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AcordeónDiccionario de la crónica hispanoamericana

Diccionario de la crónica hispanoamericana

Desde FronteraD queremos saludar la reciente publicación de dos antologías de crónicas escritas por autores hispanoamericanos (la Antología de crónica latinoamericana actual –editada por Darío Jaramillo Agudelo para la editorial Alfaguara- y Mejor que ficción –editada por Jorge Carrión para la editorial Anagrama-) con un diccionario de términos esenciales para comprender la importancia presente y el potencial futuro de la crónica escrita en español. Un género que nos permite viajar y conocer mundos lejanos o cercanos y que, sobre todo, nos hace disfrutar como lectores de crónicas ejemplares que en muchos casos son más interesantes que muchas historias de ficción. Aunque tenga el inconveniente de ser verdad.

 

A

Aburrimiento

El colombiano Alberto Salcedo Ramos, uno de los maestros indiscutibles de la crónica, escribió: “La regla de oro número uno [de un cronista] es por cortesía de Woody Allen: ‘Todos los estilos son buenos, menos el aburrido’. Tú puedes hablar de lo que quieras, desde el Teorema de Pitágoras hasta la caspa del mico que acompaña a Tarzán; puedes escribir sobre lo triste, sobre lo folclórico, sobre lo trágico, sobre el frío, sobre el calor, sobre la levadura del pan francés o sobre la máquina de afeitar de Einstein. El lector te permite lo que sea, incluso que le mientes a la madre, incluso que seas soberbio, pero no que lo aburras. A mí me parece que un buen prosista es, en esencia, un seductor, una persona que te atrapa irremediablemente con lo que escribe”.

 

Antecedentes

Rubén Darío, José Martí, Gutiérrez Nájera, José Enrique Rodó, Amado Nervo o Enrique Gómez Carrillo son algunos de los escritores de finales del siglo XIX y principios del siglo XX más citados por los cronistas como sus antecedentes remotos, previos a la generación de Gabriel García Márquez, Rodolfo Walsh o Jorge Massetti.

 

Apasionante

“La crónica periodística es la prosa narrativa de más apasionante lectura y mejor escrita hoy en día en Latinoamérica. Sin negar que se escriben buenas novelas, sin hacer réquiem de la ficción, un lector que busque materiales que lo entretengan, lo asombren, le hablen de mundos extraños que están enfrente de sus narices, un lector que busque textos escritos por gente que le da importancia a que ese lector no se aburra, ese lector va sobre seguro si lee la crónica latinoamericana actual” (Darío Jaramillo Agudelo).

 

Artesanos

La crónica es un arte. Y como en toda disciplina artística, también en la crónica el arte –ese algo indefinible pero fácilmente perceptible cuando está presente- comienza donde termina el oficio. Los cronistas son por tanto –como otros artistas- en gran medida artesanos de su oficio. (Véase Oficio).

 

Artistas

Cruzando los índices de las dos antologías, el elenco de cronistas que obtenemos, ordenado por el orden alfabético de sus apellidos, es el siguiente (cuando ha sido posible, el nombre incluye un link a una de sus crónicas):

Luis Fernando Afanador (Colombia), Cristian Alarcón (Chile), Alejandro Almazán (México), Toño Angulo Daneri (Perú), Marco Avilés (Perú), Frank Báez (República Dominicana), Jaime Bedoya (Perú), Sabina Berman (México), Martín Caparrós (Argentina), José Alejandro Castaño (Colombia), Laura Castellanos (México), Hernán Casciari (Argentina), Jordi Costa (España), Edgardo Cozarinski (Argentina), Sergio Dahbar (Argentina), Heriberto Fiorillo (Colombia), Juan Forn (Argentina), Rodrigo Fresán (Argentina), Alberto Fuguet (Chile), Leila Guerriero (Argentina), Leonardo Haberkorn (Uruguay), Juan José Hoyos (Colombia), Mario Jursich (Colombia), Laura Kopouchian (Argentina), Pedro Lemebel (Chile), Juanita León (Colombia), Josefina Licitra (Argentina), Liza López (Venezuela), Carlos López Aguirre (México), Carlos Martínez (El Salvador), Guillem Martínez (España), Óscar Martínez (El Salvador), Fabrizio Mejía Madrid (México), Juan Pablo Meneses (Chile), María Moreno (Argentina), Boris Muñoz (Venezuela), José Navia (Colombia), Roberto Navia Gabriel (Bolivia), Diego Enrique Osorno (México), Cristóbal Peña (Chile), Daniel Riera (Argentina), Edgardo Rodríguez Juliá (Puerto Rico), Maye Primera (Venezuela), Juan Manuel Robles (Perú), Alberto Salcedo Ramos (Colombia), Andrés Sanín (Colombia), Álvaro Sierra (Colombia), Andrés Felipe Solano (Colombia), Daniel Titinger (Perú), Alejandro Toledo (México), Roberto Valencia (Salvador), Juan Gabriel Vásquez (Colombia), Julio Villanueva Chang (Perú), Juan Villoro (México), Gabriela Wiener (Perú), Eugenia Zicavo (Argentina) y Alejandro Zambra (Chile).

En la antología publicada por Anagrama se incluye un amplio diccionario de autores en el que se encuentran algunos cronistas que no han sido antologados en ninguna de las dos ediciones y que podrían haberlo sido por la calidad de sus trabajos. Pienso, por ejemplo, en Magali Tercero y Sergio González Rodríguez (México), Pablo Ordaz y Javier Rodríguez Marcos (España), Rubén Cortés (Cuba), Hernán Iglesias Illa (Argentina), etcétera. Como reconoce Jordi Carrión, editor de la antología publicada por Anagrama, la dificultad a la hora de definir qué es una crónica complica la labor del antólogo. Y la limitación de páginas impone una elección de unos nombres frente a otros. Leyendo cualquiera de las dos antologías se obtiene, en todo caso, una buena introducción al mundo de la crónica hispanoamericana reciente.

 

B

Beodos

“Lo que se espera de un escritor en América Latina es una mezcla de profeta, crítico, cómico, conciencia en el exilio, bondad, erudición y modestia. Prefiero la versión de que somos escritores sólo para no ser simple borrachos” (Fabrizio Mejía Madrid).

