falta algo. Mis frases favoritas: «A medida que avanzaba se manifestaba una nueva alegría, una despreocupación en su actitud, una alegría por nada en particular (¡genia! ¿cómo se traduce esa frase al español?) que Bateman no podía reprochar en realidad, pero que lo alienaba al máximo. [] Contuve la respiración, pues no hay nada que me sobrecoja más que cuando alguien me revela la desnudez de su alma. Porque nadie, según ves entonces, es tan trivial o negligente como para no tener todavía una chispa de aquello en él que excita nuestra simpatía». Desgraciadamente, la elección de palabras de Maugham ya no es políticamente defendible desde la perspectiva actual (o desde mi propio punto de vista). Muchos estereotipos racistas que utiliza, expresiones políticamente incorrectas y un notable rechazo y degradación del sexo femenino (en este siglo) arruinan un poco el placer de la lectura. Una pena». Le contesto ahora, cuando ya nos hemos quedado solos Diny y yo: «Querido Paul, me alegro mucho de haberte descubierto la obra de Somerset Maugham, uno de mis autores favoritos desde que empecé a leerlo cuando era adolescente.Pero debo ponerte en guardia sobre la corrección política y otras tonterías que los hipócritas mojigatos de Estados Unidos quieren imponernos. Según los criterios de lo políticamente correcto, Don Quijote no podría empezar con las palabras «En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme». Con el mismo criterio, no se podría decir en Hamlet: «Algo huele a podrido en Dinamarca». Todas las obras deben leerse en el contexto de la época en que fueron escritas, no hoy. A ello se añade en este caso el hecho de que Somerset Maugham era homosexual. No es de extrañar que sus opiniones sobre las mujeres estuvieran marcadas por su sexualidad. Etc. Siempre leo las obras por las obras mismas. Céline era antisemita y colaboró con los nazis durante la ocupación de Francia, pero eso no cambia el hecho de que su Viaje al fin de la noche sea una obra de arte y una de las novelas más poderosas en lengua francesa. Ezra Pound colaboró activamente con el régimen de Mussolini, pero sus poemas figuran entre los más bellos del siglo XX. Etc. Lee sin prejuicios, querido Paul. La vida es demasiado corta para perder el tiempo con tiquismiquis como la corrección política». Mi relación con Paul crece y crece y crece como la espuma del Cantábrico en el rompeolas de San Sebastián, y me ensancha el corazón. O mejor: me lo enquijotiza.

***************THE END***************

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