 

Balaceras

Es difícil leer gran parte de las crónicas mexicanas que se han escrito desde 2006 sin encontrarse con la palabra balacera (tiroteo) en varias ocasiones. Si uno pasa un tiempo leyendo prensa mexicana es posible, de hecho, que sienta que está sometido a una balacera de la palabra balacera. No es el único mexicanismo ligado a la violencia atroz que vive el país: levantamiento, cuerno de chivo, mota, fayuquero, gatillero, guarura, merca, mordida, etcétera. Son sólo algunos de los muchos mexicanismos que se pueden leer en las crónicas de actualidad mexicanas.

También al leer a los cronistas cubanos o colombianos nos encontraremos con un vocabulario local y con modos de decir que conservan o modernizan registros del castellano inéditos para los españoles (cuando leen textos mexicanos) o para los colombianos (cuando leen textos mexicanos), por poner sólo dos ejemplos. La crónica, por su ligazón con la actualidad, es especialmente permeable a la lengua coloquial, a las distintas jergas que se hablan a día de hoy. Superada la primera barrera que impone este léxico, el lector termina disfrutando con otros modos de decir, con inflexiones gramaticales y léxicas que no pueden considerarse sino una riqueza de nuestro idioma común.

 

C

Calidad

“Una crónica lograda es literatura bajo presión” (Juan Villoro).

 

Conocimientos

“Cada día es más difícil saber lo que sabemos. En la primera mitad del siglo XX, desde el más lúdico surrealismo, Vicente Huidobro escribía: ‘Los puntos cardinales son tres: el sur y el norte’” (Julio Villanueva Chang).

 

CH

Cheques

Decía la vieja Dorothy Parker que las palabras más bonitas en cualquier idioma son: “Véase el cheque adjunto”. Respecto a la crónica hispanoamericana, es una frase que 1) apenas se pronuncia (ni siquiera en su versión posmoderna: “véase archivo adjunto a este correo electrónico”), o 2) el cheque muestra una cifra tan insignificante que se sitúa entre algo y nada. En la mayoría de los casos los cronistas ejercen su labor como un complemente a otros trabajos alimenticios. (Véase Precariedad).

 

D

Definición

“Una primera definición: la crónica es eso que nuestros periódicos hacen cada vez menos” (Martín Caparrós).

 

Detalles

“Yo siempre tuve claro que quería contar historias, pero para conseguir eso me tocó prestar el servicio militar obligatorio, es decir, cubrir fuentes, hacer noticias, encargarme del muertico en el bar y de la rueda de prensa en la oficina de salud pública. Muchos periodistas del día a día tienen la creencia errada de que quienes hacemos crónicas no sabemos hacer noticias, no nos gusta o no respetamos eso. Creen que gozamos de privilegios indebidos. Nada más falso. Yo no hago crónicas porque quiera sacarle el cuerpo a la reportería, sino porque creo en otro tipo de investigación donde no solo importen los datos duros. Creo en una investigación que vea la vida también a través de pequeños detalles” (Alberto Salcedo Ramos).

 

Duda

“Contra la asertividad del periodismo tradicional, el de autor revindica siempre su derecho a una mirada personal y, si se tercia, dubitativa” (Jordi Carrión).

 

E

Editores

1. Los editores de las revistas en las que se publican crónicas juegan un papel indispensable a la hora de trabajar con el cronista para perfeccionar el borrador de una crónica. El trabajo del editor es un trabajo duro e ingrato –puesto que no suele reconocido-, pero que sirve en la inmensa mayoría de las ocasiones para mejorar la crónica que termina llegando al lector. El principal obstáculo que enfrentan los editores suele ser el ego del autor (Véase Ego).

2. Julio Villanueva Chang, editor de la revista Etiqueta Negra, ha comentado sobre su trabajo que, en cierto sentido, a falta de una tradición con referentes claros, se lo ha tenido que inventar sobre la marcha. En el mundo editorial hispanohablante “no existen editores para crónicas, lo que hay son gerentes de edición, correctores de adjetivos, sintaxis, puntos y comas”, afirma Chang. Además “para hacer crónica se debe buscar al autor ideal y no al disponible. Muchos quieren ser autores ideales, pero, o les falta camino o nunca llegan; también hay impostores, bastantes”. También ha comentado que “elaborar una crónica es un acto muy costoso, al menos como yo la entiendo: es decir, una crónica es un gran reportaje muy bien escrito, un gran trabajo de campo con entrevistas, documentos y la suerte de ser testigo y cuyo relato no aburra. Ello supone semanas o meses de dedicación, un editor cómplice del cronista, una historia en la que los protagonistas cambian ante los ojos de su autor y donde el azar actúa sobre la realidad, y también lecturas. Todo eso es lo que yo llamo una buena crónica. Otra cosa es dar a algunas páginas de un periódico cierta amenidad, cierto cuidado de la prosa, incluso cierto vuelo poético, todo eso lo puedes hacer sin necesidad de salir a la calle. Pero una crónica, cuando es ambiciosa, exige un trabajo tan delicado como atlético”.

3. “Un editor es una persona que debe estar cuando el periodista lo requiere para recordarle que sí sabe. Para que sepa que no está solo. Un buen periodista es un buen editor de sí mismo. Si te puedes editar a ti mismo, puedes identificar los detalles principales que requiere una historia” (Leila Guerriero).

 

Editoriales

Anagrama lleva años publicando en su colección Crónicas libros de periodismo narrativo. Desde hace unos años, la editorial Debate (a ambos lados del Atlántico) publica su colección La ficción real. En menor medida Mondadori y Grijalbo (que en la década de los setenta publicó ya las obras de Gay Talese) realizan un buen trabaja también a ambos lados del Atlántico. Conviene decir que hasta la fecha libros que ha publicado, por ejemplo, la editorial Debate en América Latina –pienso en algunas obras imprescindibles del maestro colombiano Alberto Salcedo Ramos- no han llegado a España. Del mismo modo que las obras del polaco Wojciech Jagielski, publicadas en España, no cruzaron el charco. Ojalá se abran pronto vías de comunicación entre esos compartimentos editoriales estancos y los lectores respondan a esa apertura de compuertas.

Recientemente comenzaba su andadura una editorial española Libros del K.O., dedicada a publicar textos periodísticos pausados y con ambición. Mientras que la editorial eCícero, también novata, se centrará en ofrecer largos reportajes –abren con uno de Jon Lee Anderson sobre Guinea Conakry publicado en su momento en The New Yorker– en formato ebook y a precios asequibles.

 

Ego

1. “Uno puede llegar a comprender el cosmos, pero nunca el ego; el yo se encuentra más lejos que cualquier estrella” (Chesterton).

2. “Mi ego sólo necesita una buena sección rítmica” (Miles Davis).

3. “Sólo hay dos clases de personas: las que me admiran y las que aún no me han leído” (Autores varios).

 

Escenarios

Hay cronistas que suelen respirar con un aliento más profundo en escenarios rurales, mientras que otros asumen –voluntaria o involuntariamente- el papel de cronistas urbanos, limitándose a levantar acta de una sola ciudad durante años. La mayoría de los cronistas en activo, sin embargo, trabaja en escenarios de lo más variado, incluidos los espacios cerrados. Al igual que Xavier de Maistre nos relató en Viajes alrededor de mi habitación una existencia confinada, el chileno Juan Pablo Meneses, por ejemplo, eleva a la categoría de personajes protagonistas la distintas habitaciones de hoteles llamados Hotel España en los que se propuso alojarse a lo largo y ancho de todo el continente sudamericano, de la Patagonia a México D.F.

 

Escritura 

Si en algo se distingue la crónica del resto de periodismo es en el cuidado con el que se aborda la escritura. En la mayoría de los casos, los tópicos periodistés están proscritos. Es decir, la mayoría de los cronistas dedican un tiempo y un esfuerzo a la hora de escribir sus piezas del que no disponen los periodistas apremiados por los ritmos, en ocasiones inmisericordes, que se imponen en el engranaje de un medio de comunicación convencional

 Julio Villanueva Chang: “Una de las pobrezas de la prensa diaria –sumada a su prosa de boletín, a su retórica de eufemismos y a su frecuente conversión en escándalo y publicidad- continúa pareciendo un asunto metafísico: el tiempo. Lo actual es la moneda corriente, pero tener tiempo sigue siendo la gran fortuna”.

 

Escritura, Proceso de

Leila Guerriero: “escribir un artículo me lleva de veinte días a un mes y medio, con jornadas de doce, quince o dieciséis horas. Eso, sin contar la etapa de investigación previa. Conozco a otros cronistas que trabajan como yo. Que después de meses de reporteo, bajan las persianas, desconectan el teléfono y se entumecen sobre el teclado de una computadora para salir tres días después a comprar pan, sabiendo que el asunto recién comienza”.

 

Espacio

1. Una crónica no necesita ser extensa para ser buena. Lo que diferencia a la crónica  de la gran mayoría de artículos destinados a medios convencionales es que sí puede ser larga, ocupando incluso toda  la edición de una publicación periódica. La crónica, por tanto, no se somete por lo general a una de las limitaciones más angustiosas del periodismo: la espada de Damocles de la escasez de espacio. Como decimos, hay crónicas que se han apoderado literalmente de todo un número de una revista. Es el caso de Hiroshima, la crónica fundacional de John Hersey. El 31 de agosto de 1946 se publicaba en The New Yorker el relato completo escrito por Hersey sobre la devastación causada en la ciudad japonesa por la bomba atómica arrojada por el Ejército estadounidense. Extensión del texto: unas 31.000 palabras que ocuparon la casi totalidad del espacio de la revista dedicado a publicar textos. Más de 45 páginas a un solo espacio con un tamaño de fuente 10. Una desmesura que pronto se publicaría en forma de libro.

2. Mario Jursich, director de la revista colombiana El Malpensante, me comentó hace unos años, con esa expresión maliciosa en la cara del niño que reconoce haber cometido una travesura, cómo habían decidido publicar en 2004 una larguísimo texto de una joven médica colombiana que había trabajado 300 días en Afganistán. El texto les había gustado tanto a los editores de El Malpensante que decidieron publicarlo sin fraccionarlo, por lo que ocupó gran parte de la revista. Jursich, con toda razón, lo contaba como un hito en la historia de El Malpensante. Algo similar sucedió cuando la revista colombiana SoHo publicó el perfil de un cantante de vallenato elaborado por Alberto Salcedo Ramos, fruto de un largo trabajo de varios años.

3. A las publicaciones que no disponen de una edición en papel les resulta mucho más fácil, sin duda, apostar por textos especialmente largos, más cercanos a la nouvelle que al relato corto, por usar una división de géneros basada en la extensión de las obras utilizada en literatura. Un ejemplo es el periódico salvadoreño El Faro, sin versión en papel. En el caso de España, contamos también con medios online como Periodismo Humano, Jotdown o esta misma revista, FronteraD (que suele publicar, por cierto, largas crónicas provenientes de la sección Sala Negra de El Faro). También la venezolana Prodavinci dispone de esa ventaja.

 

España

“La llegada de la democracia a España y la apertura que conllevó hizo olvidar el género [de la crónica], mientras que éste era necesario en América Latina para contar lo que estaba pasando en un continente oprimido, bajo las dictaduras” (Fabrizio Mejía Madrid).

 

Ética

1. “La vida depara misterios insondables: el aguacate ya rebanado que entra con todo y hueso en el refrigerador dura más. Algo parecido ocurre con la ética del cronista. Cuando pretende ofrecer los hechos con incontrovertible pureza, es decir, sin el hueso incomible que suele acompañarlos (las sospechas, las vacilaciones, los informes contradictorios), es menos convincente que cuando explicita las limitaciones de su punto de vista narrativo” (Juan Villoro).

2. “Todo periodista que no sea tan estúpido o engreído como para no ver la realidad sabe que lo que hace es moralmente indefendible. El periodista es una especie de hombre de confianza, que explota la vanidad, la ignorancia o la soledad de las personas, que se gana la confianza de éstas para luego traicionarlas sin remordimiento alguno. Lo mismo que la crédula viuda que una día se despierta para comprender que el joven encantador se ha marchado con todos sus ahorros, el que accedió a ser entrevistado aprende su dura lección cuando aparece el artículo o el libro. Los más pomposos hablan de libertad de expresión y dicen que ‘el público tiene derecho a saber’; los menos talentosos hablan sobre arte y los más decentes murmuran algo sobre ganarse la vida” (Janet Malcolm).

 

F

Festivales

1. El Hay Festival, en sus distintas ubicaciones –Cartagena, Zacatecas (ahora Xalapa), Granada (ya difunto), Segovia- suele contar en su programa con la presencia de algunos destacados cronistas hispanoamericanos y extranjeros. También el festival que organiza la revista colombiana El Malpensante, que se celebra en Bogotá, cuenta con un buen número de cronistas entre sus invitados. Fuera del mundo hispano, destaca el festival que la revista italiana Internazionale celebra cada año, a comienzos del otoño, en la bella ciudad de Ferrara, en cuyo cementerio judío está enterrado Giorgio Bassani.

2. Los festivales, lamentablemente, no se libran de un mal extendido en el periodismo cultural: por falta de tiempo –¿también por desgana?- no suelen leer los libros sobre los que informan. Así la cosas, van a los festivales como quien va a una feria de comercial de maquinaria agrícola. Si uno escucha durante la celebración de uno de esos festivales algunas conversaciones entre periodistas sobre su maratón de entrevistas a autores que no han leído –a muchos, de hecho, los descubren unas horas antes de entrevistarlos-, se comprueba que Fabrizio Mejía Madrid no exageraba cuando escribió sobre su relación con la prensa cultural: “Se presentan libros para que alguien se entere de que aparecieron. Yo decidí hace unos dos libros sólo presentarlos ante la prensa. Como puta, me encerraron en una oficina de la editorial a recibir a cuanto reportero cultural llegara. Fue una larga fila. Pero más de la mitad empezaba la entrevista con la misma petición: ‘¿Me podría sintetizar lo que dice su libro en dos minutos? Es que la jefa de la sección cultural se lo quedó y no pude leerlo’. Es como si la puta, además de satisfacer fantasías, tuviera que inventárselas a sus clientes. Creo que a más de dos les dije que mi novela sobre el PRI, El rencor, se trataba de una estatua de Emiliano Zapata que se tiraba una flatulencia y desataba un culto global. A lo mejor por eso no se ha vendido”.

 

Fuentes

“Hace poco leí que mi admirada colega y amiga Leila Guerriero dijo que una de las razones por las cuales cree en el periodismo narrativo, valga decir en la crónica, es porque en este género los seres humanos se llaman seres humanos, y no fuentes” (Alberto Salcedo Ramos).

 

G

Géneros

Una de las mejores definiciones de crónica, y tal vez la más citada, es la que enunció Juan Villoro hace unos años y en la que repasa los géneros que pueden llegar a formar parte del entramado de una crónica: “Si Alfonso Reyes juzgó que el ensayo era el centauro de los géneros, la crónica reclama un símbolo más complejo: el ornitorrinco de la prosa. De la novela extrae la condición subjetiva, la capacidad de narrar desde el mundo de los personajes y crear una ilusión de vida para situar al lector en el centro de los hechos; del reportaje, los datos inmodificables; del cuento, el sentido dramático en espacio corto y la sugerencia de que la realidad ocurre para contar un relato deliberado, con un final que lo justifica; de la entrevista, los diálogos; y del teatro moderno, la forma de montarlos; del teatro grecolatino, la polifonía de testigos, los parlamentos entendidos como debate: la ‘voz de proscenio’, como la llama Wolfe, versión narrativa de la opinión pública cuya antecedente fue el coro griego; del ensayo, la posibilidad de argumentar y conectar saberes dispersos; de la autobiografía, el tono memorioso y la reelaboración en primera persona. El catálogo de influencias puede extenderse y precisarse hasta competir con el infinito. Usado en exceso, cualquiera de esos recursos resulta letal. La crónica es una animal cuyo equilibrio biológico depende de no ser como los siete animales distintos que podría ser”.

 

H

 Humor

El desprestigio del sentido del humor en algunos ámbitos dice mucho tanto sobre el nivel intelectual medio presente en esos ámbitos como sobre la miseria mental de los desprestigiadores. Por supuesto, no todas las crónicas son susceptibles de contener sentido del humor. Hay hechos demasiado dramáticos como para ser narrados con humor. Cuando el sujeto de la crónica lo propicia, hay cronistas que escriben con un tono humorístico difícil de encontrar en otros contenidos periodísticos. Algunas crónicas de Juan Villoro, Frabizio Mejía Madrid y de Salcedo Ramos son buenos ejemplos.

 

I

 Indias, Cronistas de

“América se hizo por sus crónicas: América se llenó de nombres y de conceptos y de ideas a partir de esas crónicas (de Indias), de los relatos que sus primeros viajeros más o menos letrados hicieron sobre ella. Aquellas crónicas eran un intento heroico de adaptación de lo que no se sabía a lo que sí: un cronista de Indias (un conquistador) ve una fruta que no había visto nunca y dice que es como las manzanas de Castilla, sólo que es ovalada y su piel es peluda y su carne violeta. Nada, por supuesto, que se parezca a una manzana, pero ningún relato de lo desconocido funciona si no parte de lo que ya se conoce.[…] Así escribieron América los primeros: narraciones que partían de lo que esperaban encontrar y chocaban con lo que se encontraban. Lo mismo que nos sucede cada vez que vamos a un lugar, a una historia, a tratar de contarlos. Ese choque, esa extrañeza, sigue siendo la base de la crónica” (Martín Caparrós).

 

Información

“Ya se sabe que el problema no es la sobreoferta de información, sino su uniformidad y una creciente incertidumbre sobre qué es verdad y qué es mentira. En tiempos del Twitter, YouTube y Facebook, en la era del WikiLeaks, en que el acceso a tanta información aturde y corre el riesgo de convertirse en una moderna forma de la ignorancia, vale recordar lo que en la primera mitad del siglo pasado nos anticipaba Walter Benjamin: “Cada mañana se nos informa sobre las novedades de toda la Tierra. Y sin embargo somos notablemente pobres en historias extraordinarias […]. Ya casi nada de lo que acaece conviene a la narración sino que todo es propio de una información. Saturados de ‘información’, los hombres han ido perdiendo la capacidad para comprender” (Julio Villanueva Chang).

 

J

 Intelijencia

“¡Intelijencia, dame

el nombre exacto de las cosas!”

(Juan Ramón Jiménez).

 

K

Koalas

Aunque no he podido confirmarlo, es posible que ya se haya escrito una crónica que trate sobre un koala australiano.

 

Kola, Inca-Kola

Sobre lo que sí se ha escrito una buena crónica es sobre la Inca-Kola, la Coca-Cola de los Andes.  Los peruanos Marco Avilés y Daniel Titinger escribieron una crónica sobre una “gaseosa amarilla y melosa” que “derrotó a la Coca-Cola, la negra y arrogante soberana”.

 

L 

Libros 

1. “[Los cronistas] no cabemos en las páginas de los periódicos, por eso hacemos libros” (Fabrizio Mejía Madrid).

2. Algunos libros fundacionales de la moderna crónica periodista que se podrían destacar son: Larga distancia (1992), de Martín Caparrós; Cuando me muera quiero que me toquen cumbia (2003), de Christian Alarcón; De un hombre obligado a levantarse con el pie derecho y otras crónicas (1999) y El Oro y la Oscuridad. La vida gloriosa y trágica de Kid Pambelé (2005), de Alberto Salcedo Ramos; y, más reciente, Los suicidas del fin del mundo (2006), de Leila Guerriero. La lista de libros no deja de aumentar, aunque su distribución, como ya dijimos, se limita en muchos casos a los mercados nacionales de los países en los que se publican.

 

Literatura

1. Tomás Eloy Martínez: “Antes, los periodistas de alma soñaban con escribir aunque sólo fuera una novela en la vida; ahora, los novelistas de alma sueñan con escribir un reportaje o una crónica tan inolvidable como una bella novela”.

2. Leila Guerriero: “No creo en crónicas que no tengan fe en lo que son: una forma de arte”.

3. Villoro: “El siglo veinte volvió específico el oficio del cronista que no es un narrador arrepentido. Aunque ocasionalmente hayan practicado otros géneros, Egon Erwin Kisch, Bruce Chatwin, Álvaro Cunqueiro, Ryszard Kapuscinski, Josep Pla y Carlos Monsiváis son heraldos que, como los grandes del jazz, improvisan la eternidad”.

 

M

Maestros

Maestros latinoamericanos: García Márquez, Tomás Eloy Martínez, Rodolfo Walsh, Elena Poniatowska.

Maestros estadounidenses: Truman Capote, Norman Mailer, Tom Wolfe, Hunter S. Thompson, John Hersey, Liebling, Gay Talese, Joseph Mitchell, David Foster Wallace, W. T. Vollman, Jon Lee Anderson.

Maestros europeos: Oriana Fallaci, Leonardo Sciascia, Günter Walraff, Ryszard Kapuscinski y el también polaco Wojciech Jagielski.

 

Migraciones

La migración de hispanoamericanos rumbo a los Estados Unidos causa cada año cientos de muertos y un incontable número de dramas personales e historias sin final feliz, incluso en el caso de aquellos que logran su propósito y completan su odisea indemnes. Se han escrito algunas crónicas sensacionales sobre las historias de algunos de estos migrantes. Destacan las de Óscar Martínez para El Faro sobre los migrantes centroamericanos que atraviesan México rumbo a la Gran Frontera. La editorial Alfaguara ha publicado hace unas semanas en EEUU la antología Sam no es mi tío: Veinticuatro crónicas migrantes y un sueño americano, con crónicas de Juan Pablo Meneses, Edmundo Paz Soldán, Guillermo Osorno, John Lee Anderson o Yuri Herrera, que vivió dos años entre El Paso y Ciudad Juárez y cuya prosa es una de las mejores cosas que le han sucedido a la lengua (literaria) española en los últimos años.

Las migraciones entre países hispanoamericanos también son un fenómeno social relevante, aunque no ocupen tantas páginas de actualidad como los que atraviesan el continente rumbo a Río Bravo. Los bolivianos que trabajan en condiciones de semiesclavitud en talleres de Argentina y Brasil, o los miles de inmigrantes andinos –documentados o indocumentados- que batallan cada día por obtener un jornal en España están a la espera, entre otras muchas cosas, de sus cronistas.

 

Mirada

“Digo: mirar donde parece que no pasara nada, aprender a mirar de nuevo lo que ya conocemos. Buscar, buscar, buscar. Uno de los mayores atractivos de componer una crónica es esa obligación de la mirada extrema” (Martín Caparrós).

 

N

Nota roja

Se han escrito magníficas crónicas sobre noticias que muy bien podrían ir en las secciones de nota roja, las secciones de sucesos. El origen de A sangre fría fue una breve nota de sucesos que Truman Capote leyó en un periódico neoyorkino. La crónica, sobra decirlo, puede tratar de temas desconectados por completo tanto de la actualidad como del morbo que siempre comportan los crímenes violentos, el mundo de la delincuencia, etcétera.

 

Ñ

La letra eñe es sin duda el rasgo más distintivo de la lengua española, lengua vehicular de todos los cronistas hispanoamericanos. Personalmente, me gusta, pero supongo que habrá opiniones variadas al respecto.

 

O

Objetividad

“La pelea del periodismo convencional versus nuevo periodismo se ha convertido, equivocadamente, en la pelea entre la verdad y la irresponsabilidad con la verdad, en una pelea entre la utilidad y la inutilidad… Y creo que las diferencias no pasan por ahí. Se puede ser un reportero seco, objetivo e imparcial, sintético y, encima de todo, embustero. Y se puede ser el más literario, el más imaginativo, el más impresionista escritor y, además, ser fiel a la verdad de los hechos y de las descripciones y de los diálogos”, escribe en su prólogo Daría Jaramillo Agudelo.

 

Oficio

1. “No hay una conciencia de autor en los Nuevos Cronistas de Indias, es decir, no les es fácil explicar cómo hacen lo que hacen: mientras el viejo Gay Talese cuenta cómo hace unas décadas solía leer con binoculares cada oración de su texto que él colocaba con alfileres en una pared de su sótano, desde hace décadas los cronistas de América Latina siguen discutiendo si usar o no grabadora para las entrevistas o si en sus textos deben usar la primera persona en singular” (Julio Villanueva Chang).

2. “Me sentí especialmente orgulloso de mi oficio el día que leí esta declaración del escritor rumano Mircea Eliade: ‘En los campos de concentración rusos los prisioneros que tenían la suerte de contar con un narrador de historias en su barracón han sobrevivido en mayor número. Escuchar historias les ayudó a atravesar el infierno’” (Alberto Salcedo Ramos).

 

Otro

“Es imposible ponerse en el lugar del otro: pero sí hay que acercarse lo más posible” (Jordi Carrión).

 

P

Pasado

1. “El pasado se vuelva cada día más impredecible” (Philip Bloom, historiador alemán).

2. “Cada vez más podemos acordarnos por menos tiempo de las cosas” (Hans Magnus Enzensberger).

 

Política

1. “El periodismo actual mira al poder. El que no es rico o famoso o rico y famoso o tetona o futbolista tiene, para salir en los papeles, la única opción de la catástrofe: distintas formas de la muerte. Sin desastre, la mayoría de la población no puede ser noticia. La información –tal como existe- consiste en decirles a muchísima gente qué le pasa a muy poca: la que tiene el poder. La crónica se rebela contra eso. Es una manera de decir que el mundo también puede ser otro. La crónica es política” (Martín Caparrós).

2. “Los periodistas narrativos creemos que para escribir sobre un pueblo remoto no es necesario esperar a que ese pueblo sea asaltado por algún grupo violento o embestido por una catástrofe natural. El académico Norman Sims dice –y yo lo cito, a riesgo de sonar pretencioso- que los periodistas narrativos no andan mendigando las sobras del poder para ejercer su oficio. Y como si fuera poco, el periodismo narrativo que hoy leemos como información dentro de unos años será leído como memoria” (Alberto Salcedo Ramos).

 

Perfiles

El perfil es un subgénero especialmente apreciado –y difícil de elaborar con éxito- de entre todas los tipos de crónicas que se pueden escribir. El cronista se enfrenta a un personaje y con paciencia, mucha preparación, documentación abundante y numerosas entrevistas va trazando el perfil de un personaje determinado, no necesariamente famoso. Los perfiles –a medio camino entre el reportaje y la entrevista- pueden ocupar unas pocas páginas –Villanueva Chang destaca en esta distancia- o terminar conformando un libro entero, como el escrito por Alberto Salcedo sobre el boxeador Kid Pambelé. Un perfil no es una biografía, aunque se nutre, lógicamente, de la biografía del protagonista. Freudianos extremistas abstenerse: aunque puede ser pertinente y, en ocasiones, útil, no es absolutamente necesario remontarse hasta la infancia del protagonista –y a sus traumas sexuales y afectivos- para lograr un buen perfil.

 

Precariedad compartida

1. Como recordaba hace unos meses Leila Guerriero en un reportaje sobre la crónica que publicó  a comienzos de este año Babelia, el periodista peruano Daniel Titinger fue editor durante dos años de la revista Etiqueta Negra y cobraba un salario de 300 dólares mensuales. Imposible vivir con esa cantidad, así que completaba ese salario con lo que ganaba por otros trabajos. Si el sueldo del editor de una de las más prestigiosas revistas latinoamericanas es tan bajo, no cabe esperar que el pago que reciben los colaboradores sea el suficiente para vivir. La precariedad en el oficio de cronista es alta. La propia Guerriero confesaba que su trabajo en la revista Marie Claire le permite escribir de vez en cuando una crónica.

El Faro, por ejemplo, en sus primeros y heroicos tiempos, cuando los anunciantes no le entraban, se vio obligado a sufragar algunos de sus proyectos con dinero de la Agencia Española de Cooperación: por ejemplo, algunos de los viajes del cronista Oscar Martínez y del fotógrafo español Edu Ponces, dedicados a documentar el vía crucis de los migrantes centroamericanos a través de México. También recibe financiación de The Open Society Foundations y Catholic Organisation for Relief and Development Aid.

La falta de respaldo por parte de los medios convencionales al género crónica es la razón principal de que se vea confinado a revistas con prestigio y casi sin medios. La desastrosa situación de los medios en todo el mundo no permite tener esperanzas de que esa circunstancia vaya a cambiar. Sólo los lectores, apostando por el género y respaldando esa apuesta con suscripciones, podrán permitir que la crónica se extienda como un periodismo deseado y deseable.

 

Precariedad exclusiva

La organización del Hay Festival Zacatecas 2010, el primer Hay Festival que se celebró en territorio mexicano, se llevó unos 100.000 dólares. El presupuesto total del Hay Zacatecas, unos 800.000 dólares, fue financiado casi en su totalidad con dinero público mexicano. Algunos de los participantes –hablé sobre todo con escritores y cronistas mexicanos- no cobraron un peso por su participación en el festival. Un gran número de los trabajadores que contribuyeron con su labor a la celebración del festival fueron trabajadores locales reclutados a través de un programa de voluntarios. A pesar de intentarlo, no conseguí que el director del Hay Festival, Peter Florence, ni las autoridades de Zacatecas me confirmarán cuánto habían cobrado los participantes que sí fueron remunerados, entre ellos el músico invitado –otro eufemismo- en aquella edición: Bob Geldof.

Resulta inevitable no preguntarse si no hay otros modelos de negocio –eufemismo- más adecuados para gestionar el dinero público mexicano dedicado a actividades de promoción editorial y literaria, como los festivales.

Las autoridades locales y la organización afirmaron al término del mismo que el Hay Zacatecas 2010 había sido todo un éxito. El éxito, por desgracia, puede ser tan efímero y conflictivo como la lucidez que te proporciona una borrachera de mezcal: al año siguiente, en 2011, el Hay Festival se celebraría en la ciudad de Xalapa, estado de Veracruz, sufragado también en su totalidad por dinero público.

 

Presente

“El presente es invisible” (Marshall McLuhan).

 

Punto de vista

“Encontrar un punto de vista es sinónimo de tener la historia clara en la cabeza. No hay temas menores, ni siquiera los que aparentemente son intrascendentes. Siempre se debe hacer una investigación periodística. Escribir es una tarea bastante complicada. No pueden sacar un texto en media hora. Deben pensarlo, reposarlo, revisarlo, corregirlo. Un buen escritor es el que se da cuenta de que a medida en que mejor escribe, le resulta más difícil escribir, porque se da cuenta de más cosas” (Leila Guerriero).

 

Q

Quejas

“No se puede uno quejar de que por trabajar en un periódico no se puede hacer periodismo narrativo. Si nuestro periódico no nos deja escribir, entonces tenemos que prepararnos para intentar escribir en otro lado. Los periódicos no son el mejor lugar para hacer periodismo narrativo. No es el lugar donde deberíamos esperar que nos permitan hacerlo. Hay que tomar por asalto nuestro lugar en el periodismo. Tenemos que ofrecer algo a la altura del espacio. Hay que diversificar lo que hacemos” (Leila Guerriero).

 

R

Realidad

1. “La realidad que ha sido retratada (en movimiento) por documentalistas neoclásicos, como Jon Lee Anderson, Charles Ferguson o Alma Guillermoprieto; por cronistas como Martín Caparrós, Suketu Metha o Pedro Lemebel, que han adaptado las palabras a la nueva realidad del género inestable y a las meglópolis y a la pantalla omnipresente; o por dibujantes periodistas como Joe Sacco o Igort, que han encontrado en la madurez de la novela gráfica un repertorio de formas para escribir y dibujar relatos de no ficción. Artefactos narrativos sofisticados y certeros, que comuniquen el sentido –o al menos la sensación de sentido- que es por lo común ajeno a lo real” (Jordi Carrión).

2. “Odio la realidad pero es el único sitio donde se puede comer un buen filete” (Woody Allen, asturiano adoptivo y cineasta ocasional).

 

Reportear

“Hay que estar en el lugar de nuestra historia tanto tiempo como sea posible para conocer mejor la realidad que vamos a narrar. La realidad es como una dama esquiva que se resiste a entregarse en los primeros encuentros. Por eso suele esconderse ante los ojos de los impacientes. Hay que seducirla, darle argumentos para que nos haga un guiño” (Alberto Salcedo Ramos).

 

Revistas

En la difusión de la crónica latinoamericana ha sido fundamental la labor llevada a cabo por una serie de revistas que, a pesar de no disponer de muchos medios económicos, han conseguido consolidarse como referentes ineludibles de un modo de entender la crónica en todo el continente: El Malpensante (Colombia), Gatopardo (Argentina, Colombia y México),  SoHo (Colombia), Lamujerdemivida (Argentina), Orsai (Argentina/España), Etiqueta Negra (Perú), Letras Libres (México y España), The Clinic y Paula (Chile), Marcapasos y Prodavinci (Venezuela), Pie Izquierdo (Bolivia), FronteraD y Periodismo Humano (España), El Faro (El Salvador).

En España, también se deben mencionar los suplementos dominicales de algunos diarios, como El País o La Vanguardia, que esporádicamente ofrecen en sus páginas crónicas de una alta calidad.

 

S

Sentimientos

“A propósito del uso de la emoción en la poesía, Octavio Paz recordaba que la madera seca arde mejor. Ante la inflamable materia de los hechos, conviene que el cronista use un solo fósforo” (Juan Villoro).

 

Subjetividad

“La prosa informativa (despojada, distante, impersonal) es un intento de eliminar cualquier presencia de la prosa, de crear ilusión de una mirada sin intermediación: una forma de simular que aquí no hay nadie que te cuenta, que ‘ésta es la realidad’. […] El truco ha sido equiparar objetividad con honestidad y subjetividad con manejo, con trampa. Pero la subjetividad es ineludible, siempre está” (Martín Caparrós).

 

T

Talleres

La Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), impulsada y presidida por Gabriel García Márquez, inició hace años una apuesta por el periodismo narrativo organizando talleres –de escritura y de tecnologías multimedia- en los que maestros como Alma Guillermoprieto, Sergio Ramírez o Alberto Salcedo impartían talleres a alumnos provenientes de todo el continente americano. Con el tiempo han ido proliferando los talleres y cursos impartidos por cronistas a jóvenes periodistas en universidades, en fundaciones, en asociaciones de periodistas, etcétera. Además de la labor pedagógica encomiable, estas actividades también suponen unos ingresos complementarios a la nunca bien pagada labor de los cronistas.

Aprovechando su tendencia al nomadismo y las posibilidades ofrecidas por internet, Juan Pablo Meneses creó una escuela de periodismo a la que ha denominado Escuela Móvil de Periodismo Portátil: no tiene un domicilio físico, el atrio del profesor está allí dónde esté Meneses con una conexión a internet a su disposición y el aula se encuentra allí donde se hayan conectado para seguir las lecciones. Esos cursos portátiles se combinan con seminarios presenciales.

En uno de sus últimos talleres de la FNPI, celebrado en México hace tan sólo unas semanas, Leila Guerriero sintetizó muy didácticamente algunos de sus consejos para llevar a cabo una buena entrevista destinada a la elaboración de una crónica o para afrontar la escritura de un texto de periodismo narrativo.

 

Tendencia

En 2008, Martín Caparrós publicó en Etiqueta Negra un texto titulado Contra los cronistas: “Hace poco, ‘Babelia’, el suplemento de cultura –qué bueno, un suplemento de cultura- de El País español dedicó una tapa con cholitas a los cronistas latinoamericanos: ‘El periodismo conquista la literatura latinomericana’, decía el título, en un lapsus gracioso, donde españoles seguían asociando América y conquista. Cuando las páginas más mainstream de la cultura hispana sancionan con tanto bombo una ‘tendencia’, la desconfianza es una obligación moral”.

 

U

Universalidad

Leila Guerriero advierte de los peligros de pretender la universalidad de un texto a costa de arrebatarle el espíritu: “En todo caso, una cosa sí sé, y es que la universalidad no salva a ningún periodista del peor de los pecados: cometer textos aburridos, monótonos, sin climas ni matices, limitarse a ser un periodista preciso y serio, alguien que encuentra respuestas perfectas a todos los porqués, y que jamás se permite la gloriosa lujuria de la duda”.

 

Universidad

La periodista española Soledad Gallego-Díaz comentaba hace unas semanas en una entrevista que estaba convencida de que no hace falta estudiar una carrera universitaria para ejercer el periodismo. “Cada vez que se me ocurre decir eso en una facultad de periodismo, me quieren matar. Comprendo que la gente que está estudiando periodismo se sienta… pero es que el periodismo, sinceramente, no es una carrera universitaria. No contiene conocimientos teóricos suficientes para justificar cinco años de estudios. No es verdad. ¿Conviene que los periodistas sepan sociología? Estupendo. ¿Conviene que los periodistas sepan tocar el piano? Fantástico. Todo lo que sea añadir conocimientos me parece muy bien, pero no existen materias específicas de periodismo. Me parece bien que los periodistas tengan una carrera universitaria, en el sentido de la universidad les da una manera de enfocar los problemas, exige una manera de trabajar seria y sólida… en general. Pero eso te lo exige también la facultad de ciencias exactas, te lo exige la de sociología, etcétera”. Algo similar a lo que afirmó la argentina Leila Guerriero en un texto escrito sobre el oficio de cronista para la revista El Malpensante, en el que se refería a “la superstición de que sólo se puede ser periodista estudiando la carrera de periodismo”.

 

V

Verdad

En el prólogo de su libro Historia del presente, Timothy Garton Ash recordaba una cita del novelista Jerzy Kosinski: “Me interesa la verdad, no los datos, y soy lo bastante viejo para conocer la diferencia”. Ash comentaba esta cita diciendo: “En cierto sentido, todos los novelistas pueden decir lo mismo. Ningún periodista o historiador debe decirlo. Tucídides se permitía poner palabras en boca de Pericles, como un novelista. Nosotros, no. Nuestros ‘personajes’ son gente real, y las grandes verdades que buscamos tienen que fabricarse con los ladrillos y el cemento de los datos. ¿Qué dijo exactamente el primer ministro? ¿Fue antes o después de la explosión en el mercado de Sarajevo, y de quién era el mortero que disparó la bomba fatal?”. La crónica no puede olvidar los datos, pero tampoco se niega a interesarse por la verdad que está más allá de los datos. En ocasiones, de hecho, las buenas crónicas parecen elevarse por encima de la ley de la gravedad que imponen los datos para tratar de mostrar esa verdad no verificable: pero no deja de ser una ilusión óptica. Si la crónica no se mantiene ligada a hechos comprobables –no necesariamente objetivos- se convierte en otra cosa, que bien podríamos llamar ficción.

 

Virtual

Aprovechando que muchas de las revistas de América Latina ofrecen sus contenidos en versión papel y al mismo tiempo permiten que puedan ser leídas gratis en internet, desde hace algunos años el blog Periodismo narrativo en Latinoamérica recopila algunas de las crónicas más destacadas de todas las que se han publicado en el continente. Un excelente portal de entrada para leer algunas de las mejores piezas firmadas por los cronistas más talentosos.

 

W

Walsh, Rodolfo 

 La obra del argentino Rodolfo Walsh, en especial su libro Operación Masacre (1956), sentó las bases, junto con los primeros trabajos periodísticos de Gabriel García Márquez, de la crónica que vendría. En 1976, en plena dictadura, fundó una agencia de noticias: ANCLA (Agencia de Noticias Clandestina). En marzo de 1977, lo desaparecerían tras enviar las primeras copias de su valiente  Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar. Su labor al frente de ANCLA sería continuada por otro importante periodista argentino, Horacio Verbitsky, que publicaría en 1995 El Vuelo, sobre los vuelos de la muerte de la dictadura argentina –vuelos desde los que se arrojaban vivos al mar a represaliados de izquierdas argentinos-, un libro esencial para comprender la crueldad del la Junta Militar argentina.

 

X

Xilófono

En realidad, los xilófonos no tienen nada que ver con la crónica. Pero lo cierto es que necesitaba una palabra para este diccionario de la crónica que comience por equis. Ya que estamos, se me ocurre que el instrumento que denominamos xilófono a este lado del Atlántico –y que se supone originario de Asia- se transformó en la marimba guatemalteca, extendida luego por la región, incluido el sur de México. Se supone que la marimba es una variación del balafón africano. En otras palabras –y tratando de poner un poco de cordura en esta entrada-, nunca está de más recordar que a la hora de leer a los cronistas hispanoamericanos conviene tener en cuenta que, a las tradiciones hispana e indígena –no necesariamente en este orden de importancia-, se suma la tradición africana: y no sólo en países y regiones con una obvia presencia de afroamericanos, como son las regiones costeras y en las islas del Caribe.

 

Y

Yo

1. “La crónica, además, es el periodismo que sí dice yo. Que dice existo, estoy, yo no te engaño. […] Por supuesto, está la diferencia extrema entre escribir en primera persona y escribir sobre la primera persona. La primera persona de una crónica no tiene siquiera que ser gramatical: es, sobre todo, la situación de una mirada. Mirar, en cualquier caso, es decir yo y es todo lo contrario de esos pastiches que empiezan ‘cuando yo’: cuando el cronista empieza a hablar más de sí que del mundo, deja de ser cronista” (Martín Caparrós).

2. “Yo escribo en tercera persona. A veces me incluyo en el relato (eso es otra cosa). ¿Cuándo lo hago? Cuando siento que mi presencia es necesaria para revelar algo sobre la realidad que estoy mostrando. Y otras veces no lo hago. No lo hago cuando siento que yo sobro en la escena” (Alberto Salcedo Ramos).

 

Z

Zopilote

La primera vez que vi sobrevolar zopilotes fue leyendo El llano en llamas, de Juan Rulfo. Más tarde los vería sobrevolar los mismos escenarios de la Guerra Cristera, descritos también por Graham Green en El poder y la gloria.

Con los años, en sucesivas lecturas, fueron apareciendo zopilotes con nombres distintos y en escenarios variados: jote, jote de cabeza negra o zamuro, en Venezuela; nopo, en algunas regiones de México y de El Salvador; cute, en Honduras; gallote, en Panamá; chulo, golero o gallinazo, en Colombia y Perú; gallinazo negro, en Ecuador; jote, en Chile y Argentina, y cuervo en algunas zonas de Argentina; y urubú, en Brasil.

En España no tenemos zopilotes: la especie de buitre negro, su denominación más común, es endémica del continente americano. Sólo se pueden encontrar algunos ejemplares de buitre negro en zoológicos. Algo similar nos pasa con la crónica: no es endémica de España, y apenas se encuentran ejemplos de crónicas publicadas esporádicamente en suplementos dominicales o revistas literarias convertidos, en cierto sentido, en zoológicos del género. La ventaja de la crónica frente a los zopilotes es que la crónica, a pesar de no ser una especie endémica, se podría introducir sin causar un grave daño ecológico en nuestro ecosistema periodístico. Siempre y cuando continúe existiendo algo digno de ser llamado ecosistema periodístico.

Algunos indicios parecen señalar que tendremos que resignarnos a vivir con publicaciones periódicas que se dedican a gestionar contenidos multimedia ‘trendies’ con un alto valor añadido publicitario (o pendejadas similares). En ese caso, la crónica tendrá que seguir conformándose con continuar habitando el continente americano, siendo exhibida por estos lares sólo de vez en cuando en antologías y, puntualmente, en algunas publicaciones nacionales: como zopilotes en una jaula.

Por suerte para los zopilotes, los lectores españoles, visitantes de esas antologías-zoológicos siempre estarán al otro lado de los barrotes. Incapaces de hacerles daño.

 

 

 

Lino González Veiguela es periodista. Sus artículos más recientes en FronteraD han sido República Centroafricana: el Estado inexistente refugio de Joseph Kony, Siete consejos de Charles Simic a los jóvenes poetas, Wojciech Jagielski, la complejidad del mundo, La edad de oro del cinismo, Los jóvenes saharauis reclaman acciones concretas, Vivian Maier: balada fotográfica de un corazón solitario y Patrice Lumumba: 50 años del magnicidio neocolonial. En FronteraD mantiene el blog El mundo no se acaba

